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Apocalipsis 10: El anuncio divino del fin

El ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó la diestra hacia el Cielo y juró por el Que vive para siempre jamás, Que creó el Cielo y todo lo que hay en él, y la Tierra y todo lo que hay en ella, y el mar y todo lo que hay en él: que ya no quedaba más tiempo; pero que en los días cuando resonara la voz del séptimo ángel, cuando tocara la trompeta, se completaría el propósito secreto de Dios, la Buena Noticia de lo que ÉL anunció a Sus siervos los profetas.

El ángel hace ahora un anuncio, y lo confirma con un juramento. Algunas veces se ha tomado el anuncio en el sentido de que « el tiempo no sería más.» Es decir: que el tiempo, tal como lo conocemos ahora, estaba a punto de concluir, y la eternidad de empezar. Es más probable que lo que quiere decir es que ya no queda tiempo, que no puede haber más retraso, que el Anticristo está a punto de irrumpir en la escena con todo su poder destructivo. Como decía el autor de Hebreos: «Porque aún un poco, y el que ha de venir vendrá, y no se demorará» (Hebreos 10:37). Ha sonado la hora cuando el hombre de pecado se manifestará (2 Tesalonicenses 2:3). Cualquiera que sea el significado de la frase, no cabe duda que el mensaje es que el Anticristo está a punto de invadir la Tierra; el escenario está listo para la contienda final.

Cuando esto suceda, como dice la versión Reina-Valera, «el misterio de Dios se consumará.» Esto significa que todo el propósito de Dios en la Historia humana será revelado. Hay mucho en la vida que es difícil de entender; la maldad parece triunfar siempre. Pero, según lo vio Juan, va a haber una manifestación final. Dios y el Anticristo, el bien y el mal, se enfrentarán; se obtendrá una victoria definitiva, las preguntas recibirán respuesta y los tuertos se enderezarán.

Tras las rarezas del cuadro se encuentra la verdad de que la Historia avanza hacia el triunfo inevitable de Dios y que, aunque la maldad parezca florecer, no podrá salir victoriosa cuando todo llegue a su consumación.

El gozo y la aflicción del mensajero de Dios

Y oí otra vez la voz del Cielo que había oído antes, hablándome y diciéndome: -Ve a tomar el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra. Y me dirigí al ángel, y le pedí que me diera el librito. Y me dijo: -Tómalo, y cómetelo. Te amargará el estómago, aunque te sabrá dulce como la miel. Y tomé el librito de mano del ángel, y me lo comí; y me supo dulce como la miel en la boca; pero, cuando me lo comí, me amargó el estómago. Y me dijeron: -Tienes que profetizar otra vez acerca de muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes.

Antes de tratar este pasaje en detalle notemos que se le dice al vidente dos veces que tome el rollo. No se le entrega; ni siquiera cuando le pide al ángel que se lo dé; la respuesta es que debe tomarlo. Esto quiere decir que la revelación de Dios no se nos impone; hemos de tomarla.

Esta escena tiene un precedente en la visión de Ezequiel, a quien se dijo que se comiera el rollo y llenara sus entrañas con él (Ezequiel 3:1,3). El mensajero de Dios tiene que tomar el mensaje de Dios en el interior de su propia vida y ser.

La dulzura del rollo es un pensamiento que aparece repetidas veces en la Escritura. Para el salmista, los juicios de Dios son más dulces que la miel y que el panal (Salmo 19:10). « ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! ¡Más que la miel a mi boca!» (Salmo 119:103). Bien puede ser que se esconda tras estas palabras una agradable costumbre educacional judía. Cuando un chico judío estaba aprendiendo el alfabeto, las letras estaban escritas en la tablilla con una mezcla de harina y miel. Se le decía cuáles eran y cómo se pronunciaban. Después de la explicación, el maestro señalaba una letra y preguntaba: « ¿Qué letra es esta y cómo suena?» ¡Y si el chico contestaba correctamente se le permitía lamer la letra en recompensa! Cuando el profeta y el salmista dicen que las palabras y los juicios de Dios son más dulces que la miel, bien puede ser que estén pensando en esta costumbre.

Juan le añade a esto otra idea. Para él el rollo era a la vez dulce y amargo. Lo que quiere decir es que un mensaje de Dios puede ser a la vez para el mensajero una cosa dulce y amarga. Es dulce porque es maravilloso ser elegido como mensajero de Dios; pero el mensaje mismo puede que sea el anuncio de una desgracia, y por tanto una cosa amarga. Así es que para Juan era un privilegio infinito el ser admitido a los secretos del Cielo, pero al mismo tiempo era amargo tener que anunciar el tiempo del terror, aunque su final fuera la victoria.

El anticristo

En los pasajes del Apocalipsis que estamos a punto de estudiar encontraremos en varias ocasiones la figura del Anticristo. Esta figura ha ejercido una extraña fascinación en muchos, y han sido muchas las especulaciones que se han hecho acerca de él. Por tanto, será conveniente en esta etapa recoger las piezas de que disponemos sobre el Anticristo y tratar de completar el rompecabezas.

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