(iv) Pide a Dios una nueva concienciación del poder de Dios. Para Pablo, la prueba suprema de ese poder había sido la Resurrección. Fue la demostración de que el propósito de Dios no se puede detener por ninguna acción humana. En un mundo que parece caótico, es bueno darse cuenta de que Dios sigue en control.
(v) Pablo acaba hablando de la conquista de Cristo en una esfera que no quiere decir gran cosa para mucha gente hoy. La versión Reina-Valera dice que Dios ha elevado a Jesucristo «sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra.» En los días de Pablo se creía sin la menor duda tanto en los demonios. como en los ángeles; y estas palabras que usa Pablo son los títulos de diferentes grados de ángeles. Está diciendo que no hay ningún ser en el Cielo ni en la Tierra al que Jesucristo no sea superior. En esencia la oración de Pablo es que los creyentes nos demos cuenta de la grandeza del Salvador que Dios nos ha dado.
El cuerpo de Cristo
Llegamos a los dos últimos versículos de este capítulo, en los que Pablo expone uno de los pensamientos más aventureros y elevados que haya tenido nadie jamás. Llama a la Iglesia por su título supremo: El Cuerpo de Cristo.
A fin de entender lo que Pablo quiere decir, volvamos al pensamiento clave de esta epístola. El mundo tal como se nos presenta es una desunión total. Hay desunión entre judíos y gentiles, entre griegos y bárbaros; hay desunión entre diferentes personas de la misma nación; hay desunión dentro de cada persona, porque en cada uno de nosotros el bien lucha con el mal; hay desunión entre la humanidad y la naturaleza, y, sobre todo, hay desunión entre el hombre y Dios. La tesis de Pablo era que Jesús había muerto para unir en uno todos los elementos discordantes de este universo, borrar las separaciones, reconciliar al hombre con el hombre y al hombre con Dios. Jesucristo era por encima de todo el instrumento de Dios para la reconciliación.
Fue para reunir todas las cosas y a todas las personas en una sola familia para lo que Cristo murió. Pero está claro que esa unidad no existe todavía. Echemos mano de una analogía humana. Supongamos que un gran médico descubre la cura del cáncer. Una vez que se ha descubierto, la cura existe; pero antes de que esté disponible para todos los enfermos que la necesitan tiene que salir al mundo. Los médicos y los cirujanos deben tener conocimiento de ella y entrenarse para usarla. La cura existe, pero una sola persona no puede llevarla a todos los que la necesitan; un cuerpo de médicos tiene que ser el agente que se encargue de que llegue a todos los pacientes del mundo. Eso es precisamente lo que es la Iglesia de Jesucristo. Es en Jesús en Quien todos los seres humanos y todas las naciones pueden llegar a ser una sola cosa; pero antes de que eso suceda tienen que conocer a Jesucristo, y esa es la tarea de la Iglesia. Cristo es la Cabeza; la Iglesia es el Cuerpo. La cabeza tiene que tener un cuerpo para actuar. La Iglesia es literalmente las manos para hacer la obra de Cristo, los pies para ir por Él a todas partes y la voz para proclamar Su palabra.
En la frase final del capítulo, Pablo expone dos pensamientos tremendos. Dice que la Iglesia es el complemento de Cristo. De la misma manera que las ideas de la mente no se pueden realizar sin el cuerpo, la gloria maravillosa que Cristo trajo a este mundo no se puede hacer efectiva sin la obra de la Iglesia. Pablo pasa a decir que Jesús está llenando paulatinamente todas las cosas en todos los lugares, y que esa acción la está desarrollando la Iglesia. Este es uno de los pensamientos más alucinantes del Evangelio. Quiere decir nada menos que el plan de Dios de un mundo unido depende de la Iglesia.
Hay una leyenda antigua que nos cuenta lo que pasó cuando Jesús volvió al Cielo después de haber pasado un tiempo en la Tierra. Aun en el Cielo seguía llevando las cicatrices de Su pasión. Los ángeles estaban hablando con Él, y Gabriel dijo: «Maestro, tienes que haber sufrido terriblemente por los humanos de allí abajo.» «Es verdad,» le contestó Jesús. «Y -siguió diciéndole Gabriel-, ¿ya saben todos cuánto los has amado y lo que has hecho por ellos?» «Oh no -dijo Jesús-,todavía no. Hasta ahora solo lo saben unos pocos en Palestina.» «¿Y qué plan has hecho dijo Gabriel- para que todos lo sepan?» Jesús dijo: «Les he pedido a Pedro y a Santiago y a Juan y a otros pocos que dediquen sus vidas a hablarles a otros de Mí; y los otros se lo dirán a otros, y así a otros, hasta que el último ser humano en el último rincón de la Tierra sepa lo que Yo he hecho.» Gabriel parecía dudar, porque sabía muy bien lo poco de fiar que somos los humanos.
«Sí -dijo-, ¿pero qué si Pedro y Santiago y Juan se olvidan? ¿Y si no cumplen los que vayan detrás? ¿Qué si allá abajo, en el siglo veinte, la gente no sigue hablando de Ti? ¿Es que no has hecho ningún otro plan?» Y Jesús respondió: «Pues no, no he hecho ningún otro plan. Cuento con ellos.» Decir que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo quiere decir que Jesús cuenta con nosotros.