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Génesis 24: Abraham busca esposa para Isaac

Gén 24:59 Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de Abraham y a sus hombres.

Gén 24:60 Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos.

«Posean tus descendientes la puerta de sus enemigos» significa «Puedas tú triunfar sobre tus enemigos».

Gén 24:61 Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue.

Gén 24:62 Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev.

Viviente – que – me – ve era un pozo en la parte sur del país, aproximadamente a 19 km al noroeste de Cades.

Gén 24:63 Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían.

Isaac no era alguien de agradable carácter como su padre Abraham; ni como su hijo Jacob. Era tranquilo, de 40 años de edad y todavía soltero. Su vida fue fundamentalmente un interludio entre dos puntos culminantes

Gén 24:64 Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello;

Gén 24:65 porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió.

Gén 24:66 Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho.

Gén 24:67 Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre.

Cuando Rebeca supo que el hombre que había ido a recibirla era Isaac, su futuro esposo, siguió dos costumbres orientales. Bajó de su camello en señal de respeto y se cubrió el rosto con un velo, como una novia.

La bendición de una mujer generosa

Rebeca, la siria, era la nieta de Nacor, hermano de Abraham. El nombre de Rebeca alude a «atar», e implica que su belleza era tal que literalmente podía «cautivar» o «fascinar» a los hombres. Se la presenta como una joven diligente, trabajadora y sensitiva. Su disposición de servir a Eliezer y sacar agua para todos los sedientos camellos ilustra esto claramente. En lo que le sucedió a Rebeca vemos una lección en cuanto a la forma como Dios provee sorprendentes recompensas para aquellas personas con espíritu de servicio. Poco sabía que esos camellos contenían incontables presentes para ella y su familia. Su deseo de aguardar la bendición de su familia, antes de aceptar la invitación a casarse con Isaac, quien era un opulento príncipe del mundo antiguo, constituye un modelo para la sociedad moderna. ¡Cuántos matrimonios de hoy día serían distintos si:

1) el Espíritu Santo fuera el guía;

2) si la oración y la adoración constituyeran una práctica cotidiana; y

3) si la pareja tuviera la bendición de la familia

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