Gén 15:1 Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.
¿De qué podía temer Abram? Quizá temía la venganza de los reyes que acababa de derrotar (14.15). Dios dio a Abram dos buenas razones para tener valor: prometió defenderlo («Yo soy tu escudo»); prometió darle una recompensa muy grande. Cuando tema lo que viene más adelante, recuerde que Dios no lo dejará en los momentos difíciles y que le ha prometido bendiciones extraordinariamente grandes.
Gén 15:2 Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?
Gén 15:3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.
Sin hijo es la frase que a menudo se usa para referirse a la esterilidad como castigo de Dios. ¿Cómo se compagina esto con la promesa del pacto?; es la queja de Abram. Las costumbres permitían a un antiguo esclavo convertirse en heredero de un hombre sin hijos.
Eliezer fue el siervo más confiable que tuvo Abram. Fue como un mayordomo («el que gobernaba en todo», véase Génesis 24). De acuerdo con la costumbre, si Abram moría sin dejar hijo, su sirviente más antiguo lo heredaría. Aun cuando Abram amaba a su siervo, quería tener un hijo para tener descendencia.
Gén 15:4 Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará.
Gén 15:5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.
No se le prometió a Abram riqueza o fama. Ya la tenía. Más bien Dios le prometió una descendencia tan numerosa e incontable como las estrellas del cielo o como la arena del mar. Váyase a un lugar desolado y trate de contar las estrellas. Recoja un puñado de arena y trate de contar sus granos. ¡Es imposible! Cuando Abram había perdido ya la esperanza de tener un heredero, Dios le prometió descendientes tan numerosos que serían imposibles de contar. ¡Las bendiciones de Dios van más allá de nuestra imaginación!
Gén 15:6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.
contado, (j ashab): Pensar, reconocer, juntar, calcular, imaginar, imputar, tomar cuenta de; juntar los pensamientos propios, hacer juicio, aconsejar, planificar, producir algo en la mente, inventar. Este verbo normalmente equivale al español «pensar», pero también trasmite el sentido del verbo «contar». Chashab es la relación de una gran cantidad de elementos que permiten obtener una conclusión basada en un amplio panorama. En este versículo, Dios evaluó todo lo que significaba la fe de Abraham, y al analizarlo determinó que igualaba a la justicia.
El silencio era la forma como Abram manifestaba su aceptación de la Palabra de Dios (creyó). Ello resultó en un reconocimiento formal (y le fue contado por justicia). Pablo cita dos veces esta declaración. Está en la base de lo que el Nuevo Testamento enseña: El camino de Dios siempre ha sido el de aceptar confiadamente su Palabra, lo cual se expresa entonces en una vida de rectitud.
Aun cuando Abram había demostrado su fe a través de sus acciones, fue la fe y no las acciones lo que hizo a Abram justo ante Dios. Nosotros también podemos tener una relación correcta con Dios al confiar en El plenamente. Nuestras acciones exteriores -asistir a la iglesia, orar y realizar buenas obras- no nos harán por sí mismas justos ante Dios. La relación con Dios se fundamenta en la fe, en la confianza en que Dios es quien dice ser y hace lo que promete hacer. Las buenas obras son una consecuencia natural de lo anterior.
Gén 15:7 Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.
Gén 15:8 Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?
Abram buscó confirmación y seguridad de estar haciendo la voluntad de Dios. Nosotros también anhelamos seguridad cuando pedimos su dirección. Pero podemos estar seguros de que lo que hacemos es correcto si hacemos lo que la Biblia dice. Abram no tenía la Biblia, nosotros sí.
Gén 15:9 Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.
Gén 15:10 Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.
Dios está creando las condiciones para la ceremonia de concertación de un pacto, casi exactamente como se hacía en otras culturas mediorientales de aquellos tiempos. Los pactos bíblicos, así como los seculares, se concertaban con sangre.
