Hebreos 11: La fe de la ofrenda aceptable

(i) Vivieron siempre como extranjeros. El autor de Hebreos les aplica tres palabras griegas muy gráficas.

(a) En 11:13 los llama xenoi (pl.). Xenos (sing.) es la palabra griega para un extraño o extranjero, de la que deriva la española xenofobia entre otras. La suerte de los tales era dura en el mundo antiguo. Se los miraba con desprecio, con suspicacia y hasta con odio. En Esparta xenos equivalía a bárbaro. Uno escribe quejándose de que le despreciaban «porque soy un xenos». Otro escribe que, por muy pobre que sea su hogar, es mejor que vivir epi xenés, en el extranjero. Cuando los clubes celebraban sus comidas, los comensales se dividían en miembros y xenoi. Xenos quería decir a veces refugiado. Los patriarcas se pasaron la vida como extranjeros en una tierra que no era la suya.

(b) En 11:9 usa la palabra paroikein, «habitar como extranjero» (R-V60), de Abraham. Un pároikos era un residente extranjero. Se aplica esta palabra a los judíos que fueron deportados a Babilonia y a Egipto. Un pároikos no era mucho más que un esclavo en la escala social. Tenía que pagar un impuesto como extranjero. Siempre era un extraño, y sólo si pagaba formaba parte de la comunidad hasta cierto punto.

(c) En 11:13 usa la palabra parepídémos. Un parepídémos era uno que estaba parando temporalmente, pero que tenía la residencia permanente en algún otro sitio. A veces su estancia era limitada estrictamente. Un parepídémos estaba de pensión, no tenía hogar propio donde le había echado la vida. Los patriarcas fueron toda la vida personas que no tenían un lugar fijo que pudieran llamar su hogar. Eso era una cosa humillante en los tiempos antiguos, y aún lo sigue siendo en muchos lugares. Era llevar siempre un estigma. En la Carta de Aristea se dice: «Es magnífico vivir y morir en la tierra donde se ha nacido; una tierra extranjera produce desprecio a los pobres y vergüenza a los ricos, porque siempre se tiene la sospecha de que los habrán desterrado por algo malo que han hecho.» En Eclesiástico 29:22-28 hay un pasaje lleno de añoranza: Mejor vive un pobre que se cobija en un pajar que el que se aloja suntuosamente en casa de extraños.

Conténtate con lo poco como con lo mucho: y no tendrás que soportar el oprobio de la vida nómada. Mala vida es ir de casa en casa, y donde eres extranjero no puedes abrir la boca.

En caso de que seas extranjero beberás desprecios; y además tendrás que escuchar cosas amargas: -¡Ven aquí, forastero, y ponme la mesa, y sírveme lo que tengas! -¡Lárgate, forastero, de este lugar respetable; ha venido mi hermano y necesito la casa! ¡Cosas dolorosas para hombre entendido, censuras en cuanto al alojamiento, y las burlas del prestamista!

En cualquier tiempo es una desgracia ser forastero en tierra extraña; pero en los tiempos antiguos se añadía a las incomodidades naturales la amargura de la humillación: Los patriarcas fueron toda la vida forasteros en tierra ajena. La figura del forastero se ha convertido en la representación de la vida cristiana. Tertuliano dijo del cristiano: «Sabe que en la Tierra no es más que un peregrino; pero su dignidad está en el Cielo.» Y Clemente de Alejandría: « No tenemos patria en la Tierra.» Y Agustín: «Somos transeúntes exilados de nuestra patria.» Eso no quería decir que los cristianos eran unos estúpidos que vivían en las nubes, desconectados de la vida y el trabajo de este mundo; sino que siempre tenían presente que eran un pueblo de caminantes. Hay un dicho atribuido a Jesús que no se conserva en los Evangelios: « El mundo es un puente. El sabio pasará por él, pero no construirá sobre él su morada.» El cristiano se considera un peregrino de la eternidad.

(ii) A pesar de todo, estos hombres no perdieron nunca la visión ni la esperanza. Aunque tuviera que pasar mucho tiempo para que esa esperanza se hiciera realidad, su luz brillaba siempre en sus ojos. Aunque el camino fuera muy largo, no se detenían nunca. Robert Louis Stevenson decía: «Es mejor viajar esperanzadamente que llegar.» Nunca se rindieron; vivían en esperanza y murieron en expectación.

(iii) A pesar de todo, nunca quisieron volver atrás. Sus descendientes, cuando estaban en el desierto, a menudo querían volverse « a las ollas de Egipto.» Pero no los patriarcas. Habían emprendido el camino, y ni se les ocurría volver atrás. En el vuelo existe lo que se llama el punto sin retorno. Cuando el avión ha llegado a ese punto, ya no puede volver atrás. Su reserva de combustible ha llegado a un nivel que no le permite más que seguir adelante. Una de las tragedias de la vida es el número de personas que se vuelven atrás un poquito demasiado pronto. Otro esfuerzo, una pequeña espera de otro poquito, harían que el sueño se hiciera realidad. En el momento en que un cristiano se lanza a alguna empresa que Dios le envía, debe considerar que ha pasado el punto sin retorno.

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