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Apocalipsis 9: Las langostas del abismo

Del humo salieron langostas por la tierra, y se les dio una fuerza como la de los escorpiones de la tierra. Se les dijo que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguno de los vegetales ni de los árboles, sino solo a los hombres que no tuvieran en la frente el sello de Dios. No se les permitía matarlos, sino que los torturaran cinco meses. Su tortura era como la que infligen los escorpiones cuando pican; y esos días la gente buscará la muerte pero no podrá hallarla, y anhelarán morir, pero la muerte les huirá.

Mal comparado, las langostas eran como caballos listos para la guerra; llevaban en la cabeza lo que parecían coronas de oro. Tenían caras como de seres humanos, y pelo como el de las mujeres; y sus dientes eran como los de los leones. Tenían escamas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de combate cuando se lanzan a la batalla. Tenían colas como escorpiones con aguijones, y tenían poder en la cola como para producir un daño a las personas durante cinco meses. Como rey sobre ellas tienen al ángel del abismo sin fondo que se llama Abadón en hebreo y Apolión en griego.

El primer ay ya ha pasado. Todavía le tienen que seguir otros dos. Del humo que salía del pozo del abismo llegó una invasión terrible de langostas. La devastación y el terror que pueden causar las langostas es casi increíble. Por todo el Antiguo Testamento las langostas son el prototipo de la destrucción, y la descripción-más gráfica y realista y terrible de ellas y de su poder destructivo se encuentra en los dos primeros capítulos de Joel, que contienen la descripción de una plaga de langostas; y es de esos dos capítulos de donde Juan toma muchos de sus materiales. Arruinaron las viñas y desnudaron los árboles de su corteza; los campos estaban arruinados, y destruyeron la cosecha de cereales; todos los árboles del campo fueron destruidos y se secaron, y las ovejas y las cabras se morían de hambre porque no quedaba pasto (Joel 1: 7-18). Son como un gran ejército poderoso que oscurece el mismo cielo; son tan destructivas como un incendio del que no se salva nada; son como caballos y corren como carros de combate, con un ruido como el del fuego cuando prende en la hojarasca; marchan en formación como hombres de guerra; escalan montañas, suben a las casas y entran por las ventanas haciendo temblar de miedo a toda la tierra (Joel 2:1-11). Es conveniente leer los dos capítulos de Joel para compararlos con la descripción de Apocalipsis.

En su comentario de Joel, G. R. Driver reúne los hechos acerca de las langostas en las notas y especialmenté en un apéndice especial; y muestra que las palabras de Joel y del Apocalipsis no son una exageración.

Las langostas se reproducen en lugares desiertos e invaden y devoran los cultivos. Tienen unos cinco centímetros de largo, y una envergadura en las alas de diez a doce. Son de la misma familia que el grillo casero y el saltamontes. Viajan en columnas de treinta metros de profundidad y hasta siete kilómetros de frente. Cuando aparece una nube de langostas, es como si hubiera habido un eclipse de sol, y no se pueden ver grandes edificios desde una distancia de cincuenta metros.

La destrucción que causan es increíble. Cuando han pasado por un área, no queda ni una brizna de hierba; los árboles quedan descortezados. La tierra en la que se han asentado se queda como si hubiera sido arrasada por el fuego; no queda ni un ser vivo.

Su capacidad de destrucción se puede apreciar perfectamente por el hecho histórico de lo que sucedió en Argelia en 1866 cuando la invadió una plaga de langosta, y tan total fue su destrucción que 200.000 personas murieron de hambre en los días sucesivos.

El ruido que producen millones de alas de langostas se compara con el del agua al caer en la rueda de un molino o el sonido de una gran catarata. Cuando millones de langostas se aposentan en un terreno, el sonido de sus mandíbulas devorando se ha comparado con el de un gran fuego en una llanura. Su sonido cuando están en marcha es como el que una tempestad en un bosque.

Siempre se ha notado que la cabeza de la langosta es como la de un caballo en miniatura. Por esa razón la palabra italiana para langosta es cavaletta, y la alemana Heupferd.

Cuando se trasladan avanzan inexorablemente como un ejército con sus mandos. Se han hecho zanjas, encendido fuegos, y hasta disparado cañones para intentar detenerlas, pero sin éxito; vienen arrolladoramente en columna ordenada subiendo colinas, invadiendo edificios y dejando la tierra arrasada a su paso.

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