2 Timoteo 4: Las bases para la llamada de Pablo

Halliday Sutherland cuenta cómo se sintió cuando recibió el título de doctor. Si en la calle, o en cualquier compañía, se escuchaba la llamada: «¿Hay aquí algún médico?», se emocionaba, orgulloso y ansioso por salir al frente a ayudar. Pero conforme fueron pasando los años, una llamada así se convirtió en una molestia. Había desaparecido el encanto.

W. H. Davies, el vagabundo que fue también uno de los más grandes poetas, tiene un pasaje acerca de sí mismo de lo más revelador. Se había dirigido a ver la abadía Tintem veintisiete años después de la vez anterior. Dijo: «Al encontrarme allí otra vez, veintisiete años después, y comparar el entusiasmo de aquel chicuelo con mis tibios sentimientos presentes, no me di por satisfecho de mí mismo. Por ejemplo: la vez anterior yo habría sacrificado la comida o el sueño para ver una cosa tan maravillosa; pero ahora, en mi madurez, no iba buscando cosas bellas, y sólo cantaba a las cosas que me encontraba por casualidad.»

El deán Inge predicó una vez sobre el Salmo 91:6: « La mortandad que en medio del día destruye,» que él llamaba «El peligro de la edad media.» No hay amenaza más peligrosa para los ideales de una persona que la de los años; y la única manera de tenerla a raya es vivir constantemente en la presencia de Jesucristo.

Pablo dijo de Demas que «amaba este mundo.» Su problema puede que fuera bien simple, pero terrible. Puede que fuera sencillamente que amaba la comodidad más que a Cristo, el camino fácil más que el que conduce a las estrellas pasando por la Cruz.

Pensemos en Demas, no condenándole, sino simpatizando con él; porque muchos somos como él.

Es posible que esto no sea ni el principio ni el final de la historia de Demas. El nombre Demas es la forma abreviada y familiar de Demetrio, y encontramos dos veces a un Demetrio en el Nuevo Testamento. Está el Demetrio que dirigió el motín de los plateros de Éfeso y quería linchar a Pablo porque les estaba estropeando el negocio del templo de Diana (Hechos 19:25).

Está el Demetrio del que escribió Juan, de quien todos tenían buena opinión, y la verdad también, un hecho del que Juan daba testimonio de buen grado y con firmeza (3 Juan 12).

¿Podría ser ese el principio y el fin de la historia de Demas? ¿Encontró el platero Demetrio algo en Pablo y en Cristo que le apresó el corazón? ¿Se convirtió a Cristo el cabecilla de aquel motín? ¿Desertó por un tiempo del camino cristiano y se convirtió en el desertor Demas, que amaba este mundo? ¿Y le echó mano otra vez la gracia de Dios, haciéndole volver y volverse el Demetrio de Efeso de quien Juan escribió que era un siervo de la verdad de quien todos hablaban bien? Eso puede que no lo sepamos nunca; pero es emocionante pensar que la acusación de desertor puede que no fuera el último veredicto sobre la vida de Demas.

Cuadro de honor y de deshonor

Después de mencionar Pablo al desertor pasa a hablar del hombre que fue fiel hasta la muerte. «Lucas es el único que está conmigo,» dice. Sabemos muy poco acerca de Lucas; pero hasta de ese poco surge como uno de los personajes más preciosos del Nuevo Testamento.

(i) Una cosa podemos deducir: que Lucas acompañó a Pablo en su último viaje a Roma y a la cárcel. Él fue el autor del Libro de los Hechos. Ahora bien: vemos algunos pasajes de Hechos que están escritos en primera persona de plural, nosotros, así es que podemos estar seguros de que Lucas está describiendo situaciones en las que él mismo estuvo presente. Hechos 27 nos presenta a Pablo arrestado poniéndose en camino hacia Roma, y este es uno de los pasajes nosotros; así es que sabemos que Lucas estaba con Pablo. De ahí podemos deducir otra cosa. Se cree que cuando un detenido iba de camino para que le juzgaran en Roma no se le permitía más acompañamiento que dos escla- vos, lo que hace probable que Lucas se enrolara como esclavo de Pablo para que se le permitiera acompañarle a Roma y en la cárcel. No nos sorprende que Pablo hable de él con amor en la voz. La lealtad de Lucas no podía haber llegado más lejos.

(ii) Hay sólo otras dos referencias a Lucas en el Nuevo Testamento. En Colosenses 4:14 se le describe como el querido médico. Pablo le debía mucho a Lucas. Toda la vida estuvo soportando aquel terrible aguijón en su carne; y Lucas debe de haber usado su profesión para aliviarle el sufrimiento y permitirle seguir adelante. Lucas era por encima de todo una persona amable. Por el silencio de Hechos podríamos pensar que no fue una gran figura de la Iglesia Original; pero debemos recordar que él era el autor de ese libro, y probablemente el no mencionarse fue debido más bien a su humildad. De todas maneras hizo su contribución en términos de servicio personal. Dios le había puesto en las manos la habilidad de sanar, y Lucas se la dedicó a Dios. La amabilidad es la cualidad que levanta a una persona por encima del nivel corriente. La elocuencia se olvida; la inteligencia puede que sobreviva en la página impresa; pero la amabilidad perdura entronizada en los corazones. El doctor Johnson tuvo algunos contactos con un joven que se llamaba Harry Harvey, que era rico y bastante calavera. Pero tenía una casa en Londres en la que siempre encontraba acogida Johnson. Más tarde se hablaba despectivamente de Harry Harvey; y Johnson dijo: «Era un hombre vicioso, pero fue amable conmigo. Aunque le llamen perro, yo le querré siempre.» La amabilidad cubre una multitud de pecados. Lucas fue leal a Pablo, y era amable.

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