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Eclesiastés 9: Todo está en manos de Dios

Eclesiastés 9:1 Ciertamente me he dado de corazón a todas estas cosas, para poder declarar que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios.[a] Y que los hombres ni siquiera saben qué es amor o qué es odio, aunque todo está delante de ellos.

Si se trata del amor o del odio, el hombre no lo sabe (v. 1). Todo se recibe de Dios, pero lo que hemos recibido somos incapaces de discernir si son o no pruebas de su amor. Desde luego los bienes materiales tienen esa ambigüedad de sentido. En el NT Pablo necesitó una revelación de Dios, para saber que su ón en la carne” era para su bien (2Co_12:8-10).

A todos les sucede lo mismo (v. 2). Y sigue una serie antitética de actitudes humanas, pero no hay diferencia alguna en el destino de ellos. Lo mismo acontece a todos. La referencia es a los males comunes que padece la humanidad. Así como el sol sale para todos, también las tempestades, las pestes y los terremotos vienen sobre todos. Que haya excepciones no es algo que motive la preocupación del sabio. Para un pensamiento análogo hay que ver Job 9:22: Al íntegro y al impío él los consume; para una idea distinta hay que ver Job 5:20-23. Precisamente el Predicador discute esa forma de pensamiento, aunque posiblemente diría que el justo que sufre cuenta con Dios, incluso en su sufrimiento, cosa que el impío no puede hacer.

Que después descienden al lugar de los muertos (v. 3). La última de las cuatro cosas que manifiestan la semejanza del destino de todos los humanos.

Mejor es perro vivo que león muerto (v. 4.) Evidentemente viene de un refrán popular. El perro era el más despreciable de todos los animales (1Sa_17:43; 1Sa_24:14; 2Sa_9:8, etc.) y el león el más poderoso (2Sa_1:23; 2Sa_17:10; Psa_30:30). El estar vivo es lo que hace preferir ser perro que ser león. Saben que han de morir (v. 5). ¡Irónica ventaja, después de todo, la que tiene el vivo sobre el muerto! Pues la memoria de ellos es puesta en el olvido. Se repite el pensamiento Deu_2:16. El Predicador no se puede consolar de la muerte pensando en la inmortalidad del recuerdo. Su amor, su odio y su envidia, abarcan las poderosas motivaciones de la conducta humana, y que no tiene ningún significado en el lugar de los muertos. Representa el triste énfasis de la condición de los muertos según el AT.

En los vv. 7 al 10 tenemos una apreciación positiva de la vida, el disfrute de los bienes elementales, pero en su justa proporción. En cuanto queremos hacer un absoluto de ellos se transforman en aflicción de espíritu. Se ha señalado el paralelo de este pasaje con el poema de Gilgames: “Tú, Gilgames, llena tu vientre, alégrate día y noche. Haz cada día una fiesta de regocijo; baila y salta día y noche. Que tus vestidos estén limpios, tu cabeza lavada; báñate en agua. Presta atención al pequeño (niño) que tienes en tus manos. Que tu esposa se deleite en tu regazo. Porque esta es la tarea de la humanidad.” No debe esto extrañarnos, dado el carácter universal de la literatura de sabiduría.

Porque tus obras ya son aceptables (v. 7). Ibn Ezra entiende esta oscura declaración como: “Porque estas son las cosas que Dios espera que hagas” (A. Cohen). Dios quiere que el hombre sea feliz. Todo lo que venga a la mano para hacer (v. 10), lo que nos brindan las oportunidades de la vida. Hay que recordar que bíblicamente el trabajo como realización del ser humano es anterior a la caída (Gen_2:15). Porque… a donde vas, no hay obras, ni cuentas. Como las obras de sabiduría, el Predicador también aprueba el trabajo como realización de la vida humana.

Eclesiastés 9:2 Todo acontece de la misma manera a todos; lo mismo les ocurre al justo y al malvado, al bueno,[b] al puro y al impuro, al que sacrifica y al que no sacrifica; lo mismo al bueno que al pecador, tanto al que jura como al que teme jurar.

“Todo acontece de la misma manera a todos” significa que todos moriremos.

Eclesiastés 9:3 Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo suceso acontece a todos, y que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez durante toda su vida. Y que después de esto se van con los muertos.

Eclesiastés 9:4 Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león muerto.[c]

Eclesiastés 9:5 Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido.

