Primera, Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. En Colosas se encontró frente a una nueva situación, y de esas riquezas inescrutables extrajo nuevas respuestas para salirle al paso. Es verdad que la cristología de Colosenses es más avanzada que la que encontramos en las primeras cartas de Pablo; pero eso no tiene por qué querer decir que Pablo no la escribiera, a menos que estemos dispuestos a argüir que su pensamiento se mantuvo permanentemente estático. Es verdad que una persona desarrolla las implicaciones de su fe solamente cuando las circunstancias le obligan a ello; y, al enfrentarse con un nuevo cúmulo de circunstancias, Pablo dedujo nuevas implicaciones de Cristo.
Segunda, El germen de todo el pensamiento de Pablo acerca de Cristo en Colosenses existe de hecho en una de sus cartas anteriores. En 1 Corintios 8:6 escribía: « Un solo Señor Jesucristo, por Quien son todas las cosas y por medio de Quien existimos.» En esa frase se contiene en esencia todo lo que dice en Colosenses. La semilla estaba en su mente, lista para brotar y florecer cuando lo requirieran un nuevo clima y nuevas circunstancias.
No tenemos por qué dudar en aceptar Colosenses como una carta escrita por Pablo.
La gran carta
Queda el hecho sorprendente y maravilloso de que Pablo escribiera la carta que contiene el vuelo más alto de su pensamiento a un pueblo tan sin importancia como era entonces Colosas. Pero al hacerlo puso en jaque una tendencia que, si se hubiera dejado desarrollar, habría arruinado el Cristianismo en Asia Menor, y bien podía haber hecho un daño irreparable a la fe de toda la Iglesia.