Los ejemplos terribles
Me propongo recordaros -aunque vosotros ya poseéis un conocimiento pleno y definitivo de todo lo que hace al casoque, después de sacar el Señor al pueblo de Egipto a salvo, a continuación destruyó a los que fueron incrédulos; y ,que colocó bien guardados con cadenas eternas en el abismo de las tinieblas, pendientes del juicio que tendrá lugar en el gran Día, a los ángeles que no conservaron su propia dignidad, sino que abandonaron el lugar que les correspondía. Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que de la misma manera que ellas se refocilaron en los pecados sexuales y se descarriaron tras una inmoralidad sexual pervertida, son una advertencia por la manera en que pagaron el castigo del fuego eterno.
El destino de Israel
Judas les hace una advertencia a los malvados que estaban pervirtiendo las creencias y la conducta de la Iglesia. Les dice que, en realidad, no está haciendo nada más que recordarles las cosas de las que son plenamente conscientes. En cierto sentido es verdad que la predicación cristiana no es tanto presentar nuevas verdades como enfrentar a la audiencia con la verdad que ya conocen, pero que han olvidado o están descuidando.
Para entender los dos primeros ejemplos que cita Judas de la Historia debemos tener presente una cosa. Los malvados que estaban corrompiendo la Iglesia no se consideraban enemigos de la Iglesia ni del Cristianismo, sino pensadores avanzados, una categoría superior de cristianos, una elite espiritual. Judas escoge sus ejemplos para dejar bien claro que, aunque una persona haya recibido los mayores privilegios, todavía puede acabar mal, y aun aquellos que hayan recibido los más grandes privilegios de Dios no se pueden considerar a sí mismos totalmente fuera de peligro, sino deben estar en guardia contra los posibles errores.
El primer ejemplo está tomado de la historia de Israel. Acude a buscarlo Judas a Números 13 y 14. La mano poderosa de Dios había librado al pueblo de la esclavitud de Egipto. ¿Qué mayor acto de liberación se podría recordar? La dirección de Dios había guiado al pueblo a salvo a través del desierto hasta las puertas de la Tierra Prometida. ¿Qué mayor prueba de Su Providencia podría haber? Así es que en la misma frontera de la Tierra Prometida, en Cades-barrea, se enviaron exploradores para que inspeccionaran la tierra antes de emprender la invasión final. Con la excepción de Caleb y Josué, los exploradores volvieron con la idea de que los peligros que les esperaban eran tan terribles, y el pueblo de la tierra tan fuerte, que no podrían conseguir entrar en la Tierra Prometida. El pueblo rechazó el informe de Josué y Caleb, que eran partidarios de seguir adelante, y aceptaron el de los que insistían en que la empresa era desesperada. Este fue un claro acto de desobediencia a Dios y de absoluta falta de fe en Él. La consecuencia fue que Dios sentenció que aquellas personas, a excepción de Josué y Caleb, todos los de más de veinte años de edad, no entrarían en la Tierra Prometida, sino vagaran por el desierto hasta morir (Números 14:32s; 32:10-13).
Esta era una historia que había impresionado vivamente también a Pablo y al autor de Hebreos (1 Corintios 10:5-I1; Hebreos 3:18-4:2). Es la prueba de que hasta el hombre que haya tenido el mayor privilegio puede encontrar el fracaso antes de llegar a la meta si se aparta de la obediencia y de la fe. Johnstone Jeffrey contaba el ejemplo de cierto hombre famoso que se negaba a que se escribiera su vida antes de su muerte, «porque, decía, he visto a muchos caer en la recta final de la carrera.»
John Wesley advertía: «Por tanto, que nadie presuma de las misericordias pasadas, como si ya estuviera fuera de peligro.» Juan Bunyan vio en su sueño que desde las mismas puertas del Cielo había un camino al infierno. Judas advertía a aquellos hombres que, por muy grandes que fueran sus privilegios, debían tener cuidado, no fuera que les sobrecogiera el desastre. Es una advertencia que haremos bien en escuchar.
El destino de los ángeles
El segundo ejemplo terrible que aduce Judas está tomado de la caída de los ángeles. Los judíos tenían una angelología muy desarrollada. Entre otras cosas creían que cada nación tenía su ángel de la guarda. En La Septuaginta, la versión griega de las Escrituras hebreas, Deuteronomio 32:8 dice: « Cuando el Altísimo dividió las naciones, cuando separó a los hijos de Adán, puso límites a las naciones según el número de los ángeles de Dios.» Es decir: para cada nación había un ángel.