Hechos 7: El hombre que salió

En vista de todo eso podemos comprender a lo que renunció Moisés: nada menos que todo un reino, para guiar a su pueblo a la libertad en el desierto en una gran aventura con Dios. Así que, una vez más, Esteban está presentando la misma lección: El gran hombre no es el que, como aquellos judíos, está sujeto por el pasado y celoso de sus privilegios, sino el que está dispuesto a dejar las comodidades y la vida fácil para responder a la llamada de Dios. Moisés y el patriarca José fueron rechazados por sus hermanos; pero Dios se valió de ellos para salvar a todo el pueblo. En esto fueron ejemplos de la salvación que Dios había de realizar por medio de Jesucristo, el gran Rechazado.

Un pueblo desobediente

-Fue este mismo Moisés el que dijo a los israelitas: «Dios suscitará un profeta de entre vuestros compatriotas como hizo conmigo» -siguió diciendo Esteban-. Fue él el que, cuando el pueblo se reunió en el desierto, actuó como mediador entre el ángel que habló con él en el monte Sinaí y nuestros antepasados. Él recibió palabras vivas para darnos, pero nuestros antepasados se negaron a obedecerle. Todo lo contrario: le rechazaron, y por ellos se habrían vuelto a Egipto.

Ellos fueron los que le dijeron a Aarón: «Haznos dioses que nos guíen en nuestros viajes; porque ese Moisés que nos sacó del país de Egipto no sabemos lo que ha sido de él.» Entonces se hicieron un becerro, y le ofrecieron sacrificio como a un ídolo, y armaron un gran jolgorio para celebrar lo que habían hecho con sus propias manos. Por eso Dios les volvió la espalda, y los dejó que dieran culto al ejército del cielo, como está escrito en el Libro de los Profetas: « ¿Es que me presentasteis sacrificios y ofrendas aquellos cuarenta años del desierto, casa de Israel? ¿No eran el altar portátil de Moloc y la estrella del dios Renfán las imágenes que os hicisteis para adorarlas? Así es que os desterraré más allá de Babilonia.»

Nuestros antepasados tuvieron en el desierto el Tabernáculo del Testimonio, que se construyó como mandó a Moisés el que hablaba con él, siguiendo el modelo que Moisés había visto. Ese fue el Tabernáculo del Testimonio que trajeron nuestros antepasados con Josué cuando tomaron posesión de los territorios de las naciones que Dios fue arrojando delante de ellos; y se lo fueron transmitiendo de generación en generación hasta el tiempo de David. David fue agradable a Dios, y le pidió que le permitiera proveer una morada para el Dios de Jacob; pero fue Salomón el que edificó el Tem plo, aunque es cierto que el Dios altísimo no habita en edificios hechos por los humanos, como dice el profeta: «c-Los cielos son mi trono, y la Tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa me vais a construir -dice el Señor- , o cuál será el lugar en que Yo pueda descansar? ¿Es que no ha sido mi mano la que lo ha hecho todo?» ¡Qué testarudos sois, con corazones y oídos nada más limpios y obedientes que los paganos! No hacéis más que oponer resistencia al Espíritu Santo. Hacéis lo mismo que hicieron vuestros antepasados. ¿Es que hubo algún profeta al que no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo; y ahora vosotros le habéis traicionado y asesinado… ¡Sí, vosotros, que sois el pueblo que recibió la Ley por conducto de los ángeles, pero que no la obedecéis!

La defensa de Esteban se va acelerando. Todo el tiempo no ha hecho más que condenar por implicación la actitud de los judíos; pero ahora hace más explícita esa condenación. En la parte final de su defensa, Esteban entreteje varios hilos de pensamiento:

(i) Insiste en la desobediencia continua del pueblo de Israel. En los días de Moisés se rebelaron haciendo el becerro de oro.

En el tiempo del profeta Amós se volvían con el corazón a Moloc y a los ídolos de las estrellas. La cita del Libro de los Profetas está tomada del de Amós 5:27, pero Esteban no cita del texto hebreo, sino de la traducción griega.

(ii) Insiste en los magníficos privilegios que ha tenido el pueblo de Israel. Tuvieron la sucesión de los profetas; el Tabernáculo del Testimonio, así llamado porque en él se guardaban las tablas de la Ley, y la misma Ley, que recibieron por medio de ángeles. Esteban menciona varias veces a los ángeles, que no aparecen en el relato bíblico pero la exégesis rabínica había introducido como mediadores entre el Dios trascendente y los hombres. Estas dos cosas se- han de poner juntas: la desobediencia continua y el privilegio continuo. Cuantos más privilegios se tengan, mayor condenación se merece por la desobediencia. Esteban insiste en que la condenación de los judíos es total; porque, a pesar de haber tenido todas las oportunidades para conocer la verdad, sin embargo se rebelaron continuamente contra Dios.

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