«En cierta ocasión, mientras esperaba un tren en la India, preguntó a un caballero indio si tomaría el tren que estaba por llegar. Contestó que no, porque tan sólo había en él coches de tercera clase. Le dije que yo lo tomaría.
—Claro —replicó—. Usted puede hacerlo porque es un cristiano. Si viaja en primera clase eso no lo exalta, y si va en tercera no lo degrada. Usted está por encima de estas distinciones, pero yo tengo que respetarlas, pues soy un brahmán.
«Si hubiera podido dar rienda suelta a mis impulsos —continúa el doctor Jones— habría danzado en el andén. La primera clase no exalta, la tercera no humilla, la alegría no nos hace perder la cabeza, ni la pena nos destroza el corazón, cuando somos verdaderamente cristianos y no vivimos de apariencias.»