La carta más excelente
Es un hecho reconocido por todos que la Carta a los Efesios ocupa un lugar muy elevado en la literatura devocional y teológica de la Iglesia Cristiana. Se la ha llamado, y con razón, « La Reina de las Epístolas.» Para muchos es sin duda la cima más alta del pensamiento del Nuevo Testamento. Cuando John Knox, el gran reformador escocés, estaba llegando al final de su vida, el libro que se le leía más frecuentemente era Sermones sobre la Carta a los Efesios, de Juan Calvino. Coleridge decía que Efesios era «la composición humana más divina.» Y añadía: «Abarca, en primer lugar, aquellas doctrinas que son características del Cristianismo; y, seguidamente, aquellos preceptos que le son comunes con la religión natural.» Efesios ocupa un lugar especialísimo en la correspondencia paulina. Y, sin embargo, nos plantea algunos problemas insoslayables, que no son invención de las mentes supercríticas de los investigadores del Nuevo Testamento, sino que se les presentan a todos los lectores. Sin embargo, cuando se resuelven, Efesios aparece aún más maravillosa, y brilla con una luz todavía más radiante.
Las circunstancias en que se escribió
Antes de enfrentarnos con las cosas dudosas, presentemos las indudables. La primera es que Efesios se escribió indudablemente cuando Pablo estaba en la cárcel. Él mismo se llama «prisionero por Cristo» (3:1); es en cuanto «prisionero del Señor» como les ruega (4:1); es «un embajador en cadenas» (6:20).
Fue en la cárcel, y muy cerca del final de su vida, cuando Pablo escribió Efesios. Segunda, Efesios tiene una relación indudablemente estrecha con Colosenses. Parece que Tíquico fue el portador de ambas cartas. En Colosenses, Pablo dice que Tíquico les contará todos sus asuntos (Colosenses 4:7); y en Efesios dice que Tíquico les dará toda la información (Efesios 6:21). Además, hay una estrecha semejanza de contenido entre las dos cartas, hasta tal punto que más de 55 versículos aparecen exactamente igual en las dos cartas. Ya sea que, como mantenía Coleridge, Colosenses es lo que podríamos llamar « lo que rebosó» de Efesios, o que Efesios es una versión más extensa de Colosenses. A su debido tiempo llegaremos a ver que es esta semejanza la que nos da la clave del lugar exclusivo de Efesios entre las cartas de Pablo.
El problema
Así que es seguro que Efesios se escribió cuando Pablo estaba en la cárcel por la fe, y que tiene, por alguna razón, la relación más íntima posible con Colosenses. El problema surge cuando empezamos a examinar la cuestión de quiénes eran los destinatarios de Efesios.
En la antigüedad, las cartas se escribían en rollos de papiro. Cuando se acababa, se ataban con una guita y, si eran especialmente privadas o importantes, se lacraban y sellaban los nudos. Pero las señas no se escribían por lo general, por la sencilla razón de que, para las personas corrientes, no había ningún sistema postal. Había un correo del gobierno; pero no estaba a disposición nada más que de la correspondencia oficial e imperial, y no de las personas corrientes. En aquel tiempo las cartas se entregaban en mano, y por tanto no era necesario poner las señas del destinatario. Así que los títulos de las cartas del Nuevo Testamento no forman parte del texto original de las mismas. Se les insertaron después, cuando se coleccionaron y publicaron para que las pudiera leer toda la Iglesia.
Cuando estudiamos Efesios en detalle, encontramos sumamente improbable que fuera escrita a la iglesia de Éfeso. Hay razones internas para llegar a esa conclusión.
(a) La carta iba dirigida a gentiles. Los destinatarios eran «gentiles por naturaleza, llamados incircuncisos por los circuncidados, separados de Cristo, ajenos a la comunidad de Israel y extranjeros a los pactos de la promesa» (2:11). Pablo los exhorta a «no seguir viviendo como los gentiles» (4:17). El hecho de que fueran gentiles no excluye por sí el que la carta se pudiera haber escrito a Éfeso; pero es algo a tener en cuenta.
(b) Efesios es la carta más impersonal de todas las de Pablo. No contiene ningunos saludos personales, ni mensajes íntimos como los que aparecen abundantemente en otras cartas. Eso es doblemente sorprendente cuando recordamos que Pablo pasó más tiempo en Éfeso que en ninguna otra ciudad, no menos de tres años (Hechos 20:31). Además, no hay pasaje en todo el Nuevo Testamento que sea más íntimo y afectuoso que Hechos 20:17-35, donde se nos presenta el discurso de despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso antes de salir de Mileto en su último viaje. Es muy difícil creer, a la vista de todo esto, que Pablo mandara una carta tan totalmente impersonal a Efeso.