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Deuteronomio 33: Moisés bendice a las doce tribus de Israel

Moisés pide bendiciones para cada una de las tribus de Israel, con la excepción de la de Simeón, la cual sería pronto absorbida por Judá. En contraste con el resto del capítulo, este pasaje sobresale por el tono positivo y el gozo que lo recorre. Aquí no hay reproches ni advertencias. Mientras el cántico habla de las calamidades que la justicia de Dios hará descender sobre Israel por su deslealtad, las bendiciones describen la gloria y la grandeza que coronarán su fidelidad al Señor. De ahí que el cántico y las bendiciones xse complementen. El fundamento de estas bendiciones es la inconmovible confianza en el Dios único de Israel, quien cabalga sobre los cielos para ayudar al pueblo escogido. Jehová es el eterno Dios cuyos brazos eternos nunca se cansan de ofrecer refugio y seguridad.

El libro del Génesis se cierra con la conmovedora narración del testamento y muerte del patriarca Jacob, que predice el destino concreto de cada una de las tribus que habían de proceder de sus doce hijos. El Deuteronomio, al narrar la muerte del caudillo — libertador de Israel —, nos ofrece las bendiciones de él sobre las diversas tribus, que por espacio de cuarenta años habían estado vinculadas a su persona. Se considera como el padre espiritual de las mismas, y así el deuteronomista pone en boca de Moisés el vaticinio de la suerte futura de cada una de las tribus de Israel. Generalmente, los comentaristas suponen que la composición se debe a un autor de la época de los jueces o de los primeros años de la monarquía, el cual, por seudonimia y para dar más autoridad a sus palabras, pone estas bendiciones en boca del libertador de Israel, como el autor de los vaticinios sobre las diversas tribus de Gén 49 los atribuye al propio patriarca Jacob.

Deu 33:1 Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese.

Deu 33:2 Dijo: Jehová vino de Sinaí, Y de Seir les esclareció; Resplandeció desde el monte de Parán, Y vino de entre diez millares de santos, Con la ley de fuego a su mano derecha.

Deu 33:3 Aun amó a su pueblo; Todos los consagrados a él estaban en su mano; Por tanto, ellos siguieron en tus pasos, Recibiendo dirección de ti,

Deu 33:4 Cuando Moisés nos ordenó una ley, Como heredad a la congregación de Jacob.

Deu 33:5 Y fue rey en Jesurún, Cuando se congregaron los jefes del pueblo Con las tribus de Israel.

El hagiógrafo nos presenta a Yahvé a la cabeza de su pueblo, la nación santa, avanzando por el desierto, como en el canto de Débora, de Habacuc y del salmista. Viene acompañado de sus ángeles (miríadas de santos) en medio de los rayos del Sinaí (de su diestra salen saetas de fuego), mientras el pueblo está aterrado ante la fulgurante teofanía del Sinaí. El pueblo está a sus órdenes para emprender la marcha. Por haberle aceptado como pueblo suyo, los israelitas son santos, dispuestos a luchar a las órdenes de Yahvé. La perspectiva del cántico parece que se alarga hacia los incidentes de la marcha victoriosa hacia Canaán. Israel es la heredad de Yahvé porque le ha otorgado la Ley, síntesis de las relaciones amistosas de Dios con su pueblo. En virtud de ella, Israel se halla en una situación privilegiada frente a los otros pueblos. Por eso Yahvé ha sido escogido como Rey en la asamblea de las tribus de Israel. ? Israel se le designa con el título honorífico de Yesurún (el recto).

Deu 33:6 Viva Rubén, y no muera; Y no sean pocos sus varones.

Deu 33:7 Y esta bendición profirió para Judá. Dijo así: Oye, oh Jehová, la voz de Judá, Y llévalo a su pueblo; Sus manos le basten, Y tú seas su ayuda contra sus enemigos.

Después del preámbulo ampuloso y solemne empiezan las bendiciones por Rubén, el primogénito de Jacob, o mejor, por la tribu que lleva su nombre. Parece que el profeta encuentra la tribu de Rubén muy empobrecida, pues pide que no se extinga. En tiempo de los jueces, la tribu de Rubén debía de estar en una situación muy precaria. Su situación en TransJordania no favoreció su desarrollo, pues al encontrarse aislada de las otras tribus, los moabitas se apoderaron de la mayor parte de sus ciudades. Por ello no ha tenido esta tribu significación en la historia de Israel.

En el vaticinio de Jacob se asigna a Judá un porvenir glorioso y una clara preeminencia sobre las otras tribus. Las palabras proferidas aquí por Moisés según el deuteronomista no son tan halagüeñas, pero substancialmente se reconoce su importancia entre las otras tribus. Supone el poeta que Judá está como separado de las demás tribus (tráele a su pueblo), quizá porque estaba demasiado absorta en la vasta heredad que le había tocado en suerte. Durante la época de los jueces, Judá no había logrado adueñarse del territorio asignado; por eso en el cántico de Débora no se hace mención de esta tribu. Aquí el deuteronomista supone que Judá está aislada en lucha con los cananeos. Para conseguir su objetivo necesitó la ayuda de Simeón. El poeta supone aquí que Yahvé la ayudó en su lucha con los cananeos.

Deu 33:8 A Leví dijo: Tu Tumim y tu Urim(A) sean para tu varón piadoso, A quien probaste en Masah,(B) Con quien contendiste en las aguas de Meriba,(C)

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