Una experiencia nueva.
Jehová mandó a Moisés que labrara dos tablas nuevas sobre las cuales se escribieran las palabras que estaban en las primeras; con el tema de las tablas se une este relato con el de la apostasía. Al pedir las tablas, el Señor estaba indicando que había perdonado a Israel. Ahora le tocaba al pueblo su respuesta en la renovación del pacto. Otra vez se debía considerar sagrado al monte y nadie debía ser visto en él. Entonces descendió Jehová en la nube, y se presentó allí a Moisés; y éste invocó el nombre de Jehová.
Jehová es fiel a su nombre o a su naturaleza y se hace un resumen de su ser; es compasivo, clemente, paciente, confiable, misericordioso y justo. No se trata con esto de definirlo teológicamente, sino de poner en relieve su actuación a favor de Israel. De todos modos, el texto viene a ser la expresión clásica o la norma para la reflexión teológica futura acerca de la naturaleza divina.
Jehová es compasivo.La palabra viene de una raíz que significa la matriz y simboliza el amor de una madre por una criatura por nacer. Dios es compasivo para con Israel con una compasión duradera.
Verdades prácticas
1. El pecado tiene que ser confesado antes de ser perdonado.
2. La oración lleva a la presencia de Dios y cambia la vida del pecador.
Jehová es clemente. La raíz de la palabra significa “mirar con favor”, “ser bondadoso”, “tener misericordia”, o “compadecer”. El verbo refleja la bondad o la misericordia de un superior, como un rey, para una persona necesitada. Se emplea el sustantivo únicamente como un atributo de Dios.
Jehová es lento para la ira. El Señor es paciente para con los seres humanos. Es una maravilla la paciencia que demuestra Dios hacia el pecador; le deja seguir en la rebeldía, y aun su juicio es redentor. El amor divino sigue tocando y llamando al pródigo para que se arrepienta.
Jehová es grande en misericordia (hesed) y verdad (‘emeth). Hesed es el amor constante e inmutable de Dios que forma la base para el pacto. Es su favor inmerecido, o su gracia que se ofrece al hombre. Es su amor leal; es su fidelidad en el pacto. Es el constante amor divino que solicita la respuesta de hesed, o el amor fiel de parte de los miembros de la comunidad del pacto. Jehová es grande en hesed y en ‘emeth (“verdad”, o “fidelidad”). La palabra ‘emeth significa “firmeza”, “fidelidad” y “verdad”, es algo firme. Dios es ‘emeth, se puede creerlo; es seguro y digno de confianza. Entonces, su hesed es ‘emeth porque es la expresión de su naturaleza; Jehová es grande en misericordia y verdad.
Jehová perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado. El verbo perdonar (nasa’) significa “levantar”, “llevar”, o “tomar”. El Señor toma la culpa y la lleva fuera de uno mismo; aleja el pecado; quita la alienación o el alejamiento producido por el pecado; restablece el derecho de comunión. Dios es el único que puede perdonar las transgresiones.
Se emplean tres palabras clásicas del AT para indicar la maldad común entre los seres humanos:
(1) La “iniquidad” o culpa significa una perversidad moral. Se refiere a algo torcido, o enroscado; es una distorsión; es la desviación del camino;
(2) la “rebelión” es un delito o una transgresión abierta contra una verdad conocida o contra la autoridad máxima, es decir, contra Dios y contra su orden moral. Es más grave que una rebelión contra un legalismo: Es la rebelión contra el soberano Señor del pacto;
(3) el “pecado” significa “errar al blanco”. Es fallar en el ser mismo o en el hacer la voluntad de Dios; es fallar (no lograr) al blanco o al propósito divino para la vida.
Jehová es justo. Las tres palabras para la maldad tratan de la vida interior y exterior; se ocupan de los pecados de comisión y de omisión. Contemplan la perversidad torcida de la personalidad humana que trata de engañar a los demás hasta un descuidado egoísta que no quiere comprometerse con otros. Sin embargo, a pesar de la misericordia tan grande del Señor, de ninguna manera dará por inocente al culpable. La sociedad pagará por la maldad de los padres… sobre la tercera y sobre la cuarta generación. Se aclara: Los padres no serán muertos por culpa de los hijos, ni los hijos serán muertos por culpa de los padres; sino que cada cual será muerto por su propio pecado.