Pero los mártires tenían un himno que les era propio. Dos cosas sobresalen en él.
(i) Está formado casi exclusivamente de citas del Antiguo Testamento. Coloquemos las palabras del himno, y debajo de ellas los pasajes del Antiguo Testamento que nos recuerdan. Grandes y maravillosas son Tus obras. ¡Cuán grandes son Tus obras, oh Señor! (Salmo 92:5); Grandes son las obras del Señor (Salmo 111:2); Porque ha hecho maravillas (Salmo 98:1); Maravillosas son Tus obras (Salmo 139:14). Justos y verdaderos son Tus caminos. Justo es el Señor en todos Sus caminos, y misericordioso en todas Sus obras (Salmo 145:17). ¿Quién habrá que no Te tema, y que no glorifique Tu nombre, oh Señor?
Todas las naciones que hiciste vendrán a postrarse delante de Ti, oh Señor, y glorificarán Tu nombre (Salmo 86:9). Porque Tú eres el único santo. No hay santo como el Señor (1 Samuel 2:2); ¡Alaben Tu nombre grande y terrible! ¡Él es santo! (Salmo 99:3); ¡Santo y temible es Su nombre! (Salmo 11:9).
Todas las naciones han de venir a adorarte. Todas las naciones que hiciste vendrán a postrarse delante de Ti, oh Señor (Salmo 86:9). Tus justos juicios se han mostrado para que todos los vean. El Señor ha hecho notoria Su salvación; a vista de las naciones ha descubierto Su justicia (Salmo 98:2).
Un pasaje como este nos hace ver lo empapado que estaba Juan en el Antiguo Testamento.
(ii) Hay ptra cosa que impacta a cualquiera en el himno de los mártires triunfantes. No hay ni una sola palabra en él acerca de sus propios méritos, ni tampoco para pedir venganza: de principio a fin no contiene nada más que alabanzas a Dios.
En el Cielo las personas se olvidan de sí mismas y no recuerdan nada más que lo que Dios ha hecho en sus vidas. Como dice hermosamente R. H. Charles: «En la perfecta visión de Dios se olvida totalmente el yo.» Y H. B. Swete lo expresa diciendo: «
En la presencia de Dios los mártires se olvidan de sí mismos; su pensamiento está absorto en las nuevas maravillas que los rodean; la gloria de Dios y Su poderoso plan en el que sus sufrimientos forman una parte infinitesimal se abren delante de ellos; empiezan a ver el gran desenlace del drama del mundo, y oímos la doxología con la que saludan su primera contemplación de Dios y de Sus obras.»
1. En la célica morada – de las cumbres del Edén, donde cada voz ensalza – al Autor de todo bien, ¿el pesar recordaremos – y la triste cerrazón, tantas luchas del espíritu – con el débil corazón? CORO. Sí allí será gratísimo – en el proceder pensar del Pastor fiel y benéfico – Que nos ayudó a llegar.
2. Oración, deberes, penas, – vías que anduvimos ya, poseyendo las riquezas – que Jesús nos guarda allá, ¿la memoria retendremos – a cubierto del dolor del camino largo, aspérrimo, – con sus luchas, su temor? /CORO. 3. La bondad con que nos mira – sin cansarse, cuando ve poco finto en nuestra vida – y tan débil nuestra fe, ¿nos acordaremos de ella – en aquel dichoso hogar de eternal aurora espléndida – e inefable bienestar? /CORO.
Los ángeles vengadores
Después de esto vi que se abría en el Cielo el Tabernáculo del Testimonio, y salieron del Templo los siete ángeles que tienen las siete plagas; estaban vestidos de lino blanco y resplandciente, y con el pecho ceñido con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes les dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira del Dios Que vive para siempre jamás.
El Tabernáculo del Testimonio es un título corriente en el Antiguo Testamento para el Tabernáculo del desierto (Número 9:15; 17:7; 18:2). Está claro, por tanto, que Juan está viendo esta visión, no en términos del Templo de Jerusalén, sino en términos del antiguo Tabernáculo.