En el mundo antiguo había quienes creían en los dioses, pero creían que vivían allá lejos, en el espacio entre los mundos, totalmente desapercibidos de estos extraños animales llamados humanos. «Dios -dijo Epicuro como uno de sus principios- no hace nada.» Hay muchos que creen que hay Dios, pero que no creen que Le importamos. Se ha dicho que ningún astrónomo puede ser ateo; pero también se ha dicho que el Dios en el Que tienen que creer los astrónomos es un Matemático. O, como dicen los masones, es «el Arquitecto del Universo». Un Dios así no tiene por qué preocuparse. Se ha llamado a Dios « El Primer Principio», «La Primera Causa», « La Energía Creadora», «La Fuerza Vital». Todos estos nombres y muchos más Le dan las personas que creen en Él, pero no necesariamente como el Dios que se preocupa de nosotros. Cuando le preguntaron a Marco Aurelio por qué creía en los ‹dioses, dijo: « Es verdad: los dioses no se pueden discernir con la vista humana, pero tampoco he visto yo mi propia alma, y sin embargo la respeto. Así es que creo en los dioses y los honro, porque he experimentado su poder una y otra vez.» No había sido la lógica, sino la vida lo que le había convencido. Séneca decía: « La primera condición para dar culto a los dioses es creer que existen… y conocer a esos dioses que presiden el mundo, porque controlan el universo con su poder al mismo tiempo que conocen a cada persona individual.» Y Epicteto decía: « Debéis saber que lo más importante de la reverencia a los dioses es tener una creencia correcta acerca de su existencia y de que ellos son los que ordenan todo bien y justamente.»
Si aquellos que no conocían al único Dios tenían ese certero instinto religioso, mucho más debemos nosotros creer, no solamente que Dios existe, sino también que está implicado en la situación humana. Para nosotros es fácil, porque Dios ha venido al mundo en Jesucristo para decirnos lo mucho que Le importamos y nos ama.
Uno que creyó lo que dios le dijo
Fue por la fe por lo que Noé, una vez que Dios le informó de cosas que todavía no se veían, aceptó con reverencia el mensaje y construyó el arca para que se pudiera salvar su familia. Por la fe se dio cuenta de que el mundo estaba sentenciado, y llegó a recibir la herencia de la justicia que es el resultado de la fe.
La historia de Noé se encuentra en el libro del Génesis, capítulos 6 a 8. La humanidad estaba tan corrompida que Dios decidió que había que destruirla. Le comunicó a Noé Su propósito de juicio y le dio instrucciones para que construyera un arca en la que se pudieran salvar su familia y representantes de toda la creación animal. Con respeto y obediencia Noé le tomó la palabra a Dios, y así se salvó y salvó a su familia.
Como en otros casos, la leyenda añade muchos detalles a esta historia. El autor de Hebreos debe de haber conocido estas leyendas, que completarían su cuadro mental. Una de esas nos cuenta que Noé estaba en duda acerca de la forma que debía darle al arca, y Dios le reveló que tenía que modelarla como el cuerpo de un ave y hacerla de madera de teca. Noé plantó una teca que creció lo suficiente en veinte años para construir de ella toda el arca. Otra historia nos cuenta que, después que Dios le advirtió, Noé se construyó una campana de madera de metro y medio de altura, y la tocaba todos los días por la mañana, al mediodía y por la tarde. Cuando le preguntaron por qué lo hacía respondió: «Para advertiros de que Dios va a mandar un diluvio para destruiros a todos.» Otra historia nos cuenta que, cuando Noé estaba construyendo el arca, la gente se reía de él y le tenía por loco; pero él les decía: «Aunque os riáis de mí ahora, llegará el día en que sea yo el que me ría de vosotros; porque os daréis cuenta a vuestra costa de Quién es el que castiga a los malvados en este mundo y les reserva más castigo en el mundo venidero.» Tal vez por esto se llama a Noé «pregonero de justicia» en 2 Pedro 2:5. Aún más que Abel y Enoc, Noé es hombre de fe.
(i) Noé Le tomó la palabra a Dios. Creyó el mensaje que Dios le comunicó. De momento podía parecer una tontería; pero Noé lo creyó y se jugó el todo por el todo. Está claro que para tomar en serio la palabra de Dios tenía que dejar de lado sus actividades normales para concentrarse en lo que Dios le había dicho que hiciera. La vida de Noé se convirtió en una continua y concentrada preparación para lo que Dios le había dicho que sucedería. A todos nos llega la ocasión de prestar o no prestar atención al Mensaje de Dios. Podemos vivir como si ese Mensaje no tuviera la menor importancia, o como si fuera la cosa más importante del mundo para nosotros. O, para decirlo de otra manera: Noé fue el hombre que prestó atención a la advertencia de Dios, y gracias a ello se salvó del desastre. Nos puede venir la advertencia de Dios de muchas maneras: de nuestra propia conciencia; de alguna palabra de Dios que nos llega derecha al alma; del consejo o la reprensión de alguna persona buena y piadosa, o saltándonos del Libro de Dios o desafiándonos en algún sermón. Si la desoímos será a nuestro riesgo.