Gén 39:1 Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá.
La fecha exacta de la llegada de José a Egipto no se sabe. Muchos eruditos creen que llegó durante el período de los reyes hicsos. Los hicsos eran extranjeros que llegaron de la región de Canaán. Invadieron Egipto y gobernaron el país durante casi ciento cincuenta años. Si José llegó en el período de los hicsos, se entiende por qué pudo ascender por la escalera real. Como los hicsos eran extranjeros, no les importaba la estirpe de aquel joven y brillante extranjero.
Faraón era el título que se daba a todos los reyes de Egipto. Era un título como «Rey» o «Presidente» utilizado para designar al líder del país. Los faraones que se mencionan en Génesis y Exodo eran personas diferentes.
El Egipto antiguo era una tierra de grandes contrastes. La gente era o exageradamente rica o totalmente pobre. Casi no había términos medios. José sirvió a Potifar, un miembro extremadamente rico del gabinete de Faraón. Las familias ricas, como la de Potifar, se construían casas de dos o tres pisos con jardines y terrazas hermosos. Les gustaban la actuación de artistas en la casa mientras escogían frutas deliciosas de tazones finísimos. A su alrededor había floreros de alabastro, pinturas, hermosos tapetes y sillas talladas a mano. La cena se servía en platos de oro e iluminaban sus cuartos con candelabros de oro. Los sirvientes, como José, trabajaban en el primer piso, mientras que la familia ocupaba los pisos superiores.
Gén 39:2 Mas Jehová estaba con José,(A) y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio.
Gén 39:3 Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.
Potifar fue lo suficientemente sabio como para darse cuenta de que todo lo que encomendaba a José prosperaba en su mano . En estas culturas antiguas la gente buscaba a hombres llenos de poder divino como José.
Gén 39:4 Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía.
Gén 39:5 Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.
Gén 39:6 Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia.
Del pan que comía : José fue excluido de supervisar las comidas posiblemente a causa del prejuicio egipcio contra la práctica de comer con asiáticos.
Gén 39:7 Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo.
Gén 39:8 Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
Gén 39:9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?
La esposa de Potifar fracasó en seducir a José, el que resistió esta tentación al decir que sería un pecado contra Dios. José no dijo: «Te estaría haciendo daño», ni «estaría pecando contra Potifar», ni «estaría pecando contra mí mismo». Cuando estamos bajo presión, uno fácilmente puede racionalizar esas excusas. Recuerde que el pecado sexual no es simplemente un acto realizado por consentimiento mutuo entre dos adultos. Es un acto de desobediencia a Dios.