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El canto de las sirenas

«Cuenta la leyenda que advertido por la diosa Circe de lo peligroso que era el canto de las Sirenas, Ulises ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Si por el hechizo musical pedía que lo liberasen, debían apretar aún más fuerte sus ataduras.

Gracias a ello Ulises fue el único ser humano que oyó el canto de las sirenbas y sobrevivió a quienes devoraban a los infaustos que se dejaban seducir. Estas criaturas monstruosas se precipitaron al abismo al verse vencidas.»
 
Cuán superior es nuestra vida a la de Ulises. Nosotros en vez de taparnos los oídos los abrimos para escuchar el canto de Jesús que es nuestra fuerza, y en vez de atarnos a un mástil nos clavamos juntamente con Cristo en la cruz donde somos muertos al pecado. Por eso no escuchamos el canto del mundo, a pesar de que lo oímos, porque «todo lo podemos en Cristo que nos fortalece».
 
A diferencia de Ulises no coqueteamos con los placeres y hechizos de las sirenas. Porque Jesús puso un canto de liberación en nuestra alma.

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