El autor de Hebreos dice: «Aunque murió Abel a causa de su fe, todavía nos habla.» Moffatt comenta bellamente: «La muerte no es nunca la última palabra de la vida del justo.» Cuando una persona sale de este mundo, deja algo en él. Puede que sea algo malo que crezca y se extienda como un cáncer; o algo hermoso que brota y florece sin fin. Deja una influencia para bien o para mal; todos, cuando morimos, seguimos hablando. Que Dios nos conceda dejar, no un germen de maldad, sino algo precioso que produzca bendición en las vidas de los que vengan detrás.
Caminando con Dios
Fue por su fe por lo que Enoc fue trasladado de este mundo al otro sin pasar por la muerte, sino simplemente desapareciendo de la vista de las demás personas; y esto porque fue Dios Quien le llevó de esta vida a la otra. Porque, antes de experimentar ese cambio, se dio testimonio de que había agradado a Dios. De otra manera que no sea mediante la fe es imposible agradar a Dios; porque, el que busca a Dios tiene que empezar por creer que Dios existe, y que recompensa a los que Le buscan en su vida.
En el Antiguo Testamento se nos resume la vida de Enoc en una frase: «Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios» (Génesis 5:24). Muchas leyendas se han reunido en torno a su nombre. Se decía que había sido el primer hombre experto en costura y sastrería, y que enseñó a la humanidad a cortar las pieles debidamente para hacer ropa. También se decía que había sido el primero que había enseñado a hacer calzado para proteger los pies. Y también que había sido el inventor de la escritura, y de los libros que sirven para instruir a los demás.
Una leyenda nos dice que el ángel de la muerte hizo un trato de amistad con Enoc. Enoc le hizo tres peticiones: la primera, morir y volver otra vez a la vida, para saber cómo era la muerte; la segunda, ver la morada de los malvados, para saber cuál era el castigo del mal. Ambas se le concedieron. La tercera era que se le dejara ver el Paraíso para saber lo que disfrutaban los bienaventurados. También esto se le concedió; y, una vez que se encontró en el Paraíso, se quedó allí y ya no volvió.
La sencilla afirmación de Génesis tiene una cierta calidad mística. En sí no nos dice que Enoc no murió, sino simplemente que, cuando a Dios le pareció, Enoc desapareció de la Tierra.
De esto hay dos interpretaciones especialmente famosas.
(i) En el libro de la Sabiduría 4:10ss se expone la idea de que Dios se llevó a Enoc consigo cuando todavía era joven, para librarle de las contaminaciones de este mundo. «Fue llevado mientras vivía entre pecadores… Fue arrebatado para que el mal no cambiara su entendimiento, o la astucia engañara su alma.» Es una manera de expresar lo del antiguo dicho clásico: «Los amados de los dioses mueren jóvenes.» Considera la muerte como una recompensa. Quiere decir que Dios amó tanto a Enoc que se le llevó antes de que la edad y la degeneración se le echaran encima.
(ii) Filón de Alejandría, vio en Enoc el gran ejemplo del arrepentimiento. El arrepentimiento le cambió de una vida separada de Dios a una vida de caminar con Dios.
De la sencilla afirmación del pasaje del Antiguo Testamento el autor de Hebreos deduce la idea de que Enoc no murió, sino que Dios le llevó consigo sin que pasara por la muerte. Es posible que el significado sea aún más sencillo, y encierre una lección para todos nosotros: En una generación corrompida y malvada, Enoc caminó con Dios de tal manera que, cuando llegó al final de su vida en este mundo, no hubo para él una interrupción ni un cambio radical; la muerte simplemente le trasladó a una presencia más íntima con Dios. Como Enoc caminaba con Dios cuando la otra gente se alejaba de Él, diariamente se encontraba más cerca de Dios, y la muerte no fue más que el último paso que le introdujo a la presencia del Dios con el Que siempre había caminado.