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Hechos 27 Empieza el último viaje

Esperando el día

Llevábamos catorce días a la deriva por el mar Adriático cuando, a medianoche, los marineros tuvieron la impresión de que nos encontrábamos cerca de tierra. Echaron la sonda, y hallaron veinte brazas; un poco más adelante volvieron a echarla, y daba quince brazas. Lo que se temían era que diéramos en escollos; así que echaron cuatro anclas por la popa mientras esperaban con ansia que se hiciera de día. Entonces los marineros lo que querían era abandonar la nave, y echaron el esquife al mar pretendiendo que iban a largar las anclas de proa. Pero Pablo les dijo al centurión y a los soldados: -Si estos no se quedan en la nave, no tenéis esperanza de salir con vida vosotros. Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y le dejaron perderse. Y, justo antes del amanecer, Pablo se puso a animar a todos a que tomaran alimento, diciéndoles: -Ya lleváis .catorce días sin descansar ni comer nada, así es que os lo pido por vuestra salud: tomad algo de alimento, que es esencial para sobrevivir; porque os aseguro que no se va a perder ni un pelo de la cabeza de nadie. Y diciendo esto, cogió un pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió en trozos y empezó a comer. Esto les dio ánimo a los demás, y tomaron alimento. Éramos doscientos setenta y seis los que íbamos a bordo; y después de comer todo lo que quisieron, aligeraron la nave tirando el trigo al mar.

Para entonces ya habían perdido del todo el control de la nave. Iba a la deriva, de costado, por el Adriático; no sabían dónde estaban. En la oscuridad oyeron el batir de las olas en alguna costa distante; echaron las anclas de popa para reducir la velocidad de la nave para evitar estrellarse contra las rocas que no podían ver. Fue entonces cuando Pablo asumió el mando. Los marineros querían abandonar la nave en el esquife, que era absurdamente insuficiente para las doscientas setenta y seis personas de a bordo; pero Pablo les estropeó el plan: la compañía tenía que hundirse o nadar unida. A continuación viene un episodio muy humano y sugestivo: Pablo insiste en que coman. Era un hombre inspirado por Dios, pero era también un hombre, intensamente práctico. No le cabía la menor duda de que Dios haría su parte, pero también sabía que ellos tenían que cumplir la suya. Pablo no era uno de esos tipos «tan espirituales que no sirven para nada práctico.» Sabía muy bien que los hambrientos no son eficaces; así es que reunió a la compañía del barco a su alrededor, y los hizo comer.

Al leer el relato nos parece como si se hubiera producido la calma en medio de la tempestad. El hombre de Dios se las ha arreglado para hacer que los demás estén seguros de que Dios está a cargo de la cosa. Las personas más útiles del mundo son las que, estando tranquilas, comunican a los demás el secreto de la confianza. Así era Pablo; y todo seguidor de Cristo debe mantenerse firme cuando todos los demás vacilan.

Escape de lo profundo

Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero se fijaron en una ensenada con playa donde se propusieron intentar varar la nave. Así que cortaron las anclas y las dejaron en el fondo, lo mismo que las amarras del timón, e izaron al viento la vela de proa enfilando a la playa. Pero dieron con un bajío y encallaron. La proa se quedó hincada, y la popa se iba abriendo con la fuerza de las olas. Los soldados propusieron matar a los presos por si se escapaban nadando; pero el centurión lo impidió para salvarle la vida a Pablo, y mandó que se tiraran al mar y fueran a tierra los que supieran nadar, y los demás que procuráramos llegar a la orilla en tablas o cosas de la nave. Así fue como todos llegaron a tierra a salvo.

De nuevo se revela el buen carácter del centurión romano. Los soldados querían matar a los presos para impedir que huyeran. No se les podía reprochar; porque era la ley romana que, si un preso escapaba, la guardia tenía que sufrir el castigo que mereciera el fugitivo. Pero el centurión se interpuso y les salvó la vida a Pablo y a los demás presos. Así que esta tremenda historia acaba con una frase que es un suspiro de alivio: « Así fue como todos llegaron a tierra a salvo.» Gracias a Pablo.

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