Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

Filemón

Pablo, por ser Pablo, podía haberle exigido a Filemón lo que hubiera querido; pero prefiere pedírselo hun-ffidemente. Un regalo tiene que darse con libertad y de voluntad; si se da por obligación, ya no es un regalo.

En el versículo 9 Pablo se describe a sí mismo. La versión Reina-Valera -que seguimos aquí- traduce « Pablo, ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo.» Buen número de expertos proponen sustituir por otra la palabra anciano. Se arguye que Pablo no podía realmente describirse como anciano. Seguramente todavía no tenía ni sesenta años. Se encontraba entre los cincuenta y cinco y los sesenta. Pero sobre esa base, los que objetan a la traducción anciano están equivocados. La palabra que se aplica Pablo es presbytés, y el gran escritor médico griego Hipócrates dice que un hombre es presbytés desde los cuarenta y nueve hasta los cincuenta y seis años de edad; y solo después llegaba a ser un guerón, la palabra griega para viejo.

Pero, ¿qué otra traducción se sugiere? Hay dos palabras que son muy semejantes; sólo se diferencian en una letra, y se pronunciaban exactamente igual. Son presbytés, anciano, y presbeutés, embajador. Es el verbo correspondiente a esta última el que usa Pablo en Efesios 6:20, cuando dice: «Yo soy un embajador en cadenas.» Si creemos que la palabra original sería presbeutés, Pablo está diciendo: «Soy un embajador, aunque soy un embajador en cadenas.» Pero es mucho más probable que debamos retener la traducción anciano porque Pablo está apelando en esta carta todo el tiempo, no a ningún puesto que ocupara o a ninguna autoridad que poseyera, sino solamente al amor. No es un embajador el que está hablando, sino un hombre que ha llevado una vida dura, y ahora se encuentra solo y cansado.

Pablo hace su petición en el versículo 10, y es por Onésimo. Advertimos cómo difiere el pronunciar-el nombre de Onésimo, casi como si quisiera evitarlo. No presenta ningunas disculpas por él; admite abiertamente que era un tipo inútil; pero hace la salvedad de que ahora es útil. El Cristianismo, como solía decir James Denney, es el poder que hace buenos a los malos.

Es significativo notar que Pablo pretende que en Cristo la persona inútil se hace útil. La última cosa que el Cristianismo está diseñado para producir es gente indiferente e ineficaz; produce personas que son útiles y que pueden hacer un trabajo mejor de lo que habrían podido hacerlo si no conocieran a Cristo. Se decía de Alfonso X el Sabio que «de mirar tanto al cielo se le cayó la corona.» El verdadero Cristianismo produce personas que asuran al Cielo para ser útiles en la Tierra.

Pablo llama a Onésimo el hijo que le ha nacido en la cárcel. Un dicho rabínico decía: « Si uno le enseña la Ley al hijo de su prójimo, la Escritura le considera lo mismo que si le hubiera engendrado.» El llevar a una persona a Jesucristo es por lo menos tan importante como el haberla traído a este mundo. ¡Felices los padres que le dan la vida de este mundo a sus hijos, y también los conducen a la vida eterna; porque entonces son los padres de sus hijos por partida doble!

Como ya hemos advertido en la introducción a esta carta, el versículo 12 tiene un doble sentido. Pablo escribe: «Estoy enviándotele de vuelta.» Pero el verbo anapémpein no quiere decir solamente enviar de vuelta, sino también elevar un caso a la autoridad competente; y Pablo le está diciendo a Filemón: « Te remito este caso de Onésimo a ti, para que des sobre él el veredicto que esté de acuerdo con el amor que debes tener.» Onésimo debe haberle llegado a ser muy querido a Pablo en aquellos meses de prisión, porque le hace el elogio de decirle a Filemón que se le envía como si se tratara de un pedazo de su propio corazón.

Y entonces llega la súplica. Pablo habría querido quedarse con Onésimo, pero se le devuelve a Filemón para no hacer nada sin su consentimiento. Aquí volvemos a tener otro detalle significativo. El Cristianismo no pretende ayudar a una persona a escapar de su pasado y huir de él, sino permitirle a uno arrostrar su pasado y elevarse por encima de él. Onésimo se había fugado. Pues bien, entonces tenía que volver atrás, asumir las consecuencias de lo que había hecho y elevarse por encima de ellas. El Cristianismo no es nunca una evasión; es siempre una conquista.

Pero Onésimo vuelve atrás con una diferencia. Se escapó como esclavo pagano; vuelve como hermano en Cristo. Va a serle difícil a Filemón el ver en el esclavo fugitivo a un hermano; pero eso es precisamente lo que le pide Pablo: « Si estás de acuerdo en que tú y yo somos socios en la obra de Cristo, y en que Onésimo es mi hijo en la fe, debes recibirle como me recibirías a mí.»

Aquí encontramos otra cosa muy significativa. El cristiano siempre debe recibir a la persona que vuelve atrás después de cometer una equivocación. Demasiadas veces miramos con suspicacia a la persona que se ha descarriado, y le hacemos ver que no estamos dispuestos a otorgarle otra vez nuestra confianza. Creemos que Dios puede perdonarla, y que la perdona; pero a nosotros nos resulta demasiado difícil. Se ha dicho que lo más alentador de Jesucristo es que confía en nosotros en el mismo terreno en que hemos sido derrotados. Cuando una persona ha cometido una equivocación, la vuelta atrás le puede ser muy dura; y Dios no puede perdonar a la ligera a la persona que, pagada de su propia justicia o carente de simpatía, le hace todavía más difícil la rehabilitación al que vuelve arrepentido.

Última petición y bendición final

Si Onésimo te ha perjudicado de alguna manera o te debe algo, ponlo en mi cuenta. Yo, Pablo, lo escribo de mi puño y letra, y yo lo pagaré. Por no decirte que eres tú el que te me debes a ti mismo. Sí, hermano mío, déjame aprovecharme de ti cristianamente. ¡Anímame el corazón cristianamente! Te escribo con absoluta confianza en tu buena disposición, porque sé muy bien que harás más de lo que te pido.

Al mismo tiempo, ve preparándome alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones se os concederá el que vaya a visitaros.

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