Deu 20:13 Luego que Jehová tu Dios la entregue en tu mano, herirás a todo varón suyo a filo de espada.
Deu 20:14 Solamente las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín tomarás para ti; y comerás del botín de tus enemigos, los cuales Jehová tu Dios te entregó.
Deu 20:15 Así harás a todas las ciudades que estén muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones.
Deu 20:16 Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida,
Deu 20:17 sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado;
Deu 20:18 para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios.
Aquí «herirás» significa matar. ¿Cómo puede un Dios justo y misericordioso ordenar la destrucción de una población entera? Hizo esto para proteger a su pueblo de la idolatría, que ciertamente traería la ruina a Israel. Es más, debido a que Israel no destruyó completamente ese pueblo inicuo como lo ordenó Dios, Israel fue constantemente oprimido por ellos y experimentó más grande derramamiento de sangre y destrucción que si hubiera seguido las instrucciones de Dios en primer lugar.
Estos versículos contienen las instrucciones de Dios a la hora de hacer frente a las ciudades enemigas.
Deu 20:19 Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio.
Deu 20:20 Mas el árbol que sepas que no lleva fruto, podrás destruirlo y talarlo, para construir baluarte contra la ciudad que te hace la guerra, hasta sojuzgarla.
A diferencia de otros ejércitos, que arrasaban la tierra, el israelita debía saber actuar con mesura para no dañar innecesariamente la tierra que Dios había creado y donde su pueblo iba a habitar.
Los arqueólogos han descubierto los restos de muchas ciudades bien fortificadas en Canaán. Algunos tenían muros muy altos (más de 9 m de altura), terraplenes, fosos y torres. Acostumbrados a pelear a campo abierto, los israelitas tendrían que aprender nuevas estrategias de batalla para conquistar estas fortalezas impresionantes.
Este capítulo interrumpe la ilación lógica entre el 19 y el 21, en los que se trata de cuestiones relativas a homicidios y juicios; por eso estaría mejor colocado después, sirviendo de introducción.