Al día siguiente, que era el día después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos vinieron a una a Pilato. Señor- le dijeron- , recordamos que ese impostor decía cuando estaba vivo: «A los tres días, resucitaré. » Da órdenes, por tanto, para que la tumba esté vigilada hasta después de los tres días, no sea que vengan. Sus discípulos, y roben el cuerpo, y digan luego a la gente: «Ha resucitado de entre los muertos.» Si pasara eso, el engaño final sería peor que el primero. -Contáis con una guardia -dijo Pilato- . Id, y aseguradla lo más posible. Ellos fueron y aseguraron la tumba poniéndole un sello en la entrada y dejando allí la guardia. Mateo 27: 62-66
Una tarea imposible
Este pasaje empieza de una manera muy curiosa. Dice que los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron a Pilato al día siguiente, que era el día después de la Preparación. Ahora bien: Jesús fue crucificado el viernes. El sábado era el día de descanso de los judíos. Las horas desde las 3 hasta las 6 de la tarde del viernes se llamaban la víspera o la preparación. Ya hemos visto que, según la manera judía de contar, el nuevo día empezaba a las 6 de la tarde. Por tanto, el sábado empezaba a las 6 de la tarde del viernes, y las últimas horas del viernes eran la preparación. Si esto es exacto, solo puede querer decir una cosa: que los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron de hecho a Pilato con su petición el sábado. Si fue eso lo que hicieron, está claro que quebrantaron la ley del sábado. Si esto es exacto, no hay ningún otro incidente en la historia evangélica que muestre más claramente que este lo desesperadamente ansiosas que estaban las autoridades judías en eliminar a Jesús. A fin de asegurarse de que estaba definitivamente fuera de su camino, estaban dispuestos a quebrantar hasta sus leyes más sagradas.
Aquí hay una ironía macabra. Estos judíos acudieron a Pilato diciéndole que Jesús había dicho que resucitaría a los tres días. No reconocían haber tenido en cuenta la posibilidad de que pudiera ser cierto; pero creían que los discípulos podían ingeniárselas para robar el cuerpo, y decir que había resucitado. Ellos, por tanto, querían tomar medidas para vigilar la tumba. La respuesta de Pilato fue complaciente: «Aseguraos todo lo que podáis.» Es como si Pilato, desde luego inconscientemente, dijera: «Mantened a Cristo en la tumba -si podéis.»
Ellos tomaron todas las medidas que pudieron. La entrada de estas tumbas en la roca se cerraba con una gran piedra redonda, como de molino, que se rodaba por un surco. Ellos la sellaron, y colocaron allí una guardia especial. No se habían dado cuenta de que no había tumba en el mundo que pudiera retener al Cristo Resucitado. Todos los planes humanos no podrían atar al Señor Resucitado. El intentar ponerle ligaduras a Jesucristo es una tarea desesperada.