El primer pacto con un sacrificio de sangre. El requisito de un sacrificio de sangre como medio de establecer un pacto aparece por vez primera en este episodio, junto a las instrucciones de Dios a Abraham. Los animales que habrían de ser ofrecidos eran seleccionados, cortados en mitades y ordenadamente colocados frente a frente. Los participantes del pacto pasaban entonces entre las mitades indicando que estaban irrevocablemente unidos por la sangre. El cortar el animal sacrificado en mitades indicaba el fin de la vida presente, a fin de establecer una nueva unión o un nuevo pacto. La naturaleza sagrada de esta unión era atestiguada por el derramamiento de la sangre. En esta ocasión sólo Dios pasó entre las mitades, indicando así que era su pacto y que asumiría responsabilidad por su administración. En este relato de la realización del pacto hay tres ingredientes esenciales: 1) la unión que se origina en la iniciativa divina; 2) la ofrenda de un sacrificio de sangre como requisito del pacto; y 3) la administración soberana de Dios para garantizar el cumplimiento del juramento divino.
Gén 15:11 Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.
Gén 15:12 Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Gén 15:13 Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.
Gén 15:14 Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.
El libro de Exodo nos relata la historia de la esclavitud y la liberación milagrosa de los descendientes de Abraham.
Gén 15:15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.
Gén 15:16 Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.
Mientras Abram estaba sumido en un profundo sueño , Dios le reveló el futuro. Cuatrocientos años . . . la cuarta generación : Estas afirmaciones parecen contradictorias, pero aparentemente debían ser comprendidas según el contexto. «Cuatrocientos años» es una aproximación. Gálatas 3:17 calcula 430 años desde el establecimiento de este pacto con Abram. Ello parece más razonable, y fecha estos acontecimientos alrededor del año 1870 a.C. (asumiendo que el pacto con Moisés en el Sinaí haya ocurrido en el 1440 a.C.). Las cuatro generaciones estuvieron representadas por Leví, Kojat, Amram y Moisés.
El amorreo representa a todos los habitantes de Canaán. El castigo de Dios llegará en el momento oportuno.
Los amorreos eran uno de los pueblos que vivían en Canaán, la tierra que Dios prometió a Abram. Dios sabía que crecería la maldad de la gente y que algún día tendría que ser castigada. Parte de ese castigo incluiría quitarles la tierra y dársela a los descendientes de Abram. Dios, en su misericordia, estaba dando a los amorreos tiempo suficiente para que se arrepintieran, pero ya sabía que no lo harían. En el momento preciso, estarían listos para el castigo. Todo lo que Dios hace va de acuerdo con su carácter. El es misericordioso, lo sabe todo, y actúa con justicia y su momento oportuno es perfecto.
Gén 15:17 Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.
Durante una dramática escena Dios se humilló a sí mismo para aceptar el papel de parte menor en este pacto. Según un antiguo pacto hitita, un dignatario menor debía caminar entre las partes sangrantes de animales divididos, al prestar juramento de lealtad a su superior: «¡Hagan los dioses conmigo (y aun más) como he hecho yo con estos animales si no cumplo con los términos de este pacto!» (véase Jer_34:8-22). Aquí también el Señor se colocó voluntariamente a sí mismo por debajo de Abram al concertar el pacto. Este dramático acto prefigura la preciosa dádiva de su único Hijo, quien accedió a morir en una infame cruz por la salvación de toda la humanidad. Un horno humeante , y una antorcha de fuego : Una figura del lenguaje, una frase en la que un sustantivo modifica al otro, de manera que no dos, sino un solo fuego ardiente, el propio Shekiná, pasaba por entre los animales divididos . El Señor era quien prometía; la promesa divina era unilateral, incondicional, sin que en este poderoso pacto se requiriera nada de Abram. Abram simplemente creyó. El pacto con Abraham es el modelo del AT para el nuevo pacto en Jesucristo.
¿Por qué envió Dios esta extraña visión a Abram? El pacto de Dios con Abram era un asunto serio. Representaba una promesa increíble por parte de Dios y una gran responsabilidad para Abram. Para confirmar su promesa, Dios le dio a Abram una señal: un horno humeante y una antorcha encendida. El fuego y el humo sugieren santidad, su celo por la justicia y su juicio sobre las naciones. Dios tomó la iniciativa, dio la confirmación y siguió al pie de la letra sus promesas. La señal que dio Abram era una seguridad visible de que el pacto que Dios había hecho era real.
Gén 15:18 En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates;
Hizo un pacto : El texto hebreo dice «cortar» un pacto porque partían a los animales como señal del acuerdo.
Gén 15:19 la tierra de los ceneos, los cenezeos, los admoneos,
Gén 15:20 los heteos, los ferezeos, los refaítas,
Gén 15:21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.
