Carlomagno reinó sobre los franceses desde 768 al 814 D de C. Desde el año 800 al 814 fue considerado como emperador romano. Fue el primer líder germano que llevó el titulo de emperador. Su imperio duró mil años después de su muerte. Carlomagno fue un gran líder militar que realmente mereció el título de «Grande». Después de treinta años de guerra sometió a las tribus sajonas del norte de Alemania. Esta victoria abrió estos territorios a la civilización y cristianización.
Después de su muerte en 814, Carlomagno fue enterrado con toda pompa real. Le vistieron con su manto, le pusieron su corona y le colocaron en la mano su cetro. Los Evangelios descansaban sobre su otro brazo. Fue enterrado en posición vertical en la Capilla de Aachen, Alemania.
Cuando la tumba fue abierta por Otón III en 1001, el cadáver de Carlomagno y todos los demás elementos aparecieron bien conservados. La tumba fue de nuevo abierta en 1165 por el emperador Federico I y en 1215 por el rey Federico II.
Los restos de Carlomagno fueron entonces trasladados a un sarcófago de plata y oro, e instalados en la catedral dentro de un trono de mármol. Durante los tres siglos siguientes los emperadores alemanes fueron coronados sobre el trono de Carlomagno. Jesucristo fue crucificado sobre un monte de Judea, enterrado en la tumba prestada de José de Arimatea, y al tercer día resucitó, levantándose de la tumba.
El trono de Cristo no es un trono terrenal y su reino no es de esta tierra. Sentado en el cielo a la diestra de Dios, es Rey de reyes y Señor de señores, y millones al correr de los siglos se han inclinado reverentemente ante él.