El guardia y el guerrero

Cierto día un guardia se encaminaba hacia las montañas, buscando una piedra preciosa para agradar a su Rey, y teniendo suerte encontró una que complació al Rey.

Este guardia siempre tenía problemas en su vida, pero siempre lograba resolverlos, ya que había aprendido mucho de la gran sabiduría de su Rey.

Un día después de haber caminado largo rato decidió darse un descanso y reposar debajo de un árbol que daba mucha sombra. El clima le resultaba sumamente familiar ya que vivía por esos lugares desde hacía muchos años.

De pronto el sueño lo invadió y echándose sobre el pasto empezó a roncar como un león, su siesta fue tan larga, que poco a poco fue atardeciendo.

En eso, un guerrero herido y sangrando se acerco a él, se sentía abatido, venía de un largo viaje y se encontraba cansado y perdido.

El guerrero despertó al guardia y le dijo-por favor auxíliame- entonces el guardia con voz firme contestó – no os preocupéis porque yo os aseguro que encontrareis lo que buscáis yo vivo con un Rey muy sabio y bondadoso y sé que no me negará lo que le pida.- Enseguida llevó al guerrero al castillo y pidió para él un refugio, y al ver concedida su petición agradeció profundamente al Rey para después retirarse a reposar en su habitación.

No pasado mucho tiempo el guerrero se presentó ante el Rey y el guardia y este último notó un gran cambio en el rostro de su recién encontrado amigo, lo miro alegre y fortalecido ¡no parecía el mismo! Tal parecía que en ese corto tiempo había sanado de las heridas que lo aquejaban.

Entonces el guardia al oír hablar al guerrero se dio cuenta que era una persona con gran sabiduría y nobleza. El Rey al notar su sorpresa sentenció:

La confianza no se gana sólo por las palabras, sino por los hechos.

— Pero cómo es que un hombre fuerte y lleno de sabiduría puede parecer de pronto tan débil?

Entonces el guerrero exclamó:

— Aquel hombre que se deja instruir por la sabiduría fortalece su alma, y no será encontrada en él debilidad alguna, porque en su corazón encontrará la fuerza necesaria para ser una persona leal consigo misma y con los demás.

Al oír estas palabras el guardia aprendió que la fortaleza no se encuentra en el exterior sino en el interior de la persona, y es a través del alma y del corazón fortalecido por el amor y la generosidad que los seres humanos pueden salir adelante.

El guerrero abandonó el castillo agradeciendo la hospitalidad del Rey y de su guardia.

El guardia jamás volvió a ver a aquel guerrero pero comprendió que al ayudarlo también se había ayudado a sí mismo al engrandecer la sabiduría que le había sido concedida.

A partir de ese momento no perdió la oportunidad de trasmitir a cada persona que conocía que la verdadera fortaleza del hombre se encuentra en su interior pero que algunas veces es necesario ayudarnos unos a otros a recuperarla.

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