Gén 27:35 Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición.
Isaac y Esaú se dieron cuenta inmediatamente de lo que Jacob había hecho. Las palabras de bendición habían sido ya pronunciadas; no podían ser retiradas o dirigidas a otro. Los antiguos conocían mejor que nuestros contemporáneos el poder de la palabra hablada. Una bendición, una maldición, una palabra de estímulo, una palabra destructiva, pueden tener un gran efecto si se pronuncian con fe. Hebreos achaca la responsabilidad de lo sucedido a la debilidad de Esaú, y Romanos la atribuye a la providencia de Dios.
Gén 27:36 Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura,(C) y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí?
Gén 27:37 Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío?
Por señor tuyo : A lo largo de gran parte de su historia los descendientes de Esau estuvieron sujetos a los descendientes de Jacob. Por último, alrededor del año 100 a.C., los edomitas fueron conquistados por los judíos y convertidos por la fuerza al judaísmo
Antes de que muriera el padre, este llevaba a cabo una ceremonia de bendición en la que oficialmente traspasaba la primogenitura al heredero. A pesar de que el primogénito tenía el derecho a la primogenitura, no era suya hasta que se pronunciara esa bendición. Antes de que se diera la bendición, el padre podía quitársela al hijo mayor y darla al que más se la mereciera. Pero después de pronunciada la bendición, la primogenitura ya no se podía quitar. Por eso los padres esperaban hasta el último momento para dar esa bendición irrevocable. Aun cuando su hermano mayor le había vendido su primogenitura años atrás, Jacob necesitaba la bendición para ratificarlo.
Gén 27:38 Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró.(D)
Gén 27:39 Entonces Isaac su padre habló y le dijo: He aquí, será tu habitación en grosuras de la tierra, Y del rocío de los cielos de arriba;
Gén 27:40 Y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; Y sucederá cuando te fortalezcas, Que descargarás su yugo de tu cerviz.
Isaac le concedió a Esaú una bendición tan amplia como pudo, sin contradecir la previa bendición otorgada a Jacob. Sus descendientes serían gente cruel y salvaje. Descargarás su yugo : Alude a victorias transitorias, como cuando los edomitas se convirtieron en una molesta espina para Salomón.
Jacob huye de Esaú
Gén 27:41 Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob.
Cuando Esaú perdió la valiosa bendición familiar, su futuro cambió repentinamente. Reaccionó con ira y decidió matar a Jacob. Cuando uno pierde algo de gran valor, o si otros conspiran contra uno y logran su objetivo, la primera reacción y la más natural es la ira. Pero podemos controlar nuestros sentimientos al
(1) reconocer que es una reacción nuestra,
(2) orar por fortaleza, y
(3) pedir que Dios nos ayude a ver las oportunidades que pueden surgir aun de esa circunstancia triste.
Esaú se enojó tanto con Jacob que por un momento olvidó su error al regalar su primogenitura. La ira que producen los celos nos ciega y nos impide ver los beneficios que tenemos para que nos fijemos en lo que no tenemos.