Amós 6: La destrucción de Israel

La plomada de albañil

En esta visión se entiende que algún tiempo ha pasado y nada ha cambiado en el comportamiento del pueblo de Israel. El versículo 7:7 es muy difícil de traducir; es la única vez que la expresión aparece en el AT. Desde la Edad Media los rabinos lo habían traducido plomada de albañil y así tiene sentido al leer el versículo. (La palabra usada en hebreo significa “estaño”.) La idea es que el Señor emplea una plomada para medir la rectitud del edificio moral y religioso de la nación. Como resultado halló a la sociedad entera inclinada hacia la maldad. En el Midrash comentan: “Como con un documento acreedor en su mano, Dios ahora va a reclamar el pago de la deuda que tienen con él”. El edificio nacional va a caer debido a su inclinación al pecado en todos los niveles de la sociedad. A pesar de tener los planos del Gran Arquitecto para construir una nación que respetara los derechos de todos y que administrara la justicia de forma imparcial, el pueblo ha fracasado totalmente.

El profeta ya no pudo interceder más; este problema no era el resultado de una plaga exterior sino es un cáncer mortal en el corazón de la nación entera. Tuvo que resignarse a la sentencia de Dios: ¡No lo soportaré más! Dios no pudo pasar por alto un pecado tan grave. Los santuarios y lugares de culto pagano van a ser destruidos; es más, la familia de Jeroboam II no va a continuar sobre el trono de Israel.

A veces se interpreta el libro de Amós señalando al profeta como un hombre frío, muy estricto, sin compasión para nadie. ¡No es cierto! Aquí se ve como persona muy humana que vivía en una relación íntima con su Señor. No halló ninguna satisfacción en la muerte de sus compatriotas malos; intercedió por ellos y en distintas ocasiones hizo una súplica a ellos para que buscaran a Dios, y así vivir la vida abundante.

Confrontación con la máxima autoridad religiosa

El encuentro entre Amós y Amasías parece el relato de un testigo ocular, tal vez un discípulo del profeta. El sumo sacerdote nunca pone en tela de juicio que Amós es un profeta de Dios; su actuación contra el profeta es informarle que tal clase de predicación es prohibida en Betel; representa nada menos que una conspiración contra la casa real. Lejos de ser solamente un sermón, Amós ha conspirado contra el rey y siempre es posible que algunos de la tierra tomaran sus palabras como un llamamiento a organizar una rebelión contra el régimen. Más de una vez los reyes del norte fueron blancos de un complot instigado por un profeta. Amasías pensaba que Amós era una amenaza al orden público.

No se sabe si Amós dijo que Jeroboam iba a morir a espada como Amasías afirma, aunque el dicho suena como un oráculo profético. Lo cierto es que el rey murió de causas naturales según 2 de Reyes 14:29. No obstante en la mentalidad hebrea una palabra pronunciada por un profeta tenía fuerza propia; como una flecha que una vez lanzada no se podía retirar. Amós había lanzado una maldición sobre Israel que podía tener consecuencias muy graves.

Con o sin autorización del rey, Amasías identifica a Amós como uno de los videntes profesionales que fueron consultados por reyes y otros sobre asuntos del futuro y que recibieron pago por cada consulta; chozeh H2374es la palabra que se usa para esta clase de persona, no na’bi H5030que es la palabra heb. para “profeta”. Amasías no llamó a Amós un profeta falso; solamente le mandó volver a su propia tierra y ganar su dinero de sus compatriotas de Judá. Seguramente el acento de Amós indicó que era natural de Judá. Probablemente Betel tenía su propio grupo de profetas profesionales y ya no hacían falta más.

Como hombre enérgico e independiente que era, Amós anunció que no era y nunca había sido “profeta profesional”, ni tampoco miembro de un gremio o sindicato de profetas.

No tenía que hacer esto para comer; tenía su propia profesión de ganadero, pastor y agricultor. Es interesante notar que los higos silvestres no crecen a la altura de 1.000 m como la altura de Tecoa sino al nivel del mar en un clima más caliente como el del valle del río Jordán. Por lo tanto, podemos deducir que Amós tenía propiedades en por lo menos dos localidades; ¡de ninguna manera era un hombre pobre!

Con palabras ásperas Amós dice que antes vivía tranquilamente y de repente Dios lo tomó físicamente de su trabajo y lo envió al norte a predicar. El verbo lakah H3947“tomar” se emplea normalmente en el sentido de tomar pan de la mesa. No estaba en Betel por iniciativa propia sino por mandato directo de Dios. Cabe la pregunta: ¿Hubo muchos sacerdotes y profetas en el norte?, ¿por qué no utilizó Dios uno de ellos? Justamente este es el gran misterio de la profecía bíblica, tanto en el NT como en el AT. Dios llama a los siervos que él sabe que le pueden ser útiles en cada situación determinada. No importa si son hombres o mujeres, ricos o pobres, bien educados o autodidactas; el llamamiento a servir a Dios es sumamente personal. El que escoge la vocación sin un llamado por Dios está destinado a fracasar. Eso sí, si la iglesia o la organización religiosa oficial se enfría y la “voz auténtica” de Dios no se oye por sus oficiales, entonces Dios levanta a “sus siervos, los profetas” para dar su mensaje a la población. El verdadero profeta no tiene otra alternativa excepto anunciar la Palabra de Dios que Dios mismo le ha dado.

Aunque no se menciona a Asiria por nombre, la entrevista termina con una descripción del sufrimiento que le esperaba a la familia del sacerdote y una afirmación de la próxima invasión de la tierra y el cautiverio de su población, cosa que se cumplió al pie de la letra en menos de 40 años. Una leyenda dice que Amasías se enfureció tanto con esta profecía que mandó a un hijo suyo a matar a Amós mientras viajaba por una carretera solitaria entre Betel y Tecoa.

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