Para terminar, hermanos, seguid orando por nosotros para que la Palabra de Dios realice su carrera y reciba su corona de gloria -como sucede entre vosotros-, y para que estemos a salvo de estos hombres malvados y malignos, porque no son todos los que tienen fe. Podéis depender del Señor, que os mantendrá firmes y os guardará del maligno. Tenemos confianza en el Señor de que hacéis y haréis lo que os ordenamos. ¡Que Dios dirija vuestros corazones para que sintáis el amor de Dios y despleguéis la resistencia que Cristo puede dar!
Una vez más Pablo llega al final de la una carta pidiendo a sus amigos que oren por él (cp. 1 Tesalonicenses 5:25; Romanos 15:30ss; Filemón 22). Hay algo profundamente conmovedor en la escena de este gigante en la fe pidiendo las oraciones de los tesalonicenses, que reconocían su propia debilidad. Aquí es donde se ve con mayor claridad la humildad de Pablo. Y el hecho de que él, como si dijéramos, se lanzaba a sus corazones, debe de haber hecho mucho para ganarse
hasta a sus oponentes, porque es muy difícil no querer a una persona que te pide que ores por ella.
Pero, a pesar de su amor y confianza en las personas, Pablo era realista. La fe, decía, no es cosa de todos. Podemos estar seguros de que no lo decía con cinismo, sino con dolor. Una vez más vemos la tremenda responsabilidad del libre albedrío.
Podemos usarlo para abrir nuestros corazones, o para cerrarlos. La llamada de la fe no es selectiva; se dirige a todo el mundo; pero el corazón humano puede negarse a responder.
En el último versículo de este pasaje vemos lo que podríamos llamar las características internas y externas del cristiano. La característica interior es la conciencia del amor de Dios, la profunda conciencia de que no podemos ser arrastrados más allá de Su cuidado, el sentimiento de que los brazos eternos nos rodean siempre. Una de las necesidades básicas de la vida es la de seguridad, y la encontramos satisfecha en la conciencia del amor inalterable de Dios. La característica externa es la resistencia que puede darnos Cristo. Vivimos en un mundo en el que hay más colapsos nerviosos que en ninguna otra época de la Historia.
Esto es señal de que más y más personas tienen el sentimiento de que no pueden enfrentarse con la vida. La característica externa del cristiano es que, cuando otros se derrumban, permanece erguido, y cuando otros colapsan, asume su carga y prosigue adelante. Con el amor de Dios en el corazón y la resistencia de Cristo en la vida se puede arrastrar cualquier cosa.
Disciplina en el amor fraternal
Hermanos: Os ordenamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que os apartéis de cualquier hermano que se porta como un haragán en sus obligaciones y que no se conduce de acuerdo con la enseñanza que recibisteis de nosotros; porque vosotros sabéis muy bien que debéis imitarnos, porque nosotros nunca hicimos el gandul en el trabajo cuando estábamos entre vosotros ni comimos lo que recibiéramos de vosotros sin pagarlo, sino que en la faena y en la labor estuvimos trabajando noche y día para no seros una carga a ninguno de vosotros. Y no es que no tuviéramos derecho a reclamar que nos mantuvierais, sino que nos mantuvimos en el trabajo para daros ejemplo que pudierais imitar, porque cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma: «Que el que se niegue a trabajar, tampoco coma.» Por que nos enteramos de que hay algunos entre vosotros cuyo comportamiento es el de gandules en el trabajo, que no se ocupan de
nada más que de ser entrometidos. A los tales mandadles y exhortadlos en el Señor Jesucristo que se pongan a trabajar como es debido para mantenerse. Hermanos, no os canséis nunca de hacer el bien. Si alguien no obedece las instrucciones que os mandamos en esta carta, señaladle, no os asociéis con él, para que se avergüence. No le tengáis como enemigo, pero aconsejadle como a hermano.
¡Que el mismo Dios de la paz os dé siempre paz en todo! ¡Que el Señor sea con vosotros! Aquí está mi saludo, de Pablo, de mi puño y letra, que es la señal de autenticidad en todas mis cartas. Así escribo.
¡Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros! Aquí trata Pablo, como ya tuvo que hacerlo en la carta anterior, de la situación que producían los que adoptaban una actitud indebida en relación con la Segunda Venida. Había algunos en Tesalónica que habían dejado de trabajar y abandonado sus obligaciones cotidianas para esperar la llegada del Señor en una ociosidad histérica. Pablo usa una palabra muy expresiva para describirlos. Dos veces usa el adverbio atáktós y una el verbo ataktein, que quieren decir hacer el vago. Se usa, por ejemplo, en los papiros, en el contrato de un aprendiz en el que el padre está de acuerdo en que su hijo tiene que recuperar los días que haga el holgazán. Los tesalonicenses, en su excitada ociosidad, hacían novillos en el trabajo.
Para que se den cuenta, Pablo les cita su propio ejemplo. Toda la vida fue un obrero manual. Los judíos tenían en alta estima el trabajo. «El que no le enseña a su hijo una profesión -decían-, le enseña a robar.» Pablo se había graduado como rabino; pero la ley judía establecía que un rabino no podía cobrar por enseñar, sino tenía que tener una profesión secular para cubrir sus necesidades con el trabajo de sus manos. Así es que encontramos rabinos que eran panaderos, barberos, carpinteros, albañiles y toda clase de artesanos. Los judíos creían en la dignidad del trabajo honrado, y estaban seguros de que un investigador perdía algo cuando llegaba a ser tan académico y otromundista que se olvidaba de trabajar con las manos. Pablo cita un dicho: «Que el que se niegue a trabajar, tampoco coma.» Es el negarse a trabajar lo que es importante. No se refiere al pobre hombre que no encuentra trabajo. Esta se ha llamado « la regla de oro del trabajo.» Deissmann tiene la idea feliz de que, cuando Pablo decía eso, «estaba probablemente citando un detalle de la buena moralidad del taller, una máxima acuñada probablemente por algún honrado trabajador cuando le impedía al aprendiz holgazán que se sentara a la mesa a la hora de la comida.»
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