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Hechos 7: El hombre que salió

El sumo sacerdote se dirigió entonces a Esteban, preguntándole: -¿Es cierto esto que se dice de ti? -Hermanos y padres de Israel, escuchadme -empezó a decir Esteban-: El glorioso Dios se reveló a nuestro padre Abraham cuando estaba todavía en Mesopotamia, antes de que se fuera a vivir a Harán, y le dijo: «Deja tu tierra y a tu nación, y vete al país que Yo te indique.» Fue entonces cuando Abraham salió de la tierra de los caldeos y residió en Harán. Y después de la muerte de su padre, Dios le trasladó de allí al país en que vosotros vivís ahora; pero en aquel tiempo no le dio la propiedad ni aun de un pie cuadrado, sino solamente le prometió que les daría en propiedad toda esta tierra a él y a sus descendientes -¡cuando él ni siquiera tenía un hijo entonces! Dios le dijo que sus descendientes serían forasteros en el extranjero, y que los maltratarían como esclavos en una tierra extraña cuatrocientos años. «Pero – le dijo Dios- mi juicio vendrá sobre esa nación que los tendrá esclavizados, y seguidamente saldrán de ella para servirme y darme culto en este lugar.»

Como ya hemos visto, el método de defensa de Esteban era hacer una panorámica de la historia de Israel. Pero no como una mera sucesión de hechos; sino que, para él, los personajes y los acontecimientos representaban algo. Empezó con Abraham porque, en el sentido más literal, fue con él con quien empezó la historia de Israel. Esteban ve tres cosas en Abraham:

(i) Abraham fue un hombre que respondió a la llamada de Dios. Como diría el autor de la Carta a los Hebreos, Abraham salió de su tierra sin saber adónde iba (Hebreos 11:8). Tenía espíritu aventurero. Leslie Newbigin, de la Iglesia de la India del Sur, nos dice que las conversaciones para llegar a la unión que dio origen a dicha iglesia se interrumpían a menudo porque algunos de los participantes querían saber adónde conduciría cada paso; hasta que, al fin, alguien tuvo que decirles a aquellas almas precavidas: «Un cristiano no tiene derecho a saber adónde va.» Para Esteban, un hombre de Dios es el que obedece las órdenes de Dios aunque no tenga idea de cuáles serán las consecuencias.

(ii) Abraham era un hombre de fe. No sabía adónde iba; pero creía que, bajo la dirección de Dios, lo mejor estaba todavía por venir. Aun cuando todavía no tenía hijos y, humanamente hablando, parecía imposible que los tuviera, creyó que sus descendientes heredarían algún día la tierra que Dios les había prometido.

(iii) Abraham era un hombre de esperanza. Hasta el final de sus días nunca vio que la promesa se cumpliera plenamente, pero tampoco dudó de que se cumpliría. Así presentó Esteban a los judíos el retrato de una vida aventurera, dispuesta a responder a la llamada de Dios, en contraste con la actitud de los judíos de aferrarse al pasado.

En Egipto

-Y Dios hizo un pacto con Abraham del que la circuncisión es la señal -siguió diciendo Esteban-. Así que Abraham, cuando tuvo a su hijo Isaac, le circuncidó a los ocho días de nacer; e Isaac fue padre de Jacob, y Jacob de los doce Patriarcas. Los Patriarcas tuvieron celos de José, y le vendieron como esclavo para que se le llevaran a Egipto; pero Dios estaba con él, y le redimió de todas sus angustias. Dios le permitió que se ganara con su sabiduría el aprecio del Faraón, es decir, del rey de Egipto, que le hizo gobernador de todo el país y le encargó de todos sus asuntos particulares. En aquel tiempo se produjo una hambruna terrible en todo Egipto y Canaán. Las cosas estaban muy mal, y nuestros patriarcas no tenían manera de encontrar alimentos. Cuando Jacob se enteró de que era posible comprar cereales en Egipto, mandó a nuestros patriarcas en una primera expedición. En la segunda, José les dijo a sus hermanos quién era, y Faraón se enteró de la procedencia de José. Éste envió a llamar a su padre Jacob con toda su parentela, unas setenta y cinco personas, que salieron de donde estaban y se fueron a Egipto. Así fue cómo descendió Jacob a Egipto, donde murió, y lo mismo nuestros patriarcas, cuyos cuerpos fueron trasladados a Siquem y enterrados en la tumba que había comprado Abraham por dinero a la familia de Hamor de Siquem.

A la semblanza de Abraham sigue la de José. La clave de la vida de José se encuentra en sus palabras a sus hermanos, que se encuentran en Génesis 50:20. En aquel momento sus hermanos se temían que, después de la muerte de Jacob, José se vengaría de ellos por lo que habían hecho con él, pero la respuesta de José fue: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.» José fue un hombre para quien lo que parecía un desastre se convirtió en una victoria. Vendido en Egipto como esclavo, metido injustamente en la cárcel, olvidado por el hombre al que había ayudado… al fin llegó a ser el primer ministro de Egipto. Esteban resume las cualidades de José en dos palabras: gracia y sabiduría.

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