Cuando los aviones tienen que aterrizar en condiciones de escasa visibilidad, los pilotos no pueden confiar en su vista, pues esta es muy engañosa en las pobres condiciones de visibilidad que produce la niebla. Se produce lo que en su vocabulario ellos llaman «vértigo», que es una desorientación tal que no saben a dónde van con el avión. Deben poner su vista en los instrumentos de navegación que llevan a bordo y prestar toda atención y obediencia a las indicaciones de la torre de control. No hacerlo así provocará, lo más probablemente, un desastre con pérdida de vidas y bienes.
Así los hombres también sufrimos de vértigo espiritual cuando pretendemos guiar nuestra vida por nuestros simples ojos del conocimiento humano, sin prestar atención a las indicaciones de la palabra de Dios. El resultado es desastroso.