El apóstol y evangelista Juan parece haber sido el más joven de los doce. Fue especialmente favorecido con la consideración y confianza de nuestro Señor, al punto que se lo nombra como el discípulo al que amaba Jesús. Estaba sinceramente ligado a su Maestro. Ejerció su ministerio en Jerusalén con mucho éxito, y sobrevivió a la destrucción de esa ciudad, según la predicción de Cristo. La historia narra que después de la muerte de la madre de Cristo, Juan vivió principalmente en Éfeso. Hacia el final del reinado de Domiciano fue deportado a la isla de Patmos, donde escribió su Apocalipsis. Al instalarse Nerva, fue puesto en libertad y regresó a Éfeso, donde se cree que escribió su Evangelio y las epístolas, alrededor del año 97 d. C., y murió poco después.
El objetivo de este Evangelio parece ser la transmisión al mundo cristiano de nociones justas de la naturaleza, el oficio y el carácter verdadero del Maestro Divino, que vino a instruir y a redimir a la humanidad. Con este propósito, Juan fue guiado a elegir, para su narración, los pasajes de la vida de nuestro Salvador que muestran más claramente su autoridad y su poder divino; y aquellos discursos en que habló más claramente de su naturaleza, y del poder de su muerte como expiación por los pecados del mundo. Omitiendo o mencionando brevemente, los sucesos registrados por los otros evangelistas, Juan da testimonio de que sus relatos son verdaderos, y deja lugar para las declaraciones doctrinarias ya mencionadas, y para detalles omitidos en otros Evangelios, muchos de los cuales tienen enorme importancia.
El Evangelio de la mirada de águila
Para muchos cristianos, El Evangelio según san Juan es el libro más precioso del Nuevo Testamento. Es el libro en el que, por encima de todo, alimentan sus mentes, edifican sus corazones y descansan sus almas. A menudo encontramos en las vidrieras de colores y sitios así a los evangelistas representados simbólicamente con las figuras de los cuatro seres vivientes que vio el autor del Apocalipsis alrededor del trono de Dios. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo ser era semejante a un becerro; el tercer ser tenía el rostro como el de un hombre, y el cuarto ser era semejante a un águila volando. Apocalipsis 4:7.
Los símbolos se distribuyen de diversas maneras entre los evangelistas; pero lo más corriente es asignar el hombre a Marcos, porque es el más sencillo y natural y humano de los Evangelios; el león representa a Mateo, porque es el que vio a Jesús específicamente como el Mesías y el León de la tribu de Judá; el becerro corresponde a Lucas, porque es el animal del servicio y del sacrificio, y Lucas vio a Jesús como el gran Siervo de los hombres y el Sacrificio universal por toda la humanidad, y el águila representa a Juan, porque es el único animal que puede mirar directamente al Sol sin deslumbrarse, y Juan tiene la mirada más penetrante de todos los autores del Nuevo Testamento para escrutar las verdades y los misterios eternos y la misma naturaleza de Dios. Muchos se encuentran más cerca de Dios y de Jesucristo en Juan que en ningún otro libro del mundo.
El Evangelio que es diferente
Pero no tenemos más que leer el Cuarto Evangelio de corrido para darnos cuenta de que es distinto de los otros tres. Omite muchas cosas que los otros incluyen. Por ejemplo: no nos relata el nacimiento de Jesús, ni el bautismo, ni las tentaciones; no hace referencia a la última Cena, ni a Getsemaní, ni a la Ascensión. No nos dice ni una palabra de la curación de personas que estuvieran poseídas por demonios o espíritus malos. Y, probablemente lo más sorprendente: no contiene ninguna de las parábolas que contó Jesús y que son una parte tan preciosa de los otros tres Evangelios. En ellos Jesús usa, o bien esas historias maravillosas, o breves frases epigramáticas (el epigrama es una composición poética breve en que con precisión y agudeza se expresa un solo pensamiento principal, por lo común festivo o satírico) y gráficas que se quedan en la memoria. Pero el Cuarto Evangelio nos conserva discursos de Jesús que ocupan a veces capítulos enteros, y que son exposiciones razonadas y desarrolladas, muy diferentes de los dichos jugosos e inolvidables de los otros tres Evangelios.
Todavía más sorprendente es que el relato que nos hace el Cuarto Evangelio de los hechos de la vida y el ministerio de Jesús es a menudo distinto del de los otros tres.
(i) Juan hace un relato distinto del principio del ministerio de Jesús. En los otros tres Evangelios se deja bien claro que Jesús no surgió como predicador hasta después que metieron a Juan el Bautista en la cárcel. «Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del Reino de Dios» Marcos 1:14; Lucas 3:18; Mateo 4:12. Pero en Juan hay un período considerable de tiempo durante el cual el ministerio de Jesús coincide con la actividad de Juan el Bautista. Juan 3:22-30, 4:1-2.