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Isaías 19: Profecía contra Egipto

El segundo párrafo introduce el comienzo de la gloria tras la humillación. Profetiza el surgimiento de cinco ciudades en la tierra de Egipto, que hablarían el idioma hebreo (la lengua de Canaán) y jurarían lealtad a Jehová de los Ejércitos. Se prevé que una de ellas se llamaría “Ciudad del Sol”. Cinco ciudades es algo insignificante para la enorme extensión de Egipto, pero su marcada población judía y su fe religiosa se ven como la levadura de una poderosa transformación revolucionaria que involucra la aceptación del judaísmo y de la fe de Israel. El idioma hebreo es considerado como un factor no sólo de la comunicación sino también de una poderosa cohesión espiritual.

El tercer párrafo prevé una profundización más real en la fe de Israel, cuando en medio de la tierra de Egipto habrá un altar de Jehová, y junto a su frontera un obelisco dedicado a Jehová como señal y testimonio. Egipto comenzará a servir a Jehová y Jehová comenzará a tratar a los egipcios de la manera en que siempre lo ha hecho con el pueblo de Israel: con disciplina correctiva y con atención a sus súplicas.

El cuarto párrafo prevé la construcción de una obra de ingeniería que sí contaría con la aprobación de Dios, en contraste con la construcción del canal de Suez por el faraón Necao. Habría un amplio camino (mesilah, o camino pavimentado) desde Egipto hasta Asiria. Porque para entonces ambos enemigos históricos habrían sido ya redimidos y serían objeto de la realización de los planes políticos más admirables del Señor Jehová de los Ejércitos. El tránsito sería en los dos sentidos: de Egipto a Asiria y de Asiria a Egipto. Y ambos pueblos servirían a Jehová. Es interesante que no se dice que este culto tuviera como escenario a Judá, el territorio que los une, porque la influencia espiritual de Israel sobre los demás pueblos habría ya trascendido las reminiscencias geográficas.

El quinto párrafo constituye aun una escalada mayor: Israel constituiría una bendición en medio de la tierra y formaría un gran trío junto con Egipto y Asiria. La profecía concluye con una triple bendición de Jehová de los Ejércitos para estos tres países redimidos para la paz mundial: “¡Benditos sean Egipto mi pueblo, Asiria obra de mis manos e Israel mi heredad!“.

Contextualizar esta profecía en la historia universal puede llevarnos a cometer errores de apreciación, porque la visión profética es más sublime que toda interpretación. Unos asociaron sus referencias con Onías IV, que basado en este pasaje, y sobre todo en los, pidió permiso de Ptolomeo Filometer para construir un templo de Jehová en Egipto, justamente en el distrito de Heliópolis o Ciudad del Sol. Otros asocian el creciente abandono del politeísmo en Egipto con la influencia de su población judía, sobre todo en Alejandría, el lugar donde fueron traducidos los libros sagrados de Israel, es decir, la Septuaginta griega. Otros lo asocian con las conquistas del cristianismo entre la población aborigen de Egipto, y otros con las conquistas de la fe musulmana, que estando también basada en la fe de Israel, ha dado a Egipto su cultura y su fe actual.

De la misma manera podríamos interpretar como otro cumplimiento de esta profecía la visita del presidente egipcio Anuar Sadat a Jerusalén, el reconocimiento del estado de Israel, la adoración de Sadat en la mezquita de El Acsa construida sobre el monte Moriah, el monte del templo, y el tratado de paz entre Egipto e Israel. Pero nos preguntamos: ¿Y Asiria? (Es decir, Iraq y Siria.) Por eso es prudente considerar que las palabras de Isaías continúan siendo una profecía de esperanza: una maravillosa profecía y una maravillosa esperanza para el porvenir.

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