Carta de Judas

Esto lo descubrimos en cosas como las habilidades. Puede que sepamos algo de una lengua extranjera; pero, si nunca la hablamos o leemos, la perdemos. Cualquier persona puede oír la voz de Dios; y cualquier persona tiene los instintos animales de los que depende la supervivencia de la raza. Pero, si se niega insistentemente a escuchar a Dios, y hace que sus instintos sean la única dinámica de su conducta, acabará por no poder oír la voz de Dios, y no le quedarán para guiar su vida nada más que sus deseos brutales. Es terrible que uno llegue a una etapa en la que es sordo para Dios y ciego para la bondad; y esa es la etapa a la que habían llegado los hombres a los que se dirigía Judas.

Lecciones de la historia

¡Ay de ellos, porque van por el camino de Caín! Se lanzan al error de Balaam, y perecen en la oposición a Dios de Coré.

Judas pasa ahora a la historia hebrea para encontrar paralelos de los hombres malvados de su propio tiempo. Y de ella saca los ejemplos de tres notorios pecadores.

(i) Primero, está Caín, el asesino de su hermano Abel (Génesis 4:1-15). En la tradición hebrea Caín representaba dos cosas.

(a) Fue el primer asesino de la historia universal; y, como La Sabiduría de Salomón decía: « Él mismo pereció en la furia que le movió a matar a su hermano» (Sabiduría 10: 3). Bien puede ser que Judas quisiera decir que los que seducen a otros no son sino asesinos de sus almas; y, por tanto, los descendientes espirituales de Caín.

(b) Pero en la tradición hebrea Caín llegó a representar algo más que eso. Para Filón era el prototipo del egoísmo. En la enseñanza rabínica Caín es el prototipo del cínico. En el Talmud de Jerusalén se le representa diciendo: «No existen ni el juicio ni el Juez; no hay otro mundo; ninguna buena recompensa se les dará a los buenos, ni se aplicará castigo a los malvados; ni tampoco hay ninguna piedad en la creación o en el gobierno del mundo.» Para los pensadores hebreos Caín era el incrédulo, cínico, materialista, que no creía ni en Dios ni en el orden moral del mundo; y que, por tanto, hacía exclusivamente lo que quería. Así es que Judas está acusando a sus oponentes de desafiar a Dios y de negar el orden moral del mundo. Continúa siendo verdad que la persona que escoge pecar tiene que habérselas con Dios; y que aprender, siempre, con dolor y a veces con tragedia, que nadie puede desafiar impunemente el orden moral del mundo.

(ii) Segundo, está Balaam. En el pensamiento del Antiguo Testamento, en la enseñanza judía, y hasta en el Nuevo Testamento (cp. Apocalipsis 2:14) Balaam es el gran ejemplo de los que enseñaron a pecar a Israel. En el Antiguo Testamento hay dos historias acerca de él. Una es bien clara, y vívida y dramática; la otra es más confusa, pero mucho más terrible; y es esta última la que dejó su impronta en el pensamiento y la enseñanza de los judíos.

La primera se encuentra en Números 22 a 24. Allí se nos dice que Balac intentó persuadir a Balaam para que maldijera al pueblo de Israel porque temía su poder, ofreciéndole cinco veces grandes recompensas. Balaam se resistió a dejarse convencer por Balac; pero su codicia era lo que descollaba, y está claro que fue solo el miedo a lo que Dios pudiera hacerle lo que le detuvo de hacer un convenio terrible. Balaam descuella como un personaje detestable. En Números 25 tenemos la segunda historia. Israel es seducido a dar culto a Baal con terribles y repulsivas consecuencias morales. Más tarde leemos (Números 31:8,16) que fue Balaam el responsable de esa seducción, y él mismo pereció miserablemente por haber enseñado a otros a pecar.

De esta historia compuesta surge Balaam como el representante de dos cosas: (a) Representa al hombre codicioso que está dispuesto a pecar para obtener algún beneficio material. (b) Representa al malvado que es culpable del más grande de los pecados: el de enseñar a otros a pecar. Así es que Judas declara a los malvados de su tiempo que ellos también están dispuestos a abandonar el camino de la integridad por una ganancia material; y que están enseñando a otros a pecar. Pecar para obtener una ganancia material es malo; pero enseñar a otros a pecar es lo peor de todo.

(iii) Tercero, está Coré. Su historia se nos cuenta en Números 16:1-35. El pecado de Coré fue que se rebeló contra la dirección de Moisés cuando los hijos de Aarón y la tribu de Leví fueron reconocidos como los sacerdotes de la nación. Esa fue una decisión que Coré no estaba dispuesto a aceptar. Quería ejercer una función a la que no tenía ningún derecho; y cuando lo hizo, pereció trágicamente, juntamente con todos sus compinches. Coré representa al que se niega a aceptar la autoridad, y se lanza a cosas a las que no tiene ningún derecho. Así es que Judas está acusando a sus oponentes de desafiar la autoridad legítima de la Iglesia, y por tanto de preferir su propio camino al de Dios. Debemos recordar que si tomamos ciertas cosas que el orgullo nos incita a tomar, las consecuencias pueden ser desastrosas.

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