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Ezequiel 33: El Profeta, Atalaya del pueblo

Ezequiel 33:1  Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo:

Oráculo de la restauración. Ahora que estaba sellada la suerte de Jerusalén, y mientras Ezequiel esperaba escuchar sobre la caída de la ciudad,  Dios habló de construir una nueva comunidad. Surgiría un Israel restaurado, unido y libre de pecado. La cristiandad evangélica interpreta el mensaje de estas profecías de dos maneras distintas. La hermenéutica dispensacionalista lo interpreta literalmente, y lo aplica a los que serían los últimos tiempos de la historia de Israel. La hermenéutica clásica los interpreta más en sentido simbólico: Israel representaría en lo fundamental a la Iglesia, pero también, hasta cierto punto, los últimos tiempos de la nación histórica. La consumación de los tiempos ocurriría en tres etapas: la era de la Iglesia, el Milenio y el mundo por venir. Ambas perspectivas se entrelazan en los comentarios sobre estos oráculos.

Este capítulo establece una nueva dirección para las profecías de Ezequiel. Hasta aquí, Ezequiel ha pronunciado juicio por los pecados sobre Judá y las naciones malvadas que la rodeanx. Ahora que Jerusalén cayó, cambia de los mensajes de fatalidad y juicio a mensajes de consuelo, esperanza y restauración futura para el pueblo de  Diosx. Con anterioridad,  Dios designó a Ezequiel para que fuera un atalaya que advirtiera a la nación del juicio venidero. Aquí  Dios lo designa para ser nuevamente un atalaya, pero esta vez para predicar un mensaje de esperanza. Todavía hay secciones de advertencia, pero estas son parte de un cuadro de esperanza mayor.  Dios no incumpliría su promesa de restaurar sus bendiciones a quienes le fueran fieles. Debemos prestar atención a ambos aspectos del mensaje de Ezequiel: advertencia y promesa. A los que persisten en rebelarse en contra de  Dios debe servirle de advertencia. A los fieles a  Dios debe servirle de aliento y esperanza

Ezequiel 33:2  Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo y diles: «Si yo traigo una espada sobre un país, y la gente del país toma a un hombre de entre ellos y lo ponen de centinela,
Ezequiel 33:3  y éste ve venir la espada sobre el país, y toca la trompeta y advierte al pueblo,

Ezequiel 33:4  y el que oye el sonido de la trompeta no se da por advertido, y viene una espada y se lo lleva, su sangre recaerá sobre su propia cabeza.

Ezequiel 33:5  «Oyó el sonido de la trompeta pero no se dio por advertido; su sangre recaerá sobre él. Pero si hubiera hecho caso, habría salvado su vida.

Ezequiel 33:6  «Pero si el centinela ve venir la espada y no toca la trompeta, y el pueblo no es advertido, y una espada viene y se lleva a uno de entre ellos, él será llevado por su iniquidad; pero yo demandaré su sangre de mano del centinela.»

Aunque este versículo se invoca a menudo para presionar a los cristianos a fin de que den testimonio, o de lo contrario  Dios demandará la sangre de quienes se pierdan por su causa, esa no es su intención. Más bien refleja una ley antigua, no un precepto, y una palabra dada a Ezequiel.

Ezequiel 33:7  Y a ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel; oirás, pues, la palabra de mi boca, y les advertirás de mi parte.

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