Cuando Salomón dice que los muertos no saben nada y que no hay trabajo, ni planificación, ni conocimiento, ni entendimiento en la muerte, no está contrastando la vida con la vida después de la muerte, sino la vida con la muerte. Una vez que usted muere, no puede cambiar lo que ha hecho. La resurrección a una nueva vida después de la muerte era un concepto vago para los creyentes en la época del Antiguo Testamento. Sólo quedó claro después de que Jesús se levantó de los muertos.

Eclesiastés 9:6 También perecen su amor, su odio y su envidia; y ya nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.

Eclesiastés 9:7 Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son agradables a Dios.

Considerando las incertidumbres del futuro y la certeza de la muerte, Salomón recomienda disfrutar la vida como un regalo de Dios. Quizá pudo haber estado criticando a quienes posponen todos los placeres por acumular riquezas. Salomón pregunta: “¿De qué valen las riquezas?” Es importante disfrutar de los regalos de Dios mientras podamos, porque el futuro es muy incierto.

Eclesiastés 9:8 Que en todo tiempo sean blancos tus vestidos y nunca falte perfume sobre tu cabeza.

Se usaban ropas blancas y ungüento en la cabeza en señal de felicidad y celebración.

Eclesiastés 9:9 Goza de la vida con la mujer que amas,[d] todos los días de la vida vana que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad. Esta es tu recompensa en la vida, y en el trabajo con que te afanas debajo del sol.

Salomón también escribió un proverbio acerca del matrimonio. “El que halla esposa, halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová” (Pro_18:22). Qué triste es estar casado y no apreciar ni disfrutar el gozo y el compañerismo que Dios nos ha dado.

Eclesiastés 9:10 Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría.[e]

Eclesiastés 9:11 Me volví, y vi debajo del sol que ni es de los veloces la carrera, ni de los fuertes la guerra, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; pues a todos les llega el tiempo y la ocasión.

No es difícil pensar en casos donde el más rápido o el más fuerte no gana, el sabio pasa hambre y los inteligentes no son recompensados con riqueza ni honor. Cuando se ven casos así, la gente dice que la vida es injusta, y tienen razón. El mundo es finito y el pecado ha torcido la vida, haciendo de ella todo lo contrario a lo que es el propósito de Dios. Salomón está tratando de reducir nuestras expectativas. El libro de Proverbios enfatiza cómo sería la vida si todos actuáramos con justicia. Eclesiastés explica lo que sucede a menudo en nuestro mundo imperfecto y pecaminoso. Debemos mantener nuestra perspectiva. No deje que las injusticias de la vida le impidan realizar un trabajo serio y dedicado. Nosotros servimos a Dios, no a la gente (véase Col_3:23).

El poder de la sabiduría,Gen_9:11-18

A pesar de lo dicho en 1:16-18, si no se espera demasiado de la sabiduría ésta tiene su valor para el ser humano, valor que no depende del reconocimiento social de la sabiduría sino de la íntima satisfacción del que puede hacer un uso adecuado de ella. El sabio, como el necio, está sujeto a las vicisitudes de la vida, y no siempre puede escapar a éstas. Sin embargo, hay ocasiones en que el uso de la discreción y la sabiduría manifiestan su valor. No hay duda que en el pensamiento del Predicador se puede dar el caso de una sabiduría necia, por eso el consejo que ya hemos visto: No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué habrás de destruirte? (7:16). El sabio no sólo es sabio sino que también sabe cuándo y cómo debe usar de ella, pero aun esto último depende de un imponderable: la oportunidad que puede estar oculta a su entendimiento porque el hombre tampoco conoce su tiempo (9:12)

No es de los veloces… ni de los valientes… ni de los sabios… ni de los entendidos (v. 11). Con esto no quiere decir el Predicador que el lerdo, el cobarde, el ignorante, son los que han de triunfar, sino sencillamente que algunas veces no bastan para triunfar las buenas cualidades humanas. Hay circunstancias que a veces desafían la mejor disposición humana pero en la mayoría de los casos las buenas cualidades humanas hallan la manera de triunfar, y es lo que el sabio dirá con el ejemplo del hombre que salvó la ciudad. ¡Hay que contar siempre con lo imprevisto! El tiempo y el contratiempo se refieren a la oportunidad y el tropiezo, que pueden hacer fracasar al capaz y triunfar al incapaz. Sucede pocas veces ¡pero sucede!

Eclesiastés 9:12 Ahora bien, el hombre tampoco conoce su tiempo: Como los peces apresados en la mala red, o como las aves que se enredan en el lazo, así se ven atrapados los hijos de los hombres por el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.

