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Hechos 13: Enviados por el Espíritu Santo

En la iglesia local de Antioquía había un grupo de profetas y maestros que estaba formado por Bernabé, Simón el Negro, Lucio el Cireneo, Manahén -que se había criado con el tetrarca Herodes- y Saulo. Cuando éstos estaban dando culto al Señor y ayunando, el Espíritu Santo les dijo: – ¡Venga! Consagradme a Bernabé y a Saulo para que cumplan su vocación en la tarea especial que les tengo asignada.

Después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.

La Iglesia Cristiana ya estaba posicionada para tomar la salida. Los cristianos habían decidido, bien a sabiendas, llevar el Evangelio a todo el mundo. Habían tomado esa decisión bajo la dirección del Espíritu Santo. Los miembros de la Iglesia Primitiva no hacían nunca lo que les parecía, sino lo que Dios quería que hicieran.

Los profetas y los maestros tenían funciones diferentes. Los profetas eran predicadores ambulantes que habían dedicado sus vidas a escuchar a Dios para comunicárselo a los demás. Los maestros eran los que estaban encargados de instruir a los convertidos en las iglesias locales.

Se ha hecho notar que esta lista de profetas y maestros ya es simbólica de la misión universal del Evangelio. Bernabé era judío, de Chipre; Lucio procedía de Cirene, en el Norte de África; Simeón también era judío, pero el hecho de que le llamaran Níger en la forma latina -como viene en la versión Reina-Valera- indica que viviría probablemente en círculos romanos; Manahén tenía contactos aristocráticos, y Saulo mismo era judío, natural de Tarso de Cilicia y con la carrera de rabino. En esta breve lista aparece la influencia unificadora del Evangelio. Hombres de muchas tierras y culturas habían descubierto el secreto de la unidad porque habían descubierto el secreto de Cristo.

Se ha sugerido una interesante especulación. Simeón probablemente procedía de África, como se ve por su apodo. Se ha sugerido que es el Simón Cireneo que llevó la cruz de Jesús (Lucas 23:26). Sería maravilloso que el hombre cuyo primer contacto con Jesús fue llevar su cruz -una tarea que tuvo que cumplir a la fuerza- fue uno de los responsables en el momento de mandar el mensaje de la Cruz por todo el mundo.

Éxito en Chipre

Cuando el Espíritu les dio la orden de ponerse en marcha, bajaron al puerto de Seleucia, desde donde se embarcaron para Chipre. En cuanto llegaron a Salamina, se pusieron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas judías. Tenían a Juan de ayudante. Se recorrieron toda la isla hasta llegara Pafos, y allí se encontraron con un tal Bar-Jesús, mago judío que se las daba de profeta, que tenía contacto con el procónsul Sergio Paulo, que era un hombre inteligente. El procónsul invitó a Bemabé y Saulo a visitarle, porque tenía interés en la Palabra de Dios; pero Elimas «el hechicero» -que es lo que quiere decir su nombre- hizo todo lo posible por impedirles la entrada para evitar que el procónsul se convirtiera. Entonces Saulo -a quien desde ahora llamaremos Pablo- , lleno del Espíritu Santo, se le quedó mirando fijamente y le dijo: – ¡Asqueroso farsante, engendro de Satanás y enemigo de todo lo bueno! ¿Es que no vas a dejar de enredar los buenos caminos que conducen a Dios? Ahora mismo, ¡fíjate!, el Señor te da una bofetada, y te vas a quedar ciego e incapaz de ver ni la luz del Sol por algún tiempo.

E inmediatamente cayó sobre él la más densa oscuridad, e iba a tientas buscando alguien que le llevara de la mano. Y cuando el procónsul vio lo que había sucedido, se quedó maravillado de la doctrina del Señor y se convirtió al Evangelio.

El primer lugar al que fueron Pablo y Bernabé fue Chipre. De allí era Bernabé (Hechos 4:36), y era característico de su noble corazón el querer compartir los tesoros de Jesús en primer lugar con sus paisanos.

Chipre era una provincia romana famosa por sus minas de cobre y sus astilleros. A veces le daban el nombre de Makaria, que quiere decir La Isla de la Felicidad, porque se decía que tenía un clima tan perfecto y recursos tan variados que uno podía encontrar allí todo lo necesario para una vida feliz. Pablo nunca escogió el camino más fácil. Bernabé y él predicaron en la capital, Pafos, famosa por el culto de Venus, la diosa del amor.

El gobernador de Chipre era Sergio Paulo. Aquellos eran tiempos sumamente supersticiosos, y casi todos los poderosos, hasta uno tan inteligente como Sergio Paulo, tenían sus magos, adivinos y exorcistas privados. Bar-Jesús, o Elimas -una palabra árabe que quiere decir el habilidoso- , vio que si el gobernador se hacía cristiano se le habían acabado los privilegios. Pablo le trató con eficacia.

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