Luego Nerón dejó de ser el culto diletante y se embarcó en una carrera de vicio y crimen. Deambulaba por las calles de noche con otros jóvenes de la nobleza atacando a todos los que encontraban. Pero lo peor estaba por venir. Asesinó a Británico como posible rival.
Ningún ni ninguna joven estaba a salvo de su concupiscen cia. Era un homosexual desmadrado. Se casó públicamente, vestido como la novia, con un joven llamado Sporo, con el que hizo un viaje de luna de miel por Grecia. Estuvo « casado» con un liberto llamado Doríforo. Tomó como querida a Popea Sabina, la mujer de Oto, su íntimo amigo, y la mató a patadas cuando estaba embarazada. Le chiflaban las extravagancias salvajes, y extraía dinero de todas partes. La corte imperial era una guarida de crímenes, asesinatos e inmoralidades.
Una de las pasiones de Nerón eran las construcciones. El año 64 d.C. tuvo lugar el gran fuego de Roma, que se pasó una semana ardiendo. No cabe la menor duda que Nerón lo inició, o que impidió que se hiciera nada para extinguirlo, para reservarse la gloria de reconstruir la ciudad. El pueblo sabía muy bien quién era el responsable del fuego; pero Nerón les echó las culpas a los cristianos, y estalló la más sádica de todas las persecuciones. Cubría a los cristianos con pieles de fieras y les lanzaba sabuesos de caza mayor para que los despedazaran. Los metía en sacos con piedras y los arrojaba al Tíber. Los cubría de pez y les prendía fuego para que iluminaran sus fiestas en los jardines de palacio como antorchas vivientes.
La locura del mal se fue haciendo cada vez más salvaje. Obligó a Séneca a cometer suicidio; asesinó a Burro con una bebida envenenada que Nerón mismo le mandó como remedio para el dolor de garganta; cualquiera que caía en desgracia con Nerón por la menor causa era asesinado.
Agripina trató de controlarle, pero él se volvió contra ella intentando asesinarla de diversas maneras -envenenándola, haciendo que se le cayera encima el techo de su casa, mandándola al mar en un barco preparado para naufragar.
Finalmente, envió a su liberto Aniceto a apuñalarla. Cuando Agripina vio la daga, descubrió su cuerpo y dijo: «
¡Atraviésame el vientre, por haber dado a luz a Nerón!» No podía durar. Primero se rebeló en Galia Julio Vindex, y luego Galba en España. Por último, el senado le echó valor y declaró a Nerón enemigo público. Acabó suicidándose en la desgraciada villa del liberto Faón.
Esta es la cabeza de la bestia, herida y restablecida; el Anticristo que Juan preveía que se presentaría era el Nerón resucitado.
Ahora debemos mirar este capítulo sección por sección en más detalle. Esto puede que suponga algunas repeticiones; pero en un capítulo tan céntrico y tan importante la repetición contribuirá a la aclaración.
El diablo y la bestia
Empezamos resumiendo los hechos que ya se han establecido en el material introductorio a este capítulo. La bestia es el Imperio Romano; las siete cabezas son los siete emperadores en cuyo tiempo el culto del césar representó un poder en el imperio -Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Vespasiano, Tito y Domiciano. Las diez cabezas son estos siete emperadores juntamente con otros tres gobernadores cuyos reinados duraron solamente dieciocho meses en el tiempo de caos que siguió a la muerte de Nerón -Galba, Otón y Vitelio. La cabeza que fue herida y se restableció de nuevo a la vida simboliza la idea del Nero redivivus.
En este cuadro se simboliza el Imperio Romano en la bestia semejante a un leopardo con patas de oso y boca de león.
Esto indica un cambio total de actitud con respecto a Roma. Pablo no recibió más que ayuda del gobierno romano. Una y otra vez la intervención de las autoridades rómanas y el hecho de ser ciudadano romano le habían salvado de la furia de los judíos. Así fue en Filipos (Hechos 16); en Corinto (Hechos 18); en Éfeso (Hechos 19); y en Jerusalén (Hechos 21 y 22).
Pablo había creído y enseñado que los gobiernos estaban ordenados por Dios, y que todos los cristianos debían rendirles una obediencia responsable (Romanos 13:1-6). En las Epístolas Pastorales se dice que hay que orar por los reyes y por todos los que están en autoridad (1 Timoteo 2:1). En 1 Pedro se exhorta a los cristianos a ser buenos ciudadanos, sujetos a los gobernantes, a temer a Dios y honrar al emperador (1 Pedro 2:13-17). En 2 Tesalonicenses 2:6s, la explicación más probable es que se refiera al Imperio Romano la alusión a una fuerza que impide que se desintegre el mundo en el caos y que empiece a reinar el hombre de pecado.