El hombre tampoco conoce su tiempo (v. 12). No se refiere aquí, como algunos interpretan, al tiempo de su muerte, sino como en el versículo anterior, al hecho de que se le escapa la oportunidad. Como los peces… como los pájaros. Son como seres irracionales que están bajo el dominio del hombre (Job_8:8) y a los cuales compara el sabio al hombre que cae bajo el dominio del tiempo malo, queda al dominio de sus circunstancias.

Eclesiastés 9:13 También vi debajo del sol esto que me parece de gran sabiduría:

Eclesiastés 9:14 Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes, y vino un gran rey que le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes;

Eclesiastés 9:15 pero en ella se hallaba un hombre pobre y sabio, el cual libró a la ciudad con su sabiduría. ¡Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre!

Eclesiastés 9:16 Entonces dije yo: «Mejor es la sabiduría que la fuerza,[f] aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras».[g]

La sabiduría no reconocida. El Predicador recuerda un incidente en el cual hubo una lucha entre el prestigio (un gran rey) y la insignificancia (ciudad pequeña), entre la fuerza (grandes torres de asedio) y la debilidad (ciudad pequeña). El incidente preciso no se conoce, pero era similar a los hechos en Jue. 9:50-55 y 2 Sam. 20:15-22. La última oración del v. 15 significaría que nadie se acordó del hombre pobre después que dio su ayuda. No obstante, la línea puede ser traducida “él pudo haber librado la ciudad con su sabiduría”. Esto concuerda con el v. 16: las humildes circunstancias de la persona pobre están en su contra y su sabiduría es desoída. Pero éste no es un llamado a que abandonemos a la sabiduría como inútil, sino más bien a perseverar en su luz y dejar a Dios el resultado.

Eclesiastés 9:17 Las palabras serenas del sabio son mejores que el clamor del señor entre los necios.

Eclesiastés 9:18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo error destruye mucho bien.

Nuestra sociedad sitúa la riqueza, la belleza física y el éxito por encima de la sabiduría. Sin embargo, la sabiduría es un bien mayor que la fortaleza, a pesar de que con frecuencia las masas no lo reconocen. Aun cuando es más efectiva, no siempre se escucha a la sabiduría, y los sabios con frecuencia pasan desapercibidos. De esta parábola podemos aprender a ser receptivos a la sabiduría, no importa de quien venga.

Los vv. 13 al 18 representan una unidad en el contenido. Es una historia que no hay que buscar que tenga antecedentes en las Sagradas Escrituras y que debemos interpretar más bien como un ejemplo ideado por el autor para ilustrar su doctrina. El corazón de la enseñanza está en que siendo pobre y sin recursos, pudo, no obstante, salvar la ciudad. El hecho de que luego de su acción nadie se acordó de él, es sólo un detalle, aunque muy pertinente, del relato imaginado. Una ciudad pequeña … un gran rey (v. 14), representa una forma maestra de describir la situación y dar valor a la acción del sabio pobre con pocos recursos frente a los recursos abundantes del “gran rey”.

El cual con su sabiduría libró a la ciudad (v. 15), manifiesta el hecho que el recurso no fue la fuerza. ¿Cómo? El texto no lo dice, pero quizás ofreciendo una rendición favorable para la pequeña ciudad. Pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre, para mencionar lo que hizo. Algunos comentan el ejemplo como queriendo decir que el hombre sabio y pobre pudo haber salvado a la ciudad, ¡si se hubieran acordado de él! Pero no lo hicieron y la ciudad se perdió. En un caso se trata de ingratitud, en el otro de necedad. Posiblemente la intención del Predicador apunte a este último sentido.

Aunque el conocimiento del pobre sea menospreciado, y sus palabras no sean escuchadas (v. 16). Pareciera que esta conclusión apoya la intención que hemos admitido más arriba, pero no en forma absoluta, ya que podría entenderse que, a pesar de la ingratitud de los hombres, la sabiduría de aquel hombre pobre era mejor que la fuerza de quienes tuvieron que recurrir a él en última instancia.

Los vv. 17 y 18 contienen dos observaciones que se desprenden del ejemplo aducido: mejor los consejos del sabio, fuesen o no requeridos y escuchados, que los gritos de quienes defendían la ciudad. En este caso queda un poco descolocado el final del v. 19. Hay quienes traducen: “Un solo error causa grandes destrozos” (Dios Habla Hoy).

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