Actividades nocturnas de la juventud

Durante la noche se pueden hacer muchas cosas. Tal vez la mejor cosa que se puede hacer es precisamente no hacer nada: tumbarse en la cama y pasarse seis o siete horas seguidas cargando las baterías para aprovechar bien y mejor que ayer el día que Dios nos concede.

¿Qué se puede hacer durante la noche? Depende. Depende si es fin de semana o si es período de vacaciones. Depende si estoy en la ciudad, en la montaña o en la playa. Depende de si estoy solo, si estoy con mis amigos, si estoy con la novia… Sí, depende de muchos factores, pero recuerda, hay un factor que no falla: esta noche, tú, yo, la novia, el novio, los amigos y todos buscamos esta noche ser felices.

Salgo por la noche a dar un paseo. Es sábado. Las calles iluminadas hierven de jóvenes, chicos y chicas. El ruido de las motocicletas se confunde con la música, las conversaciones y las risas. Veo rostros sonrientes, veo miradas provocativas, cruces de mensajes en un código que sólo un joven puede descifrar. Veo la vida que se expresa en una juventud que, esta noche, busca sólo divertirse, pasarla bien, olvidarse de todo. Es la «movida» del sábado por la noche.

Están alegres, ríen, bromean, algunos se acarician y se besan, pero… ¿son felices?

Parece que sí. Pero me pregunto ¿Por qué tanto ruido para ser feliz? ¿por qué la noche, la oscuridad cuando todo puede ser cualquier cosa y en donde hagas lo que hagas «¿qué importa?» Al fin y al cabo no lo sabrán tus padres? Más aún, el alcohol, la droga que circula en tantos de estos ambientes ¿no será más bien un intento, a veces desesperado de huir, de alejarse de una situación de profunda insatisfacción? ¿Cuántos suicidios juveniles registra la crónica negra, cuando pasada la «movida» del fin de semana el joven se da de lleno con una existencia vacía, absurda, infeliz? Cada joven que se suicida es un grito desesperado de anhelo de felicidad.

Muchas cosas se pueden hacer durante la noche. Jesús con frecuencia subía al monte a hablar con su Padre durante toda la noche. La bóveda del cielo estrellado es el mejor templo para encontrarse con Dios. «¡Señor, en la oscuridad de mi noche, ilumina mi corazón y llénalo de la felicidad que sólo tú puedes dar!

Durante la noche se pueden hacer muchas cosas, se puede estar con los amigos y charlar de lo humano y lo divino, de los proyectos y de las propias dificultades. Pero, sobre todo, se puede estar con Cristo, tu Amigo. ¿Y cómo charlar con Cristo si no lo veo, no lo toco? Puede que sea difícil, sin embargo, ¿no sentimos en el corazón una voz que no se puede confundir con la nuestra? Acuérdate cuando eras niño ¿no te era fácil hablar con Él? Esa voz que nos impulsa a más, a la generosidad, a buscar la belleza de la vida y del amor, a hacer el bien y evitar el mal, esa voz no es una imaginación tuya. Detrás de esa voz hay una presencia. Háblale. Cuéntale tus anhelos. Haz un silencio en tu corazón y dile, por ejemplo: «Jesús, yo sé que tú estás junto a mí. He sentido tu aliento en los momentos difíciles y en los momentos alegres de mi vida. Tú has sido siempre mi amigo, acompáñame en mi soledad».

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