Estaba necesitando hacer una limpieza en mí, tirar algunos pensamientos indeseados, lavar algunos tesoros que estaban medio oxidados. ¡Entonces saqué del fondo de las gavetas recuerdos que no uso y no quiero más! Tiré afuera algunos sueños, algunas ilusiones. Papeles de regalos que nunca usé, sonrisas que nunca di. Tiré afuera la rabia y el rencor de las flores marchitas que estaban dentro de un libro que nunca leí. Miré mis sonrisas futuras y mis alegrías pretendidas y las coloqué en un lugar,? Bien ordenaditas. ¡Quedé sin paciencia! Saqué todo de adentro del armario y lo fui tirando al suelo: pasiones escondidas; deseos reprimidos; palabras horribles que? nunca hubiera querido decir; heridas de un amigo; recuerdos de un día triste.
Pero también encontré otras cosas, y muy bellas. Me fui encantando y distrayendo, mirando cada uno de aquellos recuerdos. Un pajarito cantando en mi ventana. Aquella luna color de plata. Esa puesta del sol. Me senté en el suelo, para poder escoger.
Arrojé directo en el saco de la basura los restos de un amor que me hirió. Otras cosas que aún me hieren, las coloqué en un lugar para después ver lo que haré con ellas, si las olvido o las envío al basurero. Tomé las palabras de rabia y de dolor que estaban en el estante de arriba, pues casi no las uso, y las tiré afuera en el mismo instante.
Fue en aquel rincón, en aquella gaveta en que uno guarda todo lo que es más importante: el amor; la alegría; las sonrisas; un dedito de fe para los momentos que más necesitamos. Recogí con cariño el amor encontrado; doblé ordenaditos los deseos; coloqué perfume en la esperanza; pasé un pañito en el estante de mis metas y las dejé a la vista para no olvidarlas. Coloqué en los estantes de abajo algunos recuerdos de la infancia; en la gaveta de arriba los de mi juventud; y colgando bien frente a mí, coloqué los de mi capacidad de amar y principalmente los de recomenzar.