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Génesis 44: La copa de José

1. Están seguros que son inocentes y por lo tanto afirman que en quien se encuentre la copa, debe morir y ellos se ofrecen como esclavos. Lo que no sabían es que efectivamente la copa estaba en el costal de Benjamín. Eran inocentes, pero no podían negar el hecho.

2. El administrador de José les dijo que solamente debía volver Benjamín y que los otros estaban libres, sin embargo deciden regresar todos a Egipto para sufrir las consecuencias por el «robo» de la copa.

3. Frente a José confiesan que son culpables, aunque en verdad eran inocentes. Esto nos recuerda cuando en el caso de José, insistieron delante de su padre que eran inocentes, cuando en realidad eran culpables.

4. Judá, quien anteriormente había propuesto que José fuera vendido, ahora se presenta como fiador por su hermano.

Judá intercede por Benjamín. El discurso de Judá es uno de los más conmovedores de toda la Biblia. Constituye una pieza genial de la narrativa, llena de informaciones precisas y cargada de emociones profundas. El inicio es muy respetuoso y apelativo y el final crea un impacto conmovedor. Los argumentos escogidos son precisos y siguen el siguiente orden para llegar a su propósito final: Primero, recuerda a José que en el primer encuentro cuando éste insistía en que el hermano menor viniera, ellos habían explicado que el joven era muy querido por su padre, quien le amaba entrañablemente por esta circunstancia especial: Su madre y un hermano habían desaparecido y este hijo le había nacido en la vejez. Ni aun así, el gobernador desistió de su pedido.

Segundo, explica la reacción firme y apelativa del padre de no desprenderse de su hijo menor, pues era lo único que le restaba de una de sus esposas. La pérdida de uno de sus hijos le había causado ya un dolor inconsolable. La perspectiva de la pérdida de este otro hijo sería de una aflicción permanente y hasta la muerte.

Tercero, describe el impacto trágico y horroroso que causaría el no regreso del hijo menor. El padre moriría con profundo dolor y los demás serían culpables para siempre de haber causado tal aflicción. Toda una familia quedaría desintegrada espiritual, social y emocionalmente.

Cuarto, aceptando la culpabilidad, pide no el perdón, sino que se ofrece a sí mismo a sustituir al culpable por las siguientes razones: primera, él salió de fiador a su padre y es el responsable de que el menor regrese a su casa. Segunda, no podría ver sufrir a su padre la ausencia de su hijo menor. En otras palabras, Judá estaba dispuesto a hacer todo lo posible para evitar el sufrimiento de su padre.

Es interesante pensar en el significado de este discurso. Primero, refleja que los hermanos tienen un gran respeto y consideración por su padre Jacob. Segundo, que habían aceptado a Benjamín como hermano y en los términos y relación que Jacob, el padre había determinado (no ya con aborrecimiento, hostilidad y envidia, como a José anteriormente). Tercero, que no estaban poniendo su bienestar personal (específicamente en el caso de Judá) en primer lugar, sino el de Jacob y toda la familia. Cuarto, se reconoce la culpabilidad ante lo que hicieron con José y que Dios finalmente les estaba recompensando por esa maldad.

Todos estos cambios de actitud, de reconocimiento y el impacto conmovedor del discurso convencen intelectual y emotivamente a José que las condiciones se han cumplido y que ha llegado el momento de identificarse plenamente a sus hermanos.

Ni mago, ni exorcista, ni adivino, ni hechicero

Es importante observar cómo el autor de este relato protege a José de ser acusado de practicar la adivinación. Cuando el administrador dice a los hermanos de José: ¿… y por la que suele (mi Amo) adivinar?. Fue parte del drama para confundir a los hermanos. Luego, José dice: ¿No sabéis que un hombre como yo ciertamente sabe adivinar? evitando de manera cuidadosa decir que usa la copa para hacer sus actos de adivinación. Todo lo que dijo fue un hombre como yo… De esa manera el autor guarda armonía con la prohibición estricta sobre la práctica de la adivinación.

En nuestros días se ha renovado el deseo por conocer las cosas ocultas por medio de objetos a los cuales se les atribuyen propiedades milagrosas. No hay ninguna justificación para que una persona temerosa de Dios practique la adivinación o busque a alguien para que le diga alguna cosa acerca de su futuro o pasado. La Palabra de Dios se expresa con claridad contra tal práctica. Dios espera que sus hijos confiemos solamente en él y nos mantengamos fieles a su Palabra.

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