Además, podría querer decir: «He mantenido mi fidelidad: no he perdido nunca la confianza ola esperanza.» Si Pablo usó esta frase con este sentido, quería decir que a las duras y a las maduras, en la libertad y en la cárcel, en todos los peligros por tierra y por mar, y ahora ante la misma muerte, no había perdido nunca la confianza en Jesucristo.
Pablo pasa a decir que le está reservada la corona. En los juegos, el máximo galardón era una corona de laurel, con la que se coronaba al vencedor; y el llevarla era el más grande honor que podía recibir un atleta. Pero esa corona se secaría en unos pocos días. Pablo sabía que le esperaba una corona que no se desharía jamás.
En este momento Pablo pasa del veredicto de los hombres al veredicto de Dios. Sabía que dentro de muy poco estaría ante el tribunal romano y que su juicio no podía tener más que un resultado. Sabía cual había de ser el veredicto de Nerón, pero también sabía cual sería el veredicto de Dios. Aquel cuya vida está dedicada a Cristo considera con indiferencia el veredicto de los hombres. No se preocupa si le condenan, porque lo único que le interesa es oírle decir a su Maestro: «¡Bien hecho!»
Pablo hace sonar todavía otra nota: Esa corona no sólo le espera a él, sino a todos los que esperan con impaciencia la venida del Rey. Es como si le dijera al joven Timoteo: «Timoteo, el final de mi vida está cerca; y sé que voy a recibir mi recompensa. Si sigues mis pasos, tendrás la misma confianza y el mismo gozo que yo cuando llegues tú también a tu final.» El gozo de Pablo está abierto a cualquier persona que también pelea esa batalla y termina esa carrera y guarda esa fe.
Cuadro de honor y de deshonor
Haz lo posible por venir a verme pronto. Demas me ha desertado, porque amaba este mundo presente y se ha ido a Tesalónica. Crescente se ha marchado a Galacia, Tito a Dalmacia. Lucas es el único que se ha quedado conmigo. Toma a Marcos y tráetele, porque me es muy útil en el servicio. He enviado a Tíquico a Éfeso.
Cuando vengas, tráete el capote que me dejé en Tróade en casa de Carpo, y también los libros, especialmente los pergaminos.
El herrero Alejandro me ha hecho un montón de daño. El Señor le recompensará conforme a sus hechos. En cuanto a ti, no bajes la guardia con él, porque se ha opuesto a nuestras palabras todo lo que ha podido.
Pablo traza un cuadro de honor y de deshonor de sus conocidos. Algunos no son más que nombres para nosotros; de algunos sabemos algo por Hechos y por las epístolas paulinas. Algunas de las historias podemos reconstruir si se nos permite usar un poco la imaginación.
La peregrinación espiritual de demás
El primero de la lista es Demas. Se le menciona tres veces en las cartas de Pablo, y bien puede ser que puntúen una tragedia.
(i) En Filemón 24 se le incluye entre un grupo de hombres que Pablo llama sus colaboradores.
(ii) En Colosenses 4:14 se le menciona sin comentario.
(iii) Aquí había abandonado a Pablo porque amaba este mundo presente. Primero, Demas el colaborador; luego, simplemente Demas, y finalmente, Demas el desertor que amaba este mundo. Aquí tenemos la historia de una degradación espiritual. Poco a poco, el colaborador llegó a ser el desertor, y el título de honor se convirtió en un nombre de vergüenza.
¿Qué le sucedió a Demas? No podemos decirlo de seguro, pero podemos suponerlo.
(i) Puede ser que empezara a seguir a Cristo sin calcular el precio; y puede ser que no fuera del todo culpa suya. Hay una clase de evangelismo que anuncia: « ¡Acepta a Cristo y tendrás paz y descanso y gozo!» En cierto sentido, el más profundo de todos, eso es auténtica y benditamente cierto; pero también es verdad que cuando aceptamos a Cristo empezamos a tener problemas. Hasta ese momento hemos vivido de acuerdo con el mundo y sus principios. La vida nos era fácil, porque seguíamos la línea de menor resistencia e íbamos con la mayoría. Pero, una vez que uno acepta a Cristo, acepta una serie de principios totalmente nuevos, y se compromete a una clase de vida totalmente nueva en el trabajo, en sus relaciones personales, en sus placeres… y tiene que haber colisiones. Puede que Demas se sintiera atraído a la Iglesia en un momento de emoción, sin tener tiempo para pensar las cosas a fondo; y cuando la impopularidad, la persecución, el sacrificio, la soledad y la cárcel se le presentaron, se salió porque no era eso lo que él esperaba. Cuando uno se compromete a seguir a Cristo, lo esencial es que sepa lo que está haciendo.