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Aprendamos a callar

Llevaban a la guillotina a un predicador, a un borracho y a un ingeniero. Le preguntaron al predicador si quería estar boca arriba o boca abajo cuando le llegara la hora final.

El predicador contestó que quería estar boca arriba, para estar mirando al cielo al morir. Levantaron la hoja de la guillotina y la dejaron caer. La hoja cayó velozmente y de repente se detuvo, a unos cuantos centímetros de su cuello.

Las autoridades consideraron esto como una intervención Divina y liberaron al predicador. Luego, llegó el turno del borracho, quien también decidió morir mirando al cielo, esperando tener la misma suerte del predicador. La cuchilla fue levantada nuevamente, y soltada. Cayó velozmente y de pronto se detuvo apenas a centímetros del cuello del borracho, por lo que también fue puesto en libertad.

Seguía el ingeniero, quien también optó por morir boca arriba. Levantaron lentamente la hoja de la guillotina, cuando de repente el ingeniero, viendo un desperfecto en el mecanismo de la guillotina, dijo: “Hey, ya sé por qué no cae la hoja de la guillotina…”

Los verdugos, arreglaron el mecanismo, y el ingeniero fue puesto nuevamente en la guillotina, y esta vez, funcionó perfectamente. Aun cuando podamos estar ansiosos de compartir con otros lo mucho que sabemos, ¡a veces es mejor no decirlo! A veces nos metemos en problemas por decir algo que debimos callar.

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