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Jeremías 2: Jehová y la apostasía de Israel

Jeremías 2:1 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

Jeremías 2:2 Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.

Fidelidad : La palabra hebrea connota lealtad y amor. Desposorio : El pacto del Sinaí se compara con un voto matrimonial, y a Dios se le llama el esposo de Israel.

Apreciamos a un amigo que permanece fiel a su compromiso y nos desilusiona el que no puede cumplir una promesa. A Dios le complació cuando su pueblo lo obedeció al principio, pero se contrarió cuando se negaron a cumplir su compromiso. Las tentaciones nos distraen de Dios. Piense en su compromiso original de obedecer a Dios y pregúntese si sigue permaneciendo fiel.

Jeremías 2:3 Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice Jehová.

Santo : La idea central es haber sido apartado para Jehová.

En esta sección, la analogía del matrimonio contrasta tremendamente el amor de Dios para su pueblo con el amor de este por otros dioses y revela la infidelidad de Judá. Jeremías condena a Judá (algunas veces llama a Judá «Jerusalén», el nombre de su ciudad capital) por buscar la seguridad en cosas indignas, cambiantes y no en el inalterable Dios. Quizás nos sintamos tentados a buscar la seguridad en las posesiones, en la gente o en nuestras habilidades, pero estos nos fallarán. No existe seguridad duradera aparte de nuestro eterno Dios.

La primicia, o la primera porción, de la cosecha se separaba para Dios. De esa misma forma Israel estaba dedicada a Dios en sus años anteriores: ansiaba complacer a Dios, como si fuera su joven esposa, un pueblo santo y devoto. Esto era un gran contraste con el pueblo de los tiempos de Jeremías.

Jeremías 2:4 Oíd la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.

La nación unida incluía «la casa de Israel» y «la casa de Jacob» (Judá). Jeremías conocía bien la historia de Israel. Los profetas recitaban la historia al pueblo por varias razones:

(1) recordarles la fidelidad de Dios;

(2) asegurarse de que el pueblo no la olvidaría (no tenían Biblias que leer);

(3) enfatizar el amor de Dios hacia ellos; y

(4) recordarles que hubo un tiempo en que estuvieron cerca de Dios. Debemos aprender de la historia para así construir sobre los éxitos y evitar repetir los fracasos de los demás.

Jeremías 2:5 Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?

Jeremías 2:6 Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?

El éxodo de Egipto, la peregrinación por el desierto y la conquista de la tierra prometida, se mencionan como pruebas de la gracia y la misericordia de Dios, pero Israel contaminó la tierra, haciéndola ceremonialmente impura.

Jeremías 2:7 Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad.

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