Éxodo 30: El altar del incienso

Israel no necesitaba un culto nuevo de la misma naturaleza de los de otros pueblos semitas, sino que necesitaba una adoración nueva diferente en forma y calidad. No sería algo evolutivo del pueblo mismo; ¡el culto israelita era el del becerro de oro del estilo de los egipciosx! El culto revelado a Moisés en el monte dio un nuevo significado a ciertas prácticas antiguas e introdujo elementos nuevos con un sentir de moralidad y de enseñanza simbólica profundos. Al bajar del monte Moisés llevó consigo un diseño del Señor y, para mostrar su importancia, se dedicaron trece capítulos del libro para explicarlo. Ciertamente Dios era Señor de la adoración.

El tabernáculo era central en el culto nuevo, pues formaba el núcleo de la vida civil, moral y religiosa del pueblo. La adoración tocaba toda la vida de Israel, y con ella se enseñaban verdades eternas en forma simbólica: Israel era la nación visible que Dios había elegido para ser su representante en el mundo; el tabernáculo era el lugar donde el Dios invisible manifestaba su presencia al pueblo, y la ceremonia de adoración en el tabernáculo estaba formada de lecciones objetivas que enseñaban a Israel lo esencial de la adoración.

El tabernáculo jugó un papel muy importante temprano en la vida nacional de Israel. Al detenerse durante la marcha hacia la tierra prometida, las tiendas del pueblo se ponían alrededor del tabernáculo. ¿Con qué propósito? En primer término, el texto responde: Que me hagan un santuario, y yo habitaré en medio de ellos; … a la entrada del tabernáculo de reunión,… me encontraré contigo para hablarte allí… Yo habitaré en medio de los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehová , su Dios.

En segundo lugar, el tabernáculo, una tienda portátil, servía como símbolo de la presencia de Dios que les acompañaba en el viaje. Kelley escribió: «La presencia de Dios en medio de su pueblo fue lo que más que ninguna otra cosa constituyó a Israel en una nación y la distinguió de todas las otras naciones». Con Kelley se puede afirmar que Israel no tuvo que hacer viajes de vuelta a Sinaí para tener contacto con su Dios. El destino final del pueblo no era Sinaí, sino Canaán, la tierra prometida a los patriarcas. Jehová no era un Dios localizado: era Señor de todo el mundo y su propósito en elegir a Israel era la salvación mundial. Para ayudarles en la tarea, Dios peregrinaba con los suyos. El tabernáculo era un lugar especial de encuentro entre el pueblo y su Dios viviente y presente.

Como se notará con más detalles en los capítulos siguientes, el tabernáculo también tenía un propósito didáctico. Israel, como nación, estaba en su «jardín de infantes». No tenía experiencia en gobernarse ni en la responsabilidad que la libertad involucraba. No estaba preparada para recibir conceptos filosóficos acerca de la naturaleza de Dios y de una adoración puramente espiritual. Entonces, por medio del tabernáculo el Señor les reveló formas prácticas y visibles que representaban verdades espirituales más profundas. Más tarde, al aclararlas, no las invalidó. Simplemente se explicaba el significado de las «lecciones objetivas» (ver la relación de Hebreos con Levítico).

La información acerca del culto de adoración se encuentra en dos lugares: contiene las instrucciones dadas a Moisés por Jehová para la construcción del tabernáculo y la consagración de los sacerdotes; relata el proceso de llevar a cabo la obra. Conviene estudiar las dos secciones juntas para notar con más claridad algunos detalles (p. ej. tiempos y personas de algunos verbos) y aclaraciones del texto.

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