Carta de Judas

(b) Hemos traducido la frase siguiente: « No tienen sentimiento de responsabilidad para con nadie más que consigo mismos.» El original quiere decir literalmente « pastorearse a sí mismos.» El deber de un responsable de la iglesia es ser un pastor del rebaño de Dios (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2s). El falso pastor se cuidaba mucho más de sí mismo que de las ovejas que se suponía que estaban a su cuidado. Ezequiel describe a los falsos pastores, a los que debían quitarse los privilegios: ««¡Tan cierto como que Yo estoy vivo! -ha dicho el Señor Dios-, que Mi rebaño ha estado expuesto al robo, y Mis ovejas a ser presa de todas las fieras del campo, porque no tenían pastor; porque Mis pastores no buscaron a Mis ovejas, sino que se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a Mis ovejas.» Por eso, pastores, oíd palabra del Señor. Así ha dicho el Señor Dios: «¡Yo estoy contra los pastores y demandaré Mis ovejas de su mano, y haré que dejen de apacentar Mis ovejas!»» (Ezequiel 34:8-10). El hombre que no siente ninguna responsabilidad por el bienestar de nadie más que el de sí mismo es culpable. Así es que Judas condena el egoísmo que destruye la comunión, y la falta de sentido de responsabilidad hacia los demás.

(iii) Los malvados son como nubes que el viento arrastra sin que llueva ni una gota, y como árboles en el tiempo de la cosecha que no tienen ningún fruto. Estas dos frases van juntas, porque describen a las personas que pretenden ofrecer grandes cosas pero que son esencialmente inútiles. Había veces en Palestina -corito en España- que el pueblo oraba por la lluvia.

Algunas veces se podían ver pasar las nubes por el cielo despertando la esperanza de la lluvia, pero no caía ni una gota. Las nubes pasaban volando, y la lluvia no llegaba. En cualquier tiempo de la cosecha había árboles que parecía que estaban cargados de fruta, pero que, cuando los cosechadores se acercaban a ellos no encontraban ni una.

En estos ejemplos se presenta una gran verdad. La promesa sin cumplimiento es inútil, y en el Nuevo Testamento no hay nada que se condene tanto como la inutilidad. Ningún despliegue de alarde externo o de palabras bonitas puede ocupar el lugar de la utilidad para los demás. Como se ha dicho: « Si uno no sirve a nadie, no sirve para nada.»

El resultado de la desobediencia

Judas pasa a hacer una descripción muy gráfica de estos malvados. «Son fieras olas del mar que espumarajean sus propias obras desvergonzadas.» La imagen es la siguiente. Después de una tormenta, cuando las olas han estado azotando la orilla con. sus rociadas y espuma, siempre queda en la orilla una cinta de algas y de maderas de todas clases y toda clase de feos desechos del mar. Esa es siempre una escena desagradable; pero en el caso de cierto mar lo es aún más que en ningún otro. Las aguas del mar Muerto pueden ser azotadas formando olas, y estas olas, también, echan desechos a la orilla; pero en este ejemplo se da una circunstancia exclusiva. Las aguas del mar Muerto están tan saturadas de sal que se comen la corteza de todos los troncos, que, cuando son arrojados a la orilla, relucen de puro blancos, más como huesos que como maderos. Las obras de los malvados son como los desechos inútiles y horripilantes que dejan las olas desperdigados sobre la orilla después de una tormenta, y recuerdan las reliquias macabras de las tormentas del mar Muerto. Así retrata Judas vívidamente la fealdad de las acciones de sus oponentes.

Judas usa otra ilustración más. Los malvados son como estrellas errantes que se sumen en un abismo de oscuridad por su desobediencia. Esta es una figura tomada directamente del Libro de Henoc. En ese libro se identifican a veces las estrellas con los ángeles; y hay una descripción del destino de las estrellas que, desobedientes a Dios, se apartaron de la órbita que se les había señalado, y fueron destruidas. En su viaje por todo el mundo, Henoe llegó a un lugar donde no vio « ni los cielos por arriba ni la tierra firmemente fundada, sino un lugar caótico y horrible.» Y prosigue: « Y allí vi siete estrellas del cielo que estaban atadas juntas, como grandes montañas, y ardiendo con fuego. Entonces yo dije: «¿Por qué pecado están atadas, y en razón de qué las han arrojado aquí?» Y dijo Uriel, uno de los santos ángeles, que estaba conmigo y que estaba a cargo de aquellas: «Henoc, ¿por qué preguntas y por qué anhelas la verdad? Este es un número de estrellas del cielo que han transgredido el mandamiento del Señor, y están atadas aquí hasta que pasen diez mil años, el tiempo señalado hasta que sus pecados hayan transcurrido.»» (Henoc 21:1-6). El destino de las estrellas errantes es característico del de las personas que desobedecen los mandamientos de Dios y, como si dijéramos, siguen su propio camino.

Judas confirma entonces todo esto con una profecía; pero la profecía está tomada también de Henoc. El pasaje dice exactamente: « ¡Y fijaos! Él viene con miríadas de Sus santos a ejecutar juicio sobre todos, y a destruir a todos los impíos; y a condenar a toda carne por todas las obras impías que han perpetrado impíamente; y por todas las palabras duras que los pecadores impíos han hablado contra El» (Henoc 1:9).

Esta cita ha suscitado muchas preguntas con respecto a Judas y Henoc. No cabe duda que en los días de Judas, y en los días de Jesús, Henoc era un libro muy popular, que todos los judíos piadosos conocían y leían. Es normal que, cuando los autores del Nuevo Testamento querían confirmar sus palabras, echaran mano de citas del Antiguo Testamento usándolo como la Palabra de Dios. ¿Habremos de considerar Henoc como Sagrada Escritura ya que Judas lo usa exactamente como usaría cualquiera de los profetas? O ¿hemos de tomar el punto de vista que menciona Jerónimo, que Judas no se puede considerar Escritura porque comete la equivocación de usar como Escritura un libro que no lo es en realidad?

No tenemos por qué gastar tiempo en este debate. El hecho es que Judas, un judío piadoso, conocía y amaba el Libro de Henoc, y se había criado en un círculo en el que era considerado con respeto y hasta con reverencia; y lo cita con perfecta naturalidad, sabiendo que sus lectores lo reconocerían y respetarían. En realidad, el canon hebreo del Antiguo Testamento no se cerró hasta finales del siglo I después de Cristo, siendo una de las razones que impulsaron a ello el hecho de que la Iglesia Cristiana usaba como Escritura libros de los judíos de la Diáspora que no se habían escrito o se conservaban en hebreo. Judas hizo en realidad lo mismo que todos los autores del Nuevo Testamento, y que todos los escritores hacen en todas las épocas: se dirigió a su audiencia en el lenguaje que se podía reconocer y entender.

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