Nunca transijas o mengües en tus normas, creencias o convicciones con la esperanza de que si no fueras «tan estricto» quizá te iría mejor en la vida. Firme, aunque respetuosamente, ocupa tu lugar y te respetarán por ello.
Se cuenta que durante la Guerra Civil norteamericana un soldado se imaginó que le iría mejor y estaría más seguro si se vestía con una guerrera de un ejército y con pantalones del otro. Así entró en batalla y el resultado fue que le dispararon de ambas direcciones.
La doble identidad no le ayudó.
Tampoco nos ayuda a los cristianos ceder un poco al estilo de vida del mundo para granjeamos la simpatía de los que viven según el mundo. Recordemos las palabras de Jesús: «Estáis en el mundo, pero no sois del mundo.»