Esto ha de suceder en Jerusalén, que aquí recibe los terribles nombres de Sodoma y Egipto. Mucho tiempo atrás Isaías se había dirigido a los gobernantes de Jerusalén llamándolos gobernadores de Sodoma, y al pueblo de Jerusalén como el pueblo de Gomorra (lsaías 1:9s). Sodoma y Gomorra representan los prototipos del pecado, los símbolos de los que no habían recibido a los mensajeros (cp. la historia en Génesis 19:4-11) y que habían hecho esclavos a sus bienhechores (Sabiduría 19:14s). La maldad de Jerusalén ya había crucificado a Jesucristo, y en los días por venir ha de contemplar la muerte de Sus testigos con gozo.
Los de Jerusalén odiarán a los dos testigos hasta tal punto que dejarán sus cadáveres en la calle sin enterrar. Para los judíos era algo terrible no dar sepultura a un cadáver. Cuando los paganos atacaron al pueblo de Dios, para el salmista era la mayor tragedia de todas que no hubiera nadie que los enterrara (Salmo 79:3); la amenaza al profeta desobediente, que se cumplió, fue que sus restos mortales no descansarían en el sepulcro de sus padres (1 Reyes 13:22). Y aún peor, tal será el odio de la gente hacia los testigos de Dios que convertirán su muerte en un motivo de fiesta.
Pero la cosa no termina así. Después de tres días y medio -aquí tenemos la misma cifra- el hálito de vida entró de nuevo en los dos testigos asesinados, y se pusieron de pie. Y aún habían de suceder cosas más alucinantes: a la vista de todos, los dos testigos fueron asumidos al Cielo, representando, como si dijéramos, la primera partida de Elías al Cielo en el torbellino y el carro de fuego (2 Reyes 2:11).
Para añadir al terror se produjo un terremoto destructivo que arrasó una décima parte de la ciudad y produjo la muerte de siete mil de sus habitantes. El resultado fue que los que habían visto estos acontecimientos aterradores y escapado con vida dieron gloria a Dios; es decir, que se arrepintieron, porque esa era la única manera real de dar gloria a Dios.
El gran interés de este pasaje radica en el hecho de que los incrédulos fueron ganados mediante la muerte sacrificial de los testigos y por su vindicación por Dios. Aquí tenemos repetida la historia de la Cruz y la Resurrección. El mal debe ser conquistado y las personas ganadas, no por la fuerza sino por la aceptación del sufrimiento por el nombre de Cristo.
El anuncio de las cosas por venir
Lo que hace difícil este pasaje es que parece indicar que las cosas han acabado en una victoria definitiva, cuando queda aún la mitad del libro. La explicación, como ya hemos visto, es que este pasaje es el. compendio de todo lo que sigue. Los acontecimientos que se vislumbran aquí son los siguientes.
(i) Hay una victoria en la que los reinos del mundo llegan a ser los reinos del Señor y de Su Ungido. Esta es realmente una cita del Salmo 2:2, y es otra manera de decir que ha comenzado el Reinado Mesiánico. En vista de esta victoria, los veinticuatro ancianos, es decir, la Iglesia Universal, rompe en acciones de gracias.