De nuevo, en los versículos 25, 26, vuelve el profeta a describir la majestad de Dios. Después de haber presentado su grandeza como creador de la tierra y su majestad sobre los seres humanos, el profeta remonta nuestra atención a la inmensa multitud de las estrellas y dice: A todas llama por su nombre…
Si a los billones y trillones de estrellas Jehová llama por sus respectivos nombres, ¿cómo es posible que Israel pueda pensar que algo se le pueda escapar a Dios, aunque sea tan pequeño como el destino de un pueblo muy pequeño en medio de las naciones de la tierra?. ¿Cómo podría Jehová olvidar sus promesas a un pueblo que escogiera en medio de todos los pueblos para que fuera llamado con su nombre: “pueblo de Dios”?.
En los versículos 28-31 el profeta subraya los resultados admirables de la fe centrada en la persona de Jehová, este Dios majestuoso que es creador y sustentador del universo. Sus palabras constituyen la conclusión de su mensaje de consolación para su pueblo (comp. versículo 1). Esta es una fe eficaz, capaz de renovar las fuerzas físicas y espirituales a grandes y pequeños, a viejos agotados y a los jóvenes que tropiezan y caen. Este poder que proviene de la fe se necesita para dar respuesta al llamado de la redención. Se requiere de esta fe para iniciar la gran aventura del retorno a la libertad.
Verdades prácticas
El gran teólogo Gerhard von Rad hace resaltar la necesidad de volver a hacer énfasis en la palabra «consolar.»
La tarea de la predicación no solo tiene el énfasis de pregonar la ira de Dios, sino también presentar el mensaje de consolación que el hombre necesita. Dice este teólogo: «En siglos anteriores cuando un teólogo defendía una doctrina que parecía nueva o peligrosa, se investigaba a ver si era consoladora. Si lo era, todo estaba en orden; si no lo era, es que contenía alguna falsedad; era ley en lugar de amor. La lógica que hay tras esta argumentación es suficientemente clara: Consolador, auténticamente consolador, sólo hay uno: Dios. Todo lo demás que los hombres idean, es en última instancia desconsolador.»
¡Consolad, consolad a mi pueblo!, dice vuestro Dios.
La salvación Dice el doctor Robert L. Cate, en su libro Teología del Antiguo Testamento, que en el vocabulario básico del AT hay dos consideraciones respecto a la salvación: «La salvación como liberación y como rescate.» Dice que «es la segunda palabra principal en el vocabulario veterotestamentario de la salvación, generalmente se traduce como ’rescatar’, con menos frecuencia como ’redimir’ y ocasionalmente como ’liberar’. Como veremos, es este último sentido el que más se aproxima al significado antiguo cuando se aplicaba a los actos de Dios. Se aprecia un contenido espiritual mucho mayor en este término que en el anterior.». «Es más,» dice el autor. «El libro de Isaías aclara muy bien que el acto de redención por Dios era un acto de liberación y no un acto de pagar a los opresores de Israel. El resultado final de un acto de redención se describe en términos de regreso gozoso de los redimidos». [/private]