(b) Los griegos estaban alucinados con la idea del Logos, la Palabra, la Razón de Dios. Era el Logos el que había creado el mundo, el que había puesto sentido en el universo, el que mantenía las estrellas en sus cursos, el que hacía que este fuera un mundo racional, lógico, y el que dotaba al ser humano de una mente racional. Precisamente esta palabra eikón fue la que usó una y otra vez Filón de Alejandría refiriéndose al Logos de Dios: « Él llama al Logos invisible y divino, que solo la mente puede percibir, la imagen (eikón) de Dios» (Filón: Acerca del Creador del Mundo: 8). Es como si Pablo les dijera a los griegos: «Los últimos seiscientos años habéis estado soñando y pensando y escribiendo acerca de la Razón, la Mente, la Palabra, el Logos de Dios; le llamabais el eikón de Dios; ese Logos ha venido en Jesucristo para que le podamos ver claramente. Vuestros sueños y filosofías se han cumplido en Jesucristo.»
(c) En estas conexiones de la palabra eikón nos hemos estado moviendo en las altas esferas del pensamiento, en las que los filósofos son los únicos que se mueven con familiaridad. Pero hay otras dos conexiones mucho más sencillas que se les cruzarían por la mente a los que oyeran o leyeran esto por primera vez. Sus mentes se retrotraerían inmediatamente a las historias de la Creación. En ellas se nos habla del acto con el que culminó la Creación: « Y dijo Dios: « Hagamos al hombre a nuestra imagen… Así es que Dios creó al hombre a Su imagen, a imagen de Dios le creó» (Génesis 1:26s). Aquí se nos hace la luz. El hombre fue hecho para que fuera nada menos que la imagen, eikón, de Dios, porque esta es la palabra que aparece aquí en la traducción griega del Antiguo Testamento. Eso es lo que se pretendía que fuera el ser humano; pero el pecado se introdujo, y el ser humano no pudo alcanzar su destino. Al usar esta palabra hablando de Jesús, Pablo dice en efecto: «Mirad a Jesús; Él no solo os muestra lo que es Dios, sino también lo que el hombre estaba previsto que fuera. Aquí tenemos a la humanidad como Dios la diseñó. Jesús es la perfecta manifestación de Dios y la perfecta manifestación del hombre.» En Jesucristo tenemos la revelación de la divinidad y la revelación de la humanidad.
(d) Pero llegamos por último a algo mucho más sencillo que ninguna de estas cosas. Y sin duda sería esto lo que pensarían muchos de los más sencillos lectores de Pablo. Aunque no supieran nada de la literatura sapiencial ni de Filón ni de la historia del Génesis, sabrían esto. Eikón -a veces en diminutivo, eikónion- era la palabra que se usaba en griego para retrato. En la carta del soldado Apión a su padre Epímaco, que reprodujimos en la Introducción (pág. 12s), hacia el final, leemos: « Te envío un retratillo (eikónion) mío que me ha pintado Euctemón.» Es el equivalente en griego antiguo de nuestra palabra foto. Pero esta palabra tenía además otro sentido. Cuando se redactaba un documento legal, como un recibo o reconocimiento de deuda, siempre incluía una descripción de las principales características y señales reconocibles de las partes contratantes para que no hubiera dudas ni errores. La palabra griega para esa descripción era eikón. El eikón, por tanto, era una especie de sumario de las características personales y las señales distintivas de las partes contratantes. Así que es como si Pablo estuviera diciéndoles a los más sencillos: « Sabéis que cuando figuráis en un documento legal se incluye un eikón, una descripción por la que se os puede reconocer. Jesús es el retrato de Dios. En Él vemos las características personales y las marcas distintivas de Dios. Si queréis ver cómo es Dios, mirad a Jesús.»
(ii) La otra palabra que usa Pablo está en el versículo 19. Dice que Jesús es el pléróma de Dios. Pléróma quiere decir plenitud, totalidad. Esta es la palabra que se necesitaba para completar el cuadro. Jesús no es simplemente un boceto de Dios, o un resumen, o no más que un retrato sin vida de Dios. En Él no falta nada; es la revelación completa de Dios, y no necesitamos nada más.
3. Lo que Jesucristo es para la creación
Recordaremos que, según los gnósticos, el que llevó a cabo la obra de la creación fue un dios inferior, que desconocía al verdadero Dios y Le era hostil. La enseñanza de Pablo es que el Agente de la Creación fue el mismo Hijo, y en este pasaje tiene cuatro cosas que decirnos acerca del Hijo en relación con la Creación.
(i) Es el Primogénito de toda creación (Colosenses 1:15). Debemos procurar darle el verdadero sentido a esta frase. Como aparece en la Reina-Valera podría querer decir que el Hijo fue la primera persona que fue creada; pero en el pensamiento hebreo y griego la palabra primogénito (prótótokos) no tiene más que un sentido temporal muy indirecto. Hay que notar dos cosas. Primogénito es muy corrientemente un título de honor. Israel, por ejemplo, como nación es el primogénito hijo de Dios (Éxodo 4:22). Lo que quiere decir es que la nación de Israel es el hijo de Dios más favorecido. Segundo, debemos notar que primogénito es un título del Mesías. En el Salmo 89:27, según lo interpretaban los mismos judíos, la promesa en relación con el Mesías es: « Yo también Le pondré por Primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra.» Está claro que primogénito no se usa en un sentido temporal, sino de un honor especial. Así es que cuando Pablo dice que el Hijo es el primogénito de toda creación, quiere decir que el mayor honor que se encuentra en la creación Le pertenece a Él. Si queremos mantener el sentido temporal y el de honor combinados traduciríamos la frase: « Él fue engendrado antes de toda creación.»
(ii) Fue por el Hijo por Quien todas las cosas fueron creadas (versículo 16). Esto es verdad de las cosas en el Cielo y en la Tierra, de cosas visibles e invisibles. Los mismos judíos, y aún más los gnósticos, tenían una doctrina muy desarrollada de los ángeles. De los gnósticos se podía esperar, con sus largas series de intermediarios entre Dios y la humanidad. Tronos, señoríos, poderes y autoridades era diferentes categorías de ángeles que tenían sus lugares en las diferentes esferas de los siete cielos. Pablo los menciona a todos con una total indiferencia, como si les dijera a los gnósticos: «Vosotros les dais una gran importancia en vuestro pensamiento a los ángeles. Contáis a Jesucristo meramente como uno de ellos. Lejos de eso, Él fue Quien los creó.» Pablo establece que el Agente de Dios en la Creación no fue un dios secundario, inferior, ignorante y hostil, sino el mismo Hijo.