Este es uno de los más importantes capítulos del AT porque describe el pacto de Abraham, un pacto que finalmente se consumó en Jesucristo.
Esta sección es sumamente importante porque introduce los temas de fe y pacto los cuales han de jugar un papel predominante en el desarrollo del plan redentor de Dios. El pacto es la expresión más concreta y cercana a la fidelidad de Dios en cumplir su promesa inicial. Está dado en el modelo cultural de la época aunque con un significado especial. La respuesta correcta al pacto es la fe, ingrediente hasta ahora no expresado en las reacciones de Abram. El pacto tiene sus condiciones y su cumplimiento no está libre de situaciones de pruebas que han de forzar a Abram a tomar decisiones correctas, a corregir las decisiones erradas y por sobre todas las cosas, a ejercitar la paciencia y experimentar la misericordia de Dios.
Dios sella su llamado con un pacto. Después del incidente de guerra y del encuentro con Melquisedec, aparentemente Abram queda con el temor de posibles conflictos y con dudas en cuanto al cumplimiento de la promesa de parte de Dios. Dios se le aparece, esta vez en visión de noche y se desarrolla un diálogo progresivo que finalmente termina en una relación de pacto entre Dios y Abram. El desarrollo del encuentro se centra en los dos intereses fundamentales en el cumplimiento del plan redentor de Dios: descendencia y tierra. Dios inicia el diálogo dando seguridad en relación a los dos temores de Abram. En cuanto a posibles conflictos, Dios mismo se ofrece como el escudo de Abram. El escudo era el artefacto defensivo de protección del guerrero, imprescindible en las luchas con las armas usadas: espadas, flechas y lanzas. Y aunque Abram rechazara el botín de guerra como galardón, Dios le ofrece un galardón más excelente. Este galardón en términos generales se refiere más bien a la tierra como más tarde se especifica. Abram acepta la protección, pero presenta a Dios el problema central: No tiene un hijo, por tanto el galardón no tiene sentido. Eliezer de Damasco, fiel criado de Abram, según la costumbre legal, podría eventualmente ser adoptado y ser el heredero. Damasco, una ciudad de Aram, la actual Siria, es una de las ciudades más antiguas de población continuada. Por primera vez Abram reclama y atribuye a Dios la carencia de hijos. Hasta ahora Dios le había hablado de descendientes, pero no específicamente de un hijo, inicio de descendencia.
Ante la queja, Dios asegura a Abram que tendrá como heredero un hijo propio. Por primera vez Dios menciona a Abram la posibilidad de un hijo biológico. Esto ante la realidad de que tanto Abram como Sarai eran viejos y Sarai era estéril. Pero juntamente con la promesa de un hijo, Dios asegura a Abram una descendencia tan numerosa que como las estrellas del cielo sería imposible contar. La respuesta de Abram aquí es importantísima. Es una respuesta de fe a la promesa de Dios. En la relación de Abram con Dios hasta ahora había obediencia, adoración y renunciamientos. Por primera vez Abram se apropia de la fe que es la respuesta correcta a las promesas de Dios. Todas las acciones de respuestas anteriores eran necesarias, pero faltaba la fundamental en la relación Dioshombre. Hebreos 11 explica claramente lo que es la fe. Esencialmente es una convicción firme que mueve a uno a aceptar como realidad aquello que Dios promete y vivir conforme a esa realidad. Ante esa respuesta de Abram, Dios le concede una nueva posición, una nueva condición. Como Noé anteriormente, ahora Abram también es justo delante de Dios. Justicia es la relación correcta entre el hombre y Dios. Es el ajuste de conducta al modelo de Dios. Por parte de Dios es conceder esa relación, no teniendo en cuenta la iniquidad del hombre. En el lenguaje del NT, la justicia es el regalo de Dios a la respuesta de fe en Jesucristo. Tanto el apóstol Pablo como luego los hombres que iniciaron la Reforma protestante, han usado el modelo de la respuesta de fe de Abram como central en fundamentar la justificación por la fe. El apóstol Pablo la desarrolla ampliamente en Romanos 4 y Gálatas 2-4.
Una vez resuelta la cuestión de la descendencia, el diálogo continúa durante el día, centrándose ahora en el otro problema: la tierra. Dios toma la iniciativa en reafirmar a Abram su llamado desde Ur de los caldeos y la posesión de la tierra prometida. Más que reafirmación, Abram esta vez reclama una prueba de la seguridad de dicha posesión. La manera que Dios asegura a Abram es a través de un pacto. El pacto en la cultura patriarcal es un acuerdo solemne entre dos partes, las cuales se comprometen mutuamente en alianza con el propósito de cumplir ciertas condiciones especificadas. Eran practicadas varias clases de pactos. Los más comunes eran los pactos de iguales, en el cual dos personas o pueblos entraban en alianza en igualdad de condiciones mutuas. Otro tipo de pacto era el del vasallo al soberano. En este pacto el vasallo, generalmente el vencido en la guerra, se comprometía incondicional y unilateralmente a las condiciones impuestas por el vencedor o soberano más poderoso. En el pacto de Dios ocurre algo muy especial: Dios, el Señor y más poderoso, entra en alianza con su vasallo imponiéndose él mismo condiciones unilaterales. El pacto de Dios no es otra cosa que la expresión concreta de su gracia que le concede al hombre todo a cambio de nada.
Pero la concreción del pacto se desarrolla lentamente. Primero, Dios pide a Abram que prepare un acto ritual con animales especificados. Como parte de la realización de pactos, los actos rituales eran muy importantes. En estos actos, los animales se parten por la mitad para un sacrificio. Las partes en alianza pasan por el medio concretando así solemnemente el compromiso. Luego se ofrecen los animales en sacrificio a la divinidad a quien se considera testigo de la alianza. Parte se deja para la comida ritual que se comparte. Abram prepara los animales y espera hasta el atardecer luchando con las aves de rapiña y con la angustia que se apodera de él por la tardanza de Dios.
Segundo, Dios se le aparece y le declara que sus descendientes no podrán poseer la tierra sino hasta la cuarta generación y que por 400 años estarán esclavizados en un país extranjero. La razón de la tardanza se debe a la paciencia y misericordia de Dios para con los habitantes de Canaán que, aunque eran pecadores en extremo, Dios les seguiría soportando y les concedía tiempo largo pero específico para arrepentimiento antes de su juicio. Por parte de la descendencia de Abram, este lapso histórico hace referencia específica a la esclavitud y opresión en Egipto. La descendencia de Abram debe también soportar con paciencia al igual que Dios, los efectos de la pecaminosidad y crueldad del hombre.
Tercero, al oscurecer Dios, en la presencia de una antorcha ardiente, pasa él sólo por en medio de los animales sacrificados como acto solemne de compromiso a su aliado Abram. Aquí vemos la clase de pacto especial de Dios con Abram. Es Dios quien unilateral e incondicionalmente se compromete.
Cuarto, el pacto se cristaliza especificando los términos comprometidos: Dios ha de conceder la tierra a los descendientes de Abram. Esta promesa posee dos nuevos ingredientes. Primero, se mencionan los límites geográficos. Este incluye todo el territorio que está ubicado entre el río de Egipto (posiblemente se refiera al estrecho mar Rojo que ha servido de límite natural a Egipto) al sur y el río Eufrates al norte. La posesión de todo este territorio siempre permaneció como un ideal en la historia de Israel. En tiempo de Salomón, aunque no se lograra dicha posesión territorial, por el predominio político, por lo menos se llegó a tener una fuerte influencia sobre las diferentes naciones que ocuparon este territorio ideal. Segundo, se mencionan específicamente a diez grupos étnicos, habitantes de Canaán que serán juzgados y despojados de su tierra. Los queneos están identificados como un grupo nomádico que luego se especializan en la metalurgia y que sobreviven con identidad étnica aún en tiempo de los jueces y David. No es tan fácil identificar a los quenezeos, pero estos habitaban también Canaán posiblemente asociados con otros grupos. Los cadmoneos o gentes del oriente eran semitas de vida nomádica. Habitaban mayormente los desiertos, pero algunos grupos estaban también en Canaán. Por lo general, referencias históricas, literarias y arqueológicas indican que los queneos, quenezeos y cadmoneos estaban asociados entre sí. Los heteos, oriundos de Asia Menor, en un tiempo formaron un imperio e invadieron hacia el sur hasta llegar a Canaán donde grupos de ellos quedaron bien establecido. Los ferezeos, posiblemente más que una identidad étnica, constituían un grupo de personas que tenían un estilo peculiar de vida en Canaán. Los refaítas se refiere a los habitantes gigantes de Canaán que sobrevivieron aún en el tiempo de la conquista. Los amorreos o gentes occidentales eran originarios de Siria y llegaron a ocupar la parte norte de Canaán. Ellos se establecieron en las zonas montañosas de Canaán. Los cananeos, quienes se identificaban con el nombre de la tierra que significa “púrpura” por la tintura que hizo famosa al lugar en el teñido de telas, habitaban las llanuras tanto marítimas como las del Jordán. Los términos amorreos y cananeos se usaban muchas veces indistintamente para señalar a cualquier habitante o grupo étnico de Canaán o para indicar a un poblador de la zona montañosa (amorreo) o del valle (cananeo). Los gergeseos, eran posiblemente una tribu importante de los cananeos bien identificables en ese tiempo. En tiempo de Jesús posiblemente los “gadarenos” o “gerasenos” tienen la misma identidad étnica. Los jebuseos eran los habitantes de Sión, gentes que fueron conquistadas recientemente por el rey David. Según la lista genealógica y de naciones del cap. 10, los heteos, jebuseos, amorreos y gergeseos son todos descendientes de Canaán, hijo de Cam. En la lista de pueblos a conquistar por Moisés no se mencionan a los queneos, quenezeos, cadmoneos ni a los refaítas.
La Biblia no registra la respuesta de Abram a este acto tan solemne de Dios. Se limita simplemente a presentar testimonios de las acciones de Abram en esta nueva relación con Dios. De aquí en adelante la relación de Dios con los patriarcas y luego con su pueblo tendrá como centro de referencia el pacto. En el NT el centro de referencia es el Nuevo Pacto sellado no ya en un acto ritual de sacrificio animal, sino con la muerte expiatoria de Jesucristo, el Hijo de Dios
Melquisedec
¿Le gustan los misterios? ¡La historia está repleta de misterios! Por lo general siempre tienen que ver con personas. Uno de los personajes más misteriosos de la Biblia es el Rey de Paz, Melquisedec. Apareció un día en la vida de Abraham (en ese entonces Abram) y nunca más se volvió a saber de él. Sin embargo, lo que sucedió ese día iba a ser recordado a lo largo de la historia y a la larga iba a ser tema en una de las cartas del Nuevo Testamento (Hebreos).
Este encuentro entre Abram y Melquisedec fue de lo más singular. Aún cuando ambos eran extranjeros y no se conocían, poseían una característica muy importante: ambos adoraban y servían al único Dios que creó los cielos y la tierra. Este fue un gran momento de triunfo para Abram. Acababa de derrotar un ejército y recuperaba la libertad de un grupo numeroso de esclavos. Por si tenía alguna duda en cuanto a quién pertenecía la victoria, Melquisedec se lo aclaró bien: «Bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu mano». Abram reconoció que aquel hombre adoraba al mismo Dios.
Melquisedec pertenecía a un pequeño grupo de gente honorable a lo largo del Antiguo Testamento que tuvo contacto con los judíos (israelitas), sin ser él mismo un judío. Esto indica que el requisito para ser un seguidor de Dios no es genético sino que se basa en obedecer con fidelidad sus enseñanzas y reconocer su grandeza.
¿Permite usted que Dios le hable por medio de otras personas? Cuando evalúa a otros, ¿lo hace considerando el impacto de Dios en sus vidas? ¿Se ha dado cuenta de las similitudes entre usted y otros que adoran a Dios, aun cuando la forma de adorar de ellos difiera bastante de la suya?
¿Conoce usted lo suficiente al Dios de la Biblia para saber si lo está adorando de veras? Permita que Melquisedec, Abraham, David y Jesús, junto con muchos otros personajes de la Biblia, le muestren sobre este gran Dios, Creador del cielo y de la tierra. Dios quiere que usted sepa cuánto lo ama. Quiere que lo conozca personalmente.
Viva para Dios y es probable que usted esté donde tiene que estar en el momento preciso. Examínese. ¿A quién o a qué es usted fiel por encima de todo? Si contestó con sinceridad que a Dios, usted vive para El.