Este pasaje es especialmente interesante porque nos presenta la manera de hablar de Pablo a los que eran completamente paganos, sin el menor conocimiento de la fe de Israel al que pudiera referirse. Con personas así empezaba por la naturaleza para llegar al Dios que está detrás de todas las cosas. Empezaba por el aquí y ahora para llegar al allí y entonces. Haremos bien en recordar que el universo es el ropaje del Dios viviente. Se cuenta que una vez, navegando por el Mediterráneo, los del séquito de Napoleón estaban hablando de Dios, al Que eliminaban totalmente. Napoleón había estado callado hasta entonces, pero en cierto momento levantó la mano y señaló al mar y al cielo y dijo: «Caballeros, ¿Quién hizo todo esto?»
El valor de Pablo
Un grupo de judíos llegó de Antioquía e Iconio, y soliviantaron a la gente hasta tal punto que apedrearon a Pablo y le arrastraron a las afueras de la ciudad, dándole por muerto. Pero los discípulos hicieron un corro alrededor de él, y se levantó y volvió a entrar en la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.
En medio de toda aquella enfervorización de las masas, unos judíos llegaron a Listra. Puede que se presentaran allí por una de dos razones: tal vez iban siguiendo a Pablo y Bernabé para deshacer su obra; o a lo mejor eran mercaderes de cereales.
La región alrededor de Listra producía grandes cantidades, y tal vez aquellos judíos habían venido a comprar para llevarlo a Iconio y Antioquía. En cualquier caso, se sorprenderían y enfurecerían mucho al ver que Pablo seguía predicando, y tratarían de soliviantar a la gente en contra de él.
Listra era una colonia romana, y también una avanzadilla. Por eso, cuando la gente se dio cuenta de lo que había hecho tuvo miedo, y sacaron lo que pensaban que era ya el cadáver de Pablo fuera de la ciudad. Temían la reacción de la justicia romana, y trataron de evitar las consecuencias del disturbio.
La nota sobresaliente de este pasaje es el valor a toda prueba de Pablo. Cuando se recuperó -si no estaba muerto poco debía faltarle a juzgar por el comportamiento de la gente-, lo primero que hizo fue volver a entrar en la ciudad donde le habían apedreado. John Wesley aconsejaba: «A la multitud hay que mirarla a la cara.» No puede haber mayor valor que el de Pablo al volver a presentarse a los que habían querido matarle. Ese gesto haría más efecto que cien sermones. Aquellas personas no podrían evitar el preguntarse de dónde sacaba Pablo el valor para actuar así.
Confirmando la Iglesia
Después de anunciar la Buena Noticia en Derbe, donde se convirtieron muchos, Pablo y Bernabé se volvieron a Listra e Iconio, y después a Antioquía. En todos los lugares fortalecían las almas de los creyentes y los animaban a seguir fieles en la fe. «Tenemos que estar dispuestos a pasar lo que sea -les decían- para entrar en el Reino de Dios. » Luego nombraron ancianos responsables en las congregaciones, y después de orar y ayunar los encomendaron al Señor en Quien habían creído. Pasaron por Pisidia y llegaron a Panfilia. Después de predicar el Evangelio en Perge llegaron a la costa en Atalia, donde tomaron un barco para volver a Antioquía, que era donde los habían encomendado a la gracia de Dios para el trabajo que hicieron. Cuando llegaron, convocaron a toda la congregación e informaron de todas las cosas maravillosas que Dios había hecho con ellos, y de cómo les había abierto las puertas de la fe a los gentiles. Y se quedaron mucho tiempo con los creyentes.
En este pasaje vemos tres cosas notables de Pablo:
(i) Vemos su absoluta honradez con los que habían decidido hacerse cristianos. Les dijo con toda franqueza que tendrían que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios. No les dio facilidades. Actuaba sobre la base de que Jesús < no había venido para hacer la vida fácil, sino para hacer grandes a los hombres.»
2 comentarios
Irisbelia Otero
Amén
Yariam Martinez
Gracias,lo leeré .Que tengas un hermoso